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Hay dos conversaciones que se prestan a mantener en un ascensor en Santander: el tiempo meteorológico (variable) y el tiempo económico (siempre a punto de ... llover). Pero si la surada es inevitable y la escasez de empresas no deja de constituir un lamento frecuente, existe un tercer tema del que los cántabros pueden alardear sin rubor: la vida. Lo importante es la salud. Y un informe que el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social acaba de publicar sobre la esperanza de vida de los españoles -y que es fruto de un riguroso estudio iniciado en 2002- sitúa a Cantabria como la autonomía que disfruta de mayor calidad: como promedio, sus habitantes llegan hasta los 71,6 años con buena salud y libres de dependencias, casi ocho más que la media nacional.
La esperanza de vida en España se sitúa actualmente en los 83,3 años, la mayor registrada en los países de la Unión Europea y la tercera a nivel mundial. De hecho, solo la superan Japón y Suiza. También aquí Cantabria está ligeramente por encima, con una esperanza de 83,6 años. Serán meses, pero todo cuenta. No obstante, otras seis comunidades la preceden: Madrid (85,08 años), Castilla y León (84,2), Navarra (84,13), La Rioja (84,01), País Vasco (84) y Cataluña (83,64). Eso sí, la paradoja reside en que en todas ellas los ciudadanos llegan en peores condiciones de salud. Por ejemplo, la calidad de vida en el País Vasco se prolonga hasta los 66 años y entre los castellanoleoneses, hasta los 65. Asturias, un territorio bastante similar geográficamente a Cantabria, presenta el índice más bajo de todo el país después de Murcia en cuanto a años de vida saludables: 56. Visto así, lo más parecido a un roble es un cántabro.
El informe del ministerio destaca, por otro lado, que las mujeres viven 5,6 años más que los hombres, un lapso de tiempo importante pero inferior al que se contabilizaba en 1992 debido a que ellas se han incorporado progresivamente a hábitos como el tabaquismo. El estudio refleja que, desde 2002, los españoles han alargado 3,5 años su esperanza de vida, aunque las cosas podrían ir mejor si dejaran el alcohol y el tabaco, recuperasen la dieta mediterránea y cuidaran el sobrepeso.
Ana Rodríguez Valcarce Sociedad de Geriatría
Pedro Reques Catedrático
Sandra Amor Psicóloga-Unate
José Antonio Labra Catedrático
La pregunta clave en cualquier caso es: ¿Cantabria representa el paraíso? ¿Un balneario? No. Pero se le acerca. Sobre todo, a esto último. Pedro Reques Velasco, catedrático de Geografía Humana y representante de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología en la Estrategia Nacional frente al Reto Demográfico, alude a la «bajísima mortalidad infantil y las altas tasa de supervivencia a todas las edades de nuestra región. La llamada 'rectangularización de las curvas de supervivencia' que no es sino el arrinconamiento de la mortalidad en las edades más altas».
Reques añade otros factores, «que no son ni la renta per cápita, ni el nivel de desarrollo económico, ni el grado de urbanización, indicadores en el que ocupamos una posición más discreta», respecto a otras comunidades. En definitiva, «no es el factor económico sino el sociocultural el que lo explica: son los indicadores de bienestar social, y ligado a él, la mejora de los sistemas asistenciales y de salud».
En este sentido, el catedrático considera que los datos presentan a la cántabra como «una sociedad más estructurada e inclusiva, que desarrolla formas de vida más saludables y que presenta un grado de bienestar social superior al que corresponde a su renta». El cuadro se completa con un par de apreciaciones que colocan a la región con un nivel de dinamismo generacional mayor que el de un profesor de aeróbic en las playas de Benidorm: el modelo social muestra «un alto grado de desarrollo cultural y fomenta el envejecimiento activo» gracias a iniciativas como el programa universitario Senior o la Unate, cuya operatividad llega casi hasta el último rincón rural. De hecho, los expertos consultados por este periódico opinan que, «aunque siempre se puede hacer más», la Comunidad tiene «ayuntamientos y trabajadores comprometidos que intentan llegar a todos los rincones, aun siendo un lugar con mucha ruralidad y dispersión geográfica», sostiene Ana Rodríguez Valcarce, presidenta de la Sociedad Cántabra de Geriatría y Gerontología y directora médica del hospital Santa Clotilde.
En la Universidad Permanente imparte clases la psicóloga Sandra Amor. Estos días tiene tres talleres en Reinosa, San Felices de Buelna y Mataporquera. Tres municipios de una «región pequeña en la que puedes disfrutar del aire del mar a la mañana y de la montaña por la tarde. Hay un contacto muy habitual con el medio ambiente», dice la experta, en coincidencia con el catedrático Pedro Reques, que da un alto valor al «clima benigno, la luz cambiante y el alto grado de accesibilidad territorial a los servicios de salud» en el territorio, aunque ve más determinante el factor genético para explicar la superior calidad de vida. «Cantabria demuestra haber aplicado mejor que ninguna otra región el principio de que más importante que vivir es aprender a vivir y que el objetivo no es solo 'añadir más años a la vida' sino 'más vida a los años'», concluye.
Una de las aplicaciones de esta máxima reside en la «estimulación cognitiva». Es una de las materias que domina Sandra Amor, consciente de que el envejecimiento activo no sólo consiste en poner a los mayores a caminar, sino procurar que no se pare su mente. Ella ha visto en muchos rostros surcados de arrugas el retrato de la soledad rural y también la ilusión de encontrar la puerta de salida. «Me parece fundamental que la gente mayor tenga la posibilidad de acudir a talleres de yoga, pilates y gestión emocional como ocurre aquí. El aislamiento es muy grave. Nosotros tratamos de fomentar el contacto social, porque con depresión o baja autoestima nadie está dispuesto a hacer nada».
5,6
años viven las mujeres más que los hombres, aunque su esperanza de vida sin discapacidad es menor.
Tanto esta profesional como el catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación José Antonio Labra destacan el avance en las políticas de incentivación a la tercera edad. Que a veces se traducen en algo tan sentimental como regresar con 80 años a la infancia. «A mí me ha sucedido -explica Sandra Amor-. Algunas de las personas mayores que vienen al taller me llaman maestra. Un día, una me dijo: 'Vengo porque es como volver a la escuela. Esa oportunidad que me quitó la vida de niña vuelvo a tenerla ahora'. Emociona».
«Si entendemos el envejecimiento como un proceso que empieza en el nacimiento y termina en la muerte hay una serie de factores que explican la calidad de vida: los estilos de vida, el avance de la medicina y la creciente conciencia social de que hay que cuidarse», describe Labra. Reconoce que la mentalidad social y clínica ha cambiado. La Organización Mundial de la Salud relacionó en 2002 la calidad de vida «no con la ausencia de salud, sino con un bienestar completo de la persona: físico, mental y social. Se ha mejorado en el apoyo tecnológico al cuidado de los mayores, pero yo subrayaría el avance en las estrategias sobre el estado emocional de las personas para encontrarse bien consigo mismas, incluso con limitaciones».
Lo definitivo es que se vive más y mejor. El informe del ministerio destroza la antigua visión de que con la jubilación llega el ocaso. Y eso requiere una nueva mentalidad, afirma Ana Rodríguez Valcarce. «Hay que prepararse para ese momento. Antes, la expectativa de un jubilado era de 10 a 15 años y ahora es de 20 a 30; otra vida en sí misma que puede ser productiva a nivel social».
Pero, atención, aquí los hombres lo llevan peor. Comprobado. Con estudios. «La razón está en que las mujeres desempeñan numerosos roles a lo largo de la vida, con un nivel de actividad muchas veces por encima de las posibilidades», mientras los hombres «están más enfocados a lo profesional». Sin la oficina, al sofá. Para evitarlo, Valcarce aporta dos sugerencias: prepararse para la jubilación a los 60 años «ya es llegar tarde» y, luego, «mantener la participación social y áreas de interés en tu vida. Quitemos la imagen negativa de la vejez: se puede aportar mucho».
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