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«Esto es catastrófico. Estoy muy preocupado, tengo dos compañeros en la zona más afectada y no sé nada de uno de ellos desde ayer. Han caído 400 litros por metro cuadrado. La alerta de emergencias llegó muy tarde, cogió a todo el mundo trabajando, ... fuera de casa». El cántabro David Vega habla sin coger aire, deprisa, agobiado y muy preocupado por el balance final de fallecidos -hasta ahora 62- por la DANA más destructiva del siglo a su paso por la Comunidad Valenciana. «Han muerto niños y van a ir saliendo más porque esto es devastador. Para que todavía la gente niegue el cambio climático. Ha sido como una tormenta tropical, había huracanes», dice compungido.
A él le cogió en Valencia capital, donde el temporal no ha dejado grandes destrozos. «Si llega a ocurrir aquí estaríamos hablando de una desgracia muchísimo mayor, la ciudad no está preparada para soportar algo así», señala, e insiste en que las autoridades «nos avisaron a las 20.30 horas, ya era tarde, la gente estaba fuera de sus casas, en los trabajos, sin tiempo de reacción». Su madre fue la primera en advertirle: «Me llamó preocupada por la mañana cuando vio el parte meteorológico, me dijo que comprobara bien las ventanas por la tormenta». «Pero esto no ha sido una tormenta, ha sido un huracán, como el que me tocó vivir cuando residía en Nueva York. Las imágenes son las mismas que dejó 'Sandy'», explica Vega.
Su mayor preocupación ahora es localizar a un compañero de la banda de musica con la que toca en Valencia. «No hemos conseguido localizarle. Él estaba en la zona de Catarroja, una de las más afectadas, pero quiero pensar que como hay mucha gente que se ha quedado sin luz por las inundaciones, no tiene batería en el móvil», se consuela. Y pone un ejemplo para que en Santander nos hagamos una idea de lo que tiene alrededor: «Imagina que en Torrelavega llegara el agua hasta los primeros pisos de los edificios, que estuviera todo inundado. Pues ahora multiplica por cinco. Picanya, Petxina, Torrent, Letur... Está todo arrasado, no ha quedado nada. Las infraestructuras básicas, las comunicaciones, no hay vías de tren, no hay carreteras...».
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Cuenta Vega que ayer por la tarde miró al cielo y se estremeció. Era de un gris azulado que presagiaba el desastre que estaba por llegar. «Pero nadie, ni las autoridades, podían esperar que caerían más de 400 litros de agua», señala.
Compartiendo ese mismo cielo estaba José Luis Manzanares, otro cántabro que reside en Valencia. Se dirigía a jugar un partido de pádel, sobre las ocho y media de la tarde, cuando comenzaron a entrar alertas al teléfono móvil. «En la ciudad no hay rastro del temporal salvo pequeñas incidencias en el metro y demás, pero a 15 minutos de donde nos encontrarmos -como la distancia entre Santander y Liencres- los destrozos son tremendos», explica Manzanares, que empieza a percibir cierta psicosis entre los ciudadanos: «Dicen que el agua en Mercadona se está agotando porque se prevén cortes en el suministro debido al barro».
Como David Vega, él tampoco localiza a compañeros de trabajo. «No sabemos nada de ellos. Uno nos dijo ayer que estaba subido a una farola, pero desde entonces no sabemos más. En las zonas donde se encuentran hay mucha gente sin móvil, llamas y comunica o no da señal».
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