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El estudio sobre consumo de alcohol, tabaco y drogas ilegales en España, publicado recientemente por el Ministerio de Sanidad -referente a los datos de 2020-, sitúa a Cantabria en los primeros puestos de la clasificación nacional en consumo de alcohol y de tabaco. Para ser ... más exactos, los ciudadanos de la región son los sextos que más fumaron y los séptimos que más bebieron de España a lo largo del pasado año.
El dato constata lo que ya se auguraba, pues las imágenes que dejaron este verano muchas playas, plazas y parques, con hordas de adolescentes enfervorecidos en torno a la litrona y con disturbios que llegaron a preocupar a las autoridades, dejaron claro que la tendencia no era normal. «El principal problema de esta sustancia es que está socialmente muy aceptada y parece que su consumo es normal. No nos damos cuenta de los perjuicios que puede tener para nuestra salud, especialmente para la de los jóvenes que están aún conformando su personalidad», opina Marián Rueda, jefa del Servicio de Adicciones de Salud Pública.
Un 67,6% de los cántabros entre 15 y 64 años -años en que el estudio ha centrado la muestra- admiten haber bebido alcohol en el último mes. Más que la media nacional, que se encuentra en el 63%. Otro dato: en el último año, un 10% confesó haber hecho botellón. Una cifra que se entiende aún más grave si se matiza, pues ese porcentaje es respecto a la muestra -recordemos, personas entre 15 y 64 años-, con lo que se acentuaría si se obtiene la proporción real sobre el sector social que bebe en la calle, los más jóvenes.
Con el tabaco sucede algo parecido. «En Cantabria la mujer ha fumado mucho siempre tradicionalmente y eso puede estar ayudando también a incrementar la media respecto a la nacional», explica Emma del Castillo, responsable de tabaquismo en el Servicio de Adicciones. Un 38,6% de la población de muestra admitió fumar cigarrillos en el último mes en la región.
«Necesitamos que la gente entienda que la industria tabaquera tiene mucho dinero, mucho poder y muchas líneas de influencia. Ya no hay publicidad de tabaco pero es ahora cuando más vemos fumar en las series y películas. Nadie sabe todo el impacto medioambiental que tiene la fabricación de una cajetilla, o el daño que supone el residuo de una simple colilla», explica la experta de un servicio desde el que se programan anualmente cursos y talleres para prevenir este tipo de adicciones. «La clave es prevenir y educar», enfatiza Rueda, que ha preparado para este año ocho monográficos prácticos para llevar toda esta información a los centros educativos de Primaria y Secundaria.
La buena cara de este estudio la muestran los datos sobre consumo de cannabis. Cantabria se encuentra la segunda por la cola en inhalación de esta sustancia, sólo por detrás de Melilla. «Es un buen dato; aunque no bajamos la guardia porque es algo que nos preocupa», señala Rueda. De hecho, el cannabis no sólo es la sustancia ilegal más consumida en la región, por delante de la cocaína, sino que es la única dependencia que aumenta la demanda de inicio de tratamiento de personas que acuden por primera a los centros, fundamentalmente entre la población más joven, con una media de edad de 27,5 años.
Marián Rueda - Servicio de Adicciones
Baltasar Rodero - Psiquiatra
Los expertos señalan que todos estos problemas se han acrecentado a raíz de la pandemia. Que el aislamiento y la incertidumbre que aún se arrastra en el ámbito laboral, económico, y casi existencial, está disparando las vías de escape, sobre todo entre los más jóvenes. Pero para ver el efecto de todo ello aún habrá que esperar, porque el presente estudio se realizó del 7 de febrero al 13 de marzo de 2020. Con todo esto, parece claro que los peores datos aún están por venir.
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«El adolescente es un individuo en camino hacia la formación y la búsqueda de la personalidad, de los demás, la socialización, y lo hemos visto aislado. Y necesita una desconexión que busca en sustancias que le otorgan paz, sosiego y desconexión de la realidad», explica el psiquiatra Baltasar Rodero. «Hay falta de expectativas, de futuro. Los jóvenes están perdidos porque ven que la sociedad no es fuente de paz, que es lo que debería ser, sino de desasosiego, incertidumbre y tensión. Mientras no cambie eso, este problema de las adicciones no se solucionará», reflexiona.
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