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A los jóvenes cántabros les cuesta más abandonar el hogar familiar que a la mayoría del resto del país. De hecho, sólo en Castilla-La ... Mancha hay menos personas de entre 16 y 29 años viviendo por su cuenta. En porcentajes, aquí lo hacía a finales del año pasado el 13,7% de la juventud frente al 12,3% de la comunidad manchega. Son cifras que preocupan, pues esconden detrás un crisol de motivos al que gobernantes y políticos deben echar un ojo para corregir esta anomalía tan característica en España.
43% de la población joven de Cantabria
estaba trabajando o en paro a finales de 2022
Los datos pertenecen al segundo semestre de 2022 del Observatorio de Emancipación que elabora el Consejo de Juventud. La emancipación juvenil apenas varió el año pasado con respecto al anterior. El porcentaje de personas jóvenes que abandonaron la casa de sus padres a nivel nacional fue del 15,9 %. «Es un guarismo ligeramente superior al mínimo histórico de 2021 e idéntico al del primer semestre de 2022», explican desde el organismo. El segundo semestre también se caracterizó por la ralentización en el ritmo de creación de empleo y por una escasa incorporación de los jóvenes al mercado laboral, a pesar de la contratación temporal tras la reforma laboral. Además, dejó un dato preocupante: el cuarto trimestre tuvo la peor cifra de nuevos contratos de personas jóvenes desde la pandemia del covid.
Cantabria siempre se ha caracterizado por tener una tasa de emancipación juvenil muy baja, de las más inferiores de todo el país. No en vano, en 2021 los jóvenes de aquí eran los que más dificultades tenían para dejar atrás el nido. Únicamente 12 de cada 100 habían hecho las maletas para emprender la aventura de vivir en solitario. La gran cuestión es por qué sucede esto.
«Algunos, la mayoría, no se van de casa por causas económicas, pero no se puede dejar de mencionar que existe un subgrupo que retrasa ese momento por la comodidad de la que disfrutan viviendo con sus padres», señala Juan Carlos Zubieta, catedrático y sociólogo de la Universidad de Cantabria (UC). Pero el problema hunde aún más sus raíces. «Está directamente relacionado con la situación económica y, específicamente, con el paro de los jóvenes y con la situación laboral del subgrupo de los que tienen empleo, empleos que se caracterizan, en muchos de los casos, por ser trabajos precarios, inestables y de pocos ingresos. Además, a esto hay que sumar que las carreras académicas son cada vez más largas, lo que retrasa aún más el momento», añade el responsable del Taller de Sociología de la UC.
Tan solo el 43% de las personas jóvenes estaban trabajando o en paro en la región a finales de 2022, frente al 47,2 % de un año antes. La contrapartida era que aquí había una proporción superior a la media estatal de jóvenes estudiantes. No hay que olvidar tampoco lo difícil que resulta acceder a una vivienda -y al préstamo hipotecario correspondiente-, con los precios en general desorbitados, especialmente, para las personas que se acaban de incorporar al mercado laboral. Este retraso en la emancipación, además, produce a su vez otras consecuencias. «Repercute en la formación de una familia, en sus diversas modalidades, y en la natalidad», apostilla Zubieta.
Juan Carlos Zubieta
Sociólogo
Muchos sociólogos consideran que antes eran las familias las que empujaban a los hijos a marcharse e independizarse, y ahora no, en parte, por las dificultades económicas que ello conlleva. «Es común que los padres no solo no presionen a los hijos para que abandonen el hogar, sino que les mantienen y protegen. Además, flexibilizan las normas familiares para que los hijos se encuentren más cómodos», apunta Zubieta.
Retrasar la emancipación provoca otros desórdenes. «Por ejemplo, descontento social, descrédito del sistema, conflictos familiares y de pareja y problemas emocionales y de autoestima, ya que la identidad social y la autorrealización están estrechamente vinculadas con la autonomía laboral y social», concluye el profesor de la UC.
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Ana del Castillo
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