Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando a Peio H. Riaño (Madrid, 1975) se le mete una cosa en la cabeza, es difícil convencerle de que desista en su empeño. No tiene ningún problema en que el resto de los seres no apoyen sus pensamientos o iniciativas, al igual que no ... se encuentra sujeto a nada ni a nadie para expresar sus opiniones. Así lo demuestra en su último libro, 'Las invisibles', en el que habla sin tapujos de la relación del Museo del Prado con la mujer. No comprende por qué en las cartelas «se habla de posesión cuando es una violación en toda regla», además de volver al debate de «por qué la mujer no está en el museo». Para este historiador del arte y periodista (redactor de la sección de Cultura de El País), Cantabria es su reducto de paz, del que guarda grandes recuerdos del año y medio que vivió en Mogro y a la región que vuelve cuando tiene tiempo. Se forjó en el mundo de la cultura «a base de leer cuando era pequeño». Afirma que «tenía habilidades para la pintura y entendía el arte como un refugio». Y así fue creciendo dentro de él.
-Cuenta en su último libro, 'Las Invisibles', que el Museo del Prado tiene una gran deuda pendiente con las mujeres. ¿Cómo llegó a esta conclusión?
-Llegó a base de leer sobre arte. Me di cuenta de que las mujeres eran excluidas. Mi libro surge como consecuencia de mi indignación ciudadana. Todos tenemos una responsabilidad en la comunidad y la mía quizá sea denunciar la situación que se describe en algunos cuadros. El museo, al que admiro y apoyo, no puede mentir, ser tan retrógrado con la mujer. Fue concebido en el siglo XIX, pero no está adaptado al XXI. Hay que definir cómo van a ser sus próximos 200 años de vida, desde la perspectiva de género. Tampoco nos podemos olvidar de que la mujer, como artista, siempre ha sido una invitada en el Prado. Un ejemplo, no hay un lugar propio para la impulsora del museo, la reina Isabel de Braganza.
-El Museo del Prado cumplió el año pasado 200 años de vida. Pocas han sido las voces que se han alzado a criticar alguno de sus aristas. ¿Ha hablado sobre el tema de su libro con la dirección? ¿Ha recibido más críticas o apoyos?
-Ningún apoyo. Mi mensaje no ha sido bien recibido en el museo. La institución no está dispuesta a incidir en el feminismo. Si tras el confinamiento, el espacio, las salas, la manera de recorrerlo, se ha cambiado por completo, ¿por qué no se iba a poder modificar para desterrar el paternalismo con el fue concebido? No comprendo por qué hoy en día, cuando se escribe sobre feminismo, se levantan sospechas, de manera inmediata. El feminismo activo es calificado de locura, de exageración. No tiene sentido. Y menos si estamos hablando de desigualdades en una institución como el Prado.
-Imagino que esta deuda pendiente no solo es del Museo del Prado. ¿Sucede lo mismo en el resto de Europa?
-Sí, en todos. El patriarcado es el virus que afecta a todos los museos por igual. Hace ya más de 30 años que historiadoras de prestigio vienen denunciando esta situación. ¿Cómo es posible que en Bachillerato solo se estudien a dos mujeres artistas?
-¿Está al tanto del proyecto ganador del futuro Museo de Prehistoria de Cantabria? La región también tiene una deuda pendiente, pero con el arte rupestre.
-Sí. Considero que los políticos no están a la altura de las necesidades culturales de Cantabria y lo que lleva sucediendo años con este museo que no se acaba de construir es un ejemplo. Los cántabros van mucho más por delante que ellos. Veo que hay muchos proyectos en marcha, pero pensados para ponerlos a los pies del turismo, no de la sociedad. Solo hay que fijarse en lo que se pretende hacer en el faro de Ajo y Okuda.
-¿Se atreve a tomarle el pulso a la cultura cántabra? ¿Cree que el Centro Botín es suficiente para tirar del carro? También está en marcha el Proyecto Pereda, del Banco Santander.
-Cantabria tiene una fuente muy rica, que es su mejor Producto Interior Bruto: su patrimonio material e inmaterial, como son sus costumbres, su saber popular, sus fiestas. No se debe confundir Cantabria con Disney World. Tampoco se debería dejar de lado su patrimonio industrial, como se hace. Por no hablar del arte rupestre, que es un referente para toda Europa. Habría que diseñar un proyecto turístico basado en el patrimonio. Creo que no está lo suficientemente bien valorado.
-¿Dónde me llevaría después a tomar unas rabas y un vermú?
-Hace poco he estado en Trasierra, cerca de Comillas. Me pareció un lugar maravilloso. Allí hay un bar muy humilde, donde tomar unas fantásticas rabas en la bolera. Por cierto, también me tomé un vermú.
-Su casa familiar está en Puente San Miguel, pero creo que está a la caza y captura de una casa en un pueblo, en uno por el que no pase una carretera general.
-Para mí es importante encontrar un lugar en el que esté unido a mis ancestros, en el que siga aprendiendo algo. Mi familia paterna es de Navarra, pero la materna es cántabra. Busco algo que no tenga nada que ver con la ciudad. Donde exista la comunión ciudadana, algo que solo se da en los pueblos, donde la gente se ayuda.
-Mogro fue su refugio durante un año y medio. Ahí escribió su primer libro, engendró a su primer hijo y comía gambas a la plancha, mientras disfrutaba de la puesta de sol. ¿Volverá a Cantabria a escribir?
-Vuelvo a Cantabria siempre que puedo a escribir. En esta región encuentro un lugar para reflexionar, dónde encuentro calma y armonía, que es lo que necesito para escribir en paz. Tengo muy buenos recuerdos de mi año y medio en Mogro, donde viví hace ya más de trece años, que son los que tiene mi hijo Lucas. Mi otro hijo, Teo, tiene diez.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.