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El eco hace retumbar la lectura del Evangelio en una parroquia apartada en la montaña de Cantabria. El mensaje se dirige a los bancos vacíos, salvo por una única feligresa de más de 70 años, con movilidad reducida. La Diócesis de Santander intenta llegar a ... todas su parroquias (616), con la dificultad de acceso en algunos casos y con menos curas cada vez. En estos momentos, en activo hay 168 sacerdotes con labores de pastoral, lo que supone de media celebrar cuatro misas por domingo, aunque debido a la orografía, el reparto no es ecuánime, concentrándose más parroquias en algunos de ellos, como en los valles de Mena, Toranzo y Liébana.
«Solo el esfuerzo que hace esta señora para llegar a la iglesia en un pueblo alto en la montaña, hace que merezca la pena celebrar la misa y lo hago con la misma devoción que en otras parroquias llenas de gente», asegura Ramón Gómez, cura del valle de Mena (Burgos) de la Diócesis de Santander. Este es el caso más llamativo, donde dos curas están al frente de 54 pueblos. «No doy abasto con las ochos misas que celebro entre sábado y domingo, pero es lo que toca y hay que organizarse», continúa Ramón.
168 curas
con cargo pastoral, de ellos 127 no son de órdenes religiosas. Hay otros 19 jubilados.
616 iglesias
en la región donde se celebra misa, algunas son de difícil acceso y pocos fieles.
7 seminaristas
se preparan en Corbán, una cifra superior que hace un año con solo dos.
En Liébana los sacerdotes también se sienten «saturados». Se reparten las misas de las 72 parroquias entre tres curas y tres frailes franciscanos del Monasterio de Santo Toribio, que además de custodiar el Lignum Crucis, salen a dar misa a los pueblos. Elías Hoyal, párroco de Potes, destaca que «la ley canónica establece dos misas por domingo, pero estamos celebrando siete en domingo y dos o tres en sábado, rotando por los distintos pueblos para llegar a todos. Hay pueblos que están a 500 metros de altura y también tienen derecho a que se celebre misa».
Este curso hay en el Seminario Diocesano de Corbán siete seminaristas preparando su vocación para el sacerdocio que pasarán a integrar la Diócesis de Santander cuando finalicen esta etapa de formación. La cifra es superior a la de hace una año, con solo dos seminaristas, lo que supone una dosis de optimismo para el clero que se siente «saturado» en sus labores. «Hay esperanzas», afirma Hoyal. «Este año la presencia ha subido notablemente. Para el fomento de las vocaciones tenemos que trabajar con los jóvenes y no tener miedo a presentarles la vocación. Queremos que sean médicos y abogados, pero ser cura no está de moda», opina el párroco.
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