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Las anécdotas que surgen en el día a día del Registro Civil de Santander darían para escribir un libro. Personas que buscan llamarse de otra manera esgrimiendo razones de lo más rocambolescas; gente que aspira a cambiar el género de su DNI y otros que ... optan por invertir el orden de sus apellidos, poniendo por delante el de su madre. Esta última es una práctica que permite la ley hace muchos años y que cada vez es más común. De media son más de 40 cántabros los que lo hacen cada año. Detrás de cada caso hay una historia personal, que a veces es más caprichosa y otras responde a una honda motivación emocional.
«Cuando mis padres me tuvieron él tenía 17 años y ella 18. Eran dos críos y aquello era la crónica de una muerte anunciada. Así que mi madre se quedó conmigo y me crió en casa de mis abuelos. Yo quiero a mi padre biológico; pero la figura más parecida a la figura de un padre que tuve entonces fue mi abuelo materno». Tamara de Diego del Hierro pronuncia con orgullo su nombre y sus dos apellidos tal y como quedaron tras cambiarlos en el registro. «Creo que es bueno que cada cual pueda decidir sobre esto siendo adulto y teniendo plenas facultades de juicio. Y es que hay muchos matices en las vidas y un gesto muy sencillo, que no tiene por qué hacer daño a nadie, puede ayudarte a estar más a gusto».
A Óscar Alcorta García le sucedió algo parecido. Sus padres se separaron cuando él tenía sólo nueve años. «Fue mi madre quien nos sacó adelante y por esa razón decidí que quería conservar su apellido», afirma. «Además, pensaba que iba a ser la manera de que se perpetuara cuando tuviera descendencia». De hecho, su hija María, que ahora tiene 19 años, se apellida como su abuela.
Tamara de Diego
Irene Buenaga
Óscar Alcorta
Óscar conoce otros casos como el suyo y por eso pide sensibilidad a quienes frivolizan sobre este asunto. «Hay quien dice que lo hacemos por llamar la atención, por un afán de poner en valor a la mujer o por cosas así; pero es que cada cual tiene sus motivos y son muy personales. Yo lo que defiendo es que haya libertad para que cada cual haga lo que le venga en gana, porque son sus apellidos o los de sus hijos».
Llegados a ese punto, cuando se trata de la descendencia, lo necesario es que exista el consenso de los progenitores. A Irene Buenaga no le costó convencer a su marido, Alejandro García, cuando le propuso cambiar el orden de los apellidos de su futuro hijo. «Estoy embarazada y lo he pensado siempre. Por suerte mi marido me animó. Defiende que somos las mujeres las que más sufrimos en la maternidad y que por tanto hemos de ser nosotras las que tengamos ese reconocimiento», confirma. El pequeño nacerá en diciembre y será un niño. «Mi hijo no va a ser mejor persona por tener mi apellido primero, pero si eso nos hace ser más felices, ¿por qué no lo vamos a hacer?», cuestiona.
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