Cantabria se sumerge en la vendimia de este a oeste
Diferencias ·
Mientras que en Liébana se ha adelantado la temporada y en la zona oriental finalizan los trabajos estos días, en el centro de la región aún no ha comenzado. Los viticultores hablan de «buenos resultados»
Quién no ha pensado alguna vez en sumergirse en un recipiente lleno de uvas y aplastar las frutas con los pies. Como en la escena que protagonizan Aitana Sánchez Gijón y Keanu Reeves en la película 'Un paseo por las nubes'. En Cantabria toca recoger ... la uva, aunque la realidad dista bastante de la imagen de película insertada en el imaginario común. La vendimia se realiza entre la última semana de septiembre y mediados de octubre, es decir, estos días. La cosecha puede adelantarse o atrasarse y dar mejor o peor resultado. Depende de la climatología, de las enfermedades endémicas de la vid y de otros factores, entre ellos, últimamente, aseguran desde el sector, de la presencia de la fauna salvaje, como el jabalí o el oso.
En los 5.321 kilómetros cuadrados de superficie de la comunidad autónoma, la uva se da de diferente manera. Este año, 2024, la vendimia en la comarca de Liébana está llegando a su fin, después de que se adelantara a la última quincena de septiembre, una tendencia que se está estableciendo en estos últimos años debido a los veranos secos y calurosos, con pocas lluvias. A pesar de todo, la vendimia ha dado buenos frutos en la comarca lebaniega. A Segundo Cuesta, responsable de la empresa de orujo Mariano Camacho y ganador de la última Alquitara de Oro de la Fiesta del Orujo, le ha ido bien este año, «a pesar de que el granizo nos hizo perder la cosecha de una viña con mucho fruto en Las Adras». Lo compensó con las viñas de Pendes, Tudes y Potes, «que dieron un fruto bueno y sano, con hasta 11 grados en la uva blanca y entre 11 y 14 grados en la negra». El viticultor atribuye el adelanto de la temporada a la sequía y concluye que en total ha recogido 8.000 kilos de uva, que dedicará a la producción de orujo en la Bodega de Valmeo.
El granizo también se hizo notar en la viña de Mesa Sin Pan, encima de Ojedo, pero en este caso tuvieron suerte porque afectó más a la hoja que a la uva. Los promotores calculan haber recogido en torno a 15.000 kilos de uvas. Carlos Agüeros es un veterano viticultor lebaniego que ha seguido la tradición familiar y posee una viña en Pendes y que también se muestra satisfecho con el rendimiento de la uva. El próximo verano seguirá vendimiando y el siguiente, también. Así, dice, «mientras pueda». Otra empresa que está concluyendo la labor es Picos de Cabariezo, con el vino que elaboran dentro de la Indicación Geográfica de Calidad Vino de la Tierra de Liébana. José Antonio Parra, uno de los socios, asegura que, «a pesar de que en dos ocasiones hemos tenido que parar la vendimia por la lluvia, la producción es más corta que la de 2023 y la uva está muy sana, con los grados justos y de calidad». En la bodega Cayo, dirigida por Manel Gómez, dentro de la IGP Vino de la Tierra de Liébana, también han concluido la vendimia con buenas sensaciones, ya que según Roberto del Campo, uno de sus responsables, «la uva recogida está muy sana, con un 90% de la producción de la variedad mencía».
Con todo, hay un factor externo y difícil de controlar que mantiene preocupados a los profesionales del sector: la presencia de la fauna salvaje, como jabalíes y osos. «Ha habido un aumento importante de los daños causados por estos animales», aseguran. Por ejemplo, en una plantación de Morillas (Cambarco) de 10.000 plantas, perdieron 500. Un problema que acusa también Del Campo, «principalmente en la viña de Santa Olaja, en Potes, donde los jabalíes bajan del monte todos los días».
Mientras, en la zona oriental existen variedades como el albariño y el godello. La bodega Pago Casa del Blanco cuenta con un total de 5,5 hectáreas de viñedos divididos entre Treto y Nates. En la primera se emplaza la variedad de godello, donde este año, como en Liébana, la vendimia se adelantó a mediados de septiembre. En Nates, sin embargo, la uva albariño ha estado lista este mes de octubre. El enólogo del negocio, Antonio Merino, atribuye la diferencia «al tipo de uva: la godello es más precoz y también más sensible a las enfermedades fúngicas endémicas de la vid que afectan a los viñedos cántabros por las lluvias y la humedad, mientras que el albariño es más tardío, pero más resistente a los hongos». Con todo, «la botritis -una de las tres afecciones que sufren las vides junto al oídio y el mildiu- nos ha obligado a estar muy atentos al punto exacto de madurez de la uva para vendimiar cuanto antes». De lo contrario, «la enfermedad se lleva por delante todo el viñedo». El mildiu también causó estragos en la cosecha, que paliaron aplicando diferentes tratamientos a mano en las vides. Por su parte, Mikel Durán, de Bodegas Vidular -una de las impulsoras en retomar la tradición viticultora cántabra a finales del siglo pasado- coincide en que ha sido una campaña «complicada», aunque al final ha salido adelante. Ambos han tenido, eso sí, más costes.
Y más tiempo tienen en la zona de Cieza y Castillo Pedroso (Corvera de Toranzo), donde la vendimia no ha empezado. Los profesionales calculan que se retrasará hasta la última semana de octubre. Ahora mismo, la situación de la uva no es la adecuada para comenzar a vendimiar. Influyen, de nuevo, las condiciones meteorológicas.
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