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«Se veía venir», dicen la mayoría de los protagonistas de esta información. Son ciudadanos cántabros que residen en Estados Unidos y estadounidenses instalados desde hace varios años en la región. «El asalto al Capitolio fue indignante», admiten sin dudar.
Esta corraliega, catedrática de Literatura Española en la Universidad DSU de Utah, que lleva 20 años en Estados Unidos, lo tiene claro: «Fue un golpe de estado fallido, de manera muy violenta, acelerada y surrealista». En su opinión, «Trump llevaba meses instigando e incendiando a su gente, alentando la revuelta, llamando a la lucha desde su poltrona acomodada, abandonando al país en medio de una pandemia y crisis económica profunda». «Mi marido tenía claro que iba a pasar, yo tenía la esperanza de que la gente se diera cuenta de que les estaban mandado a una batalla perdida, que sólo eran peones manipulados por un sociópata», concluye.
«¡Qué decir! Pues que todos nos dimos cuenta de la gravedad del asunto. Pero es algo que no viene de ahora, sino de cuando arrancaron las elecciones norteamericanas y la campaña electoral», explica. «Los que vivimos allí hemos podido comprobar que la sociedad está más dividida que hace cuatro años», concluye este golfista con gran porvenir, estudiante de biomedicina en el Estado de Tennessee.
«Me quedé estupefacto, como todo el mundo», explica Nicolás Moramarco, profesor californiano de inglés en la Escuela de Idiomas, que lleva 25 años en España y reside en Mogro. «Es esperpéntico que hayan podido entrar. La duda es saber cómo lo consiguieron», añade.
«No lo esperábamos porque ahora las cosas están mucho mas tranquilas que cuando estábamos en plenas elecciones o durante el movimiento 'Black Lives Matter'. Es un comportamiento que no se corresponde con este país, hay que tener en cuenta que no deja de ser una minoría de seguidores radicales de Trump», explica Silvia Fernández García, administrativa en un colegio de Brooklyn (Nueva York).
«De lo que más hablan los americanos es de que esto es una crisis para la democracia del país y culpan directamente al presidente Trump de alentar toda esta violencia y de mentir desde el minuto uno sobre el resultado de las elecciones. Después de lo del miércoles, parece que ha perdido apoyos, también los de su partido. Muchos republicanos no quieren saber ya nada de él», explica Jorge Postigo, investigador e inmunólogo cántabro residente en Manhattan desde 2014.
Carlos Fernández nació en Nueva York y regresó a Cantabria hace unos años porque su padre, ya fallecido, era de Santander. «Lo primero que me vino a la mente es porque casi no había policías. Quizá fue un golpe de Estado orquestado por el presidente Donald Trump. Además, cómo es posible que tardara tanto tiempo en llegar la Guardia Nacional. Aunque de momento no hay pruebas al respecto, es algo que debemos preguntarnos todos: ¿Por qué tantos manifestantes y tan pocos policías? Es escandaloso, indignante. No fue una simple protesta», añade.
«Es una aberración, una vergüenza para Estados Unidos. El Capitolio es símbolo y templo de la democracia americana. Esto es un atentado terrorista doméstico incitado por el presidente Trump», explica Roberto Ceballos Seijas, profesor de instituto en Mount Vernon (Nueva York).
«Es una vergüenza propia de una república bananera. Me sorprendió a medias porque sabía que Trump iba a hacer algo, pero no pensé que sería tanto» admite Cristina Morin, natural de Maryland y residente en Los Corrales de Buelna.
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