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«¡Lo he soñado. Lo he soñado!». Son los gritos de alegría de Roxana Rodríguez al entrar en La Anjana, la administración de lotería nº1 de Santander, en Calvo Sotelo. Su entusiasmo no pasa desapercibido entre los clientes que esperan en la cola, intrigados por ... su historia. «Creo que es una señal y que va a tocar. Soñé con este número ayer y, en cuanto he podido, he venido a buscarlo. Lo encontré a la primera. Es el único número que tengo y no voy a comprar más. Solo este. Tengo un pálpito».
El relato de Roxana resume a la perfección el espíritu que envuelve estos días previos al sorteo más esperado del año. Cantabria, como el resto de España, vive con ilusión y nerviosismo la cuenta atrás para el 22 de diciembre, fecha que podría cambiar vidas y repartir sueños.
Las historias en torno a la Lotería de Navidad se repiten, pero cada una tiene su matiz personal. Para Julia Garzón, la tradición y la familia son el motor de su participación en el sorteo. «Tendré unos 14 décimos. Hay uno que siempre compro por tradición, una fecha especial. Mi padre jugaba siempre un número y seguimos jugando el mismo desde que falleció. Comparto siempre con mi familia, que es muy grande, porque si toca...».
En cada rincón de Cantabria es fácil encontrar relatos similares. Ilusión no falta. Como la que transmite Carlos Fernández, que además de acumular décimos los reparte con generosidad entre amigos y familiares. «Tengo unos 30 números. Este año tengo esperanza en uno que compré en León, cuando estuvimos de visita hace poco. Compramos cecina y lotería. Si tocase el Gordo tenemos muchos nietos para repartir. También he regalado muchos décimos. Me gusta compartir, es la magia de la Navidad».
La lotería no solo es un juego. Es una tradición, un gesto de unión y la disculpa para soñar. Pero no solo los cántabros se lanzan a comprar sus décimos en la recta final. La comunidad atrae cada año a numerosos visitantes que aprovechan para hacerse con un pedazo de suerte. Elena Bravo, de Oviedo, cuenta cómo un paseo navideño terminó en varias compras: «Tengo seis o siete décimos. Estamos aquí de vacaciones y hemos aprovechado para llevarnos algo de lotería a ver si toca. Siempre queremos que acabe en 4 o en 7». Este año los loteros han notado especialmente el impacto del turismo en las ventas, como confirma Andrea Montes, responsable de la administración número 5 de Santander, en la calle Burgos: «Notamos mucho las ventas en julio, cuando salió la lotería de Navidad, sobre todo por los turistas, que se llevaron un montón. Luego paró un poco y ahora está volviendo más fuerte que otros años». Además, asegura que las terminaciones que habitualmente son las más demandadas se repiten este 2024: «Piden los números de siempre: el 13, el 5 y el 7 no fallan, son los clásicos».
Las administraciones de Cantabria trabajan contra reloj en estos días. «Las ventas van muy bien. Este año se vende más. También porque estamos trabajando un poco más llevando décimos a más sitios y vendiendo a través de la página web. Ya se forman colas y ahora la gente ya se va quedando sin los números que quieren», cuenta Marcos Arrabal, de La Anjana. Su reto, además de atender a la clientela presencial, pasa por coordinar la venta de números repartidos en pueblos, bares y comercios. Un trabajo que merece la pena por toda la ilusión que hay detrás. «El año pasado dimos el cuarto y el quinto premio. El anterior, un cuarto. Solo nos falta dar el tercero y el primero. Este año seguro que toca», dice esperanzado.
A medida que el calendario avanza hacia el 22 de diciembre, coinciden en las administraciones de lotería los compradores de última hora con los que aún buscan completar su numeración con algún décimo añadido. Por si es el bueno. ¿Quién no se ha imaginado alguna vez lo que haría si los niños de San Ildefonso cantaran a pleno pulmón sus cinco dígitos juntos? Es el día de las ilusiones, de los sueños, del reparto de millones y, para la mayoría, de las decepciones.
Aunque hay quien no puede evitar los nervios, sobre todo si tiene un pálpito como el que cuenta Roxana, también hay quien lo vive con normalidad: «El día de la lotería estoy tranquila, porque si me toca seguro que me avisan», confiesa Julia Garzón, mientras aguarda su turno en la cola de La Anjana. Los cántabros, como el resto de españoles, viven estos días con la ilusión de convertirse en nuevos afortunados y la certeza de que, al menos por unos días, soñar es gratis. Y quién sabe, quizás este año la suerte sonría de nuevo. En Cantabria el Gordo ha tocado 14 veces en toda su historia y ha dejado pellizcos generosos de otros de sus premios en distintos municipios. En solo diez días, la suerte estará echada.
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