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Aunque la gran mayoría de la población prácticamente se ha olvidado del covid-19, el virus sigue cobrándose vidas por anticipado y Cantabria acaba de superar el listón del millar de fallecidos: van 1.001 muertes desde que empezó el recuento en marzo de 2020, ... con el inicio de la pandemia, según hizo público este viernes el Servicio Cántabro de Salud. La Comunidad ha contabilizado en los 32 meses de emergencia sanitaria ocho olas del coronavirus SARS-CoV-2 y los decesos se han concentrado, generalmente, en los momentos 'altos' de cada onda. Del total, 514 han sido hombres y 487 mujeres.
El peor año, con diferencia, al hablar de covid y letalidad fue el primero. Cantabria apuntó de marzo a diciembre 410 defunciones, la edad media de los fallecidos fue de 84 años y la tasa de letalidad (que se calcula dividiendo el número de desaparecidos entre el total de casos detectados) fue del 7,1% en mayores de 60 años. Influyeron múltiples factores: la virulencia de la variante inicial que llegó de la ciudad china Wuhan, la falta de medidas de contención (se desconocía cómo autoprotegerse y tampoco había vacuna) y los sistemas sanitarios tuvieron que adaptarse a la nueva circunstancia: tomó un tiempo reaccionar y conocer cómo luchar contra las consecuencias del virus. No obstante, también hay que tener en cuenta que en aquella primera embestida fueron incontables los casos sin diagnosticar por la limitación de test.
El año siguiente (2021) concluyó con 225 bajas por covid-19, poco más de la mitad de los habidos el primero. Ese ciclo fue el de la vacunación masiva y, pese a que las olas no remitieron y aparecieron nuevas subvariantes –que complicaban periódicamente el panorama sanitario y social–, el número de decesos retrocedió en parte porque se mantuvieron numerosas restricciones. También bajó la edad media de quienes morían, que se situó en 82 años y la letalidad se quedó en el 2,7%.
Aunque lo que no hay que pasar por alto es que, lo largo de este 2022, el número de muertes ha vuelto a repuntar de forma muy reseñable: se llevan anotadas 366, que son 141 más que el año anterior –y eso que falta un mes largo para que acabe el ejercicio–. El ascenso es achacable a la vuelta a la normalidad sin más limitaciones sanitarias que el mantenimiento de las mascarillas en algunos espacios como transportes públicos, hospitales, centros de salud y farmacias. Eso sí, la edad promedio ha vuelto a subir hasta los 85 años. La tasa de letalidad ha seguido recortándose y ahora está en el 1,1% (siempre calculada sobre los mayores de 60 años).
Si nos acercamos a la mortalidad que ha provocado el coronavirus por olas, el balance oficial en Cantabria habla de una inicial que comenzó a principios de 2020, concluyó en julio y se cobró 212 vidas. La segunda onda se inició tras el periodo de confinamiento, durante el primer amago de 'nueva normalidad'. En ese momento, la región vivió un grave repunte a partir de octubre y se anotaron otras 184 defunciones.
La tercera se achacó a las celebraciones navideñas, donde el virus encontró el escenario perfecto para propagarse entre reuniones de amigos y familiares. Y se tradujo en 145 defunciones más hasta marzo de 2021.
La cuarta curva se desarrolló en medio de una diferencia fundamental, porque la vacunación había protegido ya a las personas de más edad, el grupo de población en que el virus se había cebado, sobre todo en las residencias de mayores. De esta ola se culpó a la Semana Santa, con sus vacaciones y sus desplazamientos y se saldó en Cantabria con 33 muertos. A partir de ahí, los datos de fallecimientos ya son muy diferentes, porque las vacunas hicieron su efecto: hubo picos altos de contagios, algo que se vio con claridad en la quinta ola del coronavirus (en el verano de 2021), pero el número de muertes descendió gracias a que un 83% de las personas vacunadas estaban ya inmunizadas.
Hubo otro momento crítico en que el contador de decesos se aceleró: fue alrededor de las Navidades de 2021, cuando llegó la ola gigante de Ómicron (la sexta, que se prolongó hasta marzo de 2022). Aunque la nueva variante del virus se demostró menos virulenta –en la actualidad son sus sublinajes los que siguen en circulación–, su escape de inmunidad disparó los contagios a cifras nunca vistas y, en consecuencia, dejó el segundo balance de muertes más abultado de todo el periodo pandémico, solo por detrás de la etapa inicial. Las séptima (abril y mayo de este año) y octava olas (el último verano) han seguido sumando en este desdichado marcador, aunque en menor medida. En los últimos tres meses y medio, la estadística se ha engrosado con cuentagotas, lo que se corresponde a un nivel contenido de contagios (este viernes, por ejemplo, solo se registraron 40 casos nuevos) si bien no hay que perder de vista que, desde el pasado marzo, la Administración se limita a medir la incidencia del virus en la población mayor de 60 años, que ha sido el colectivo de edad más castigado.
En toda la pandemia, han sido las personas mayores de 80 años las que más han debido temer al virus. Habían pasado de esa edad el 72,5% del total de fallecidos en Cantabria, un porcentaje que dista mucho de los registrados en el siguiente grupo de edad más afectado, el que va de 70 a 79 años. Entre los que tienen de 60 a 69 años se han producido 64 muertes (el 6,4% ), y de menos de 60 años solo han perdido la vida 36 personas.
Mención aparte hay que hacer de los cántabros nonagenarios (en la estadística del SCS se les incluye en el grupo de mayores de 80, no tienen epígrafe propio) que han protagonizado el exceso de mortalidad registrado en la región en los primeros siete meses de 2022, un fenómeno muy relacionado con el covid.
De enero a julio de 2022 murieron en Cantabria un millar de personas más que en el mismo periodo de 2021, algo que Salud Pública explicó con dos argumentos: la incidencia de enfermedades respiratorias (sobre todo el coronavirus) y las olas de calor del verano (especialmente la de julio, que fue larga e intensa) que pusieron a prueba la función cardiovascular de los ancianos.
La información oficial también revela que el covid-19 se ha cebado más con hombres que con mujeres. Y la distancia entre ambos sexos es llamativa este año. Frente a 171 mujeres, han desaparecido 195 hombres (24 más). En los dos años anteriores no había habido una brecha tan grande. En 2020 fueron seis varones más que mujeres (208 frente a 202) y el año pasado ocurrió al revés: murieron tres mujeres más que hombres. Otra diferencia: de media, ellas han fallecido en Cantabria con al menos dos años más que ellos.
Este viernes, los hospitales de Cantabria atendían a 16 pacientes de covid ingresados, de los que solo dos requerían la asistencia de la UCI de Valdecilla. La incidencia del virus a 14 días está en los 210 contagiados por cada 100.000 habitantes (mayores de 60 años), mientras que la extensión a siete días está en los 103. En las últimos dos semanas han fallecido seis personas por covid.
Al valorar este momento estadístico (Cantabria pasa de los mil muertos por covid) Reinhard Wallmann, director general de Salud Pública de Cantabria, confía en que la región salve el próximo invierno. El alto cargo de Sanidad señala que «lógicamente, el impacto del coronavirus fue mucho mayor al principio porque se trataba de un nuevo patógeno» y el sistema sanitario tuvo que aprender su comportamiento y añade que, a estas alturas, la variante Ómicron tiene mucha menos fuerza, la población está inmunizada y el control sobre cualquier variante es rapidísimo.
Por estos motivos, Wallmann se declara «optimista». «Puede que lo salvemos», dice gráficamente en referencia al invierno en puertas, aunque con todas las prevenciones. Se apoya en que los datos revelan que el virus, que no ha dejado de mutar, «ha llegado a un punto en que le cuesta innovar. Las subvariantes que se detectan no lo tienen fácil para encontrar fórmulas de hacer daño».
Al tiempo, se ha constatado que las últimas ondas epidémicas han sido «fluctuaciones rápidas», que se «han roto deprisa» y que no han impactado apenas en el sistema sanitario, factores que invitan a ver el futuro sin excesivo temor. «A no ser que apareciera una subvariante totalmente nueva, no creo que vayamos a enfrentarnos a grandes problemas», afirma Wallmann, que espera un invierno «tranquilo».
A todo lo anterior hay que añadir que tanto el sistema sanitario como la población en general ya tienen bien desarrollado el 'músculo anticovid'. «Inicialmente, no había inmunidad ni medidas de contención y, después de más de dos años, esto ha cambiado muchísimo». Los índices de covid «ahora son soportables».
La situación actual, a solo un mes vista de las fiestas navideñas, contrasta radicalmente con la angustia social con la que se vivió en 2020 y en 2021 el periodo previo a las Navidades, en los que o bien se prohibió a las familias reunirse en grupos grandes para las celebraciones (caso del primer año de pandemia) o bien las autoridades sanitarias esperaron hasta el último momento para sopesar si los efectos de las campañas de vacunación permitían a abuelos, hijos y nietos compartir mesa y mantel sin riesgo –sobre todo– para los mayores.
Este año las circunstancias son muy distintas, aunque las noticias que llegan en los últimos días de China, donde empezó la pandemia, no son precisamente para lanzar las campanas al vuelo. En el gigante asiático, el número de casos diarios de covid-19 alcanzó esta semana un récord desde el inicio de la pandemia y el país vuelve a enfrentarse a múltiples brotes y restricciones sociales.
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