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Rosa Inés García ya no pisará los laboratorios de Valdecilla a los que volvía cuando se tomaba un respiro, obligado o no, de la política. Se jubila con dos años de antelación y no escatima alabanzas ni a sus compañeros de la Sanidad pública ... ni a sus sucesores en la dirección de MARE, donde la pasada legislatura, por primera vez en sus más de 40 años en política, asumió un puesto en el Gobierno cántabro. De donde no se jubila Rosa Inés es de la política. «Estoy activa y soy militante. Lo que no tengo es cargo. De momento». Durante veinte años dirigió con puño de hierro el PSOE cántabro junto con su marido, el expresidente Jaime Blanco. Y durante la década siguiente lideró el sector crítico enfrentado a Dolores Gorostiaga. Ha sido secretaria de Organización, concejala en Santander y diputada en el Parlamento. Y a sus 63 años se compromete a seguir diciendo en su partido lo que piensa «guste o no guste».
-Mientras preparaba la entrevista he encontrado una foto suya, del año 77, en la que sostiene una pancarta del PSOE en una manifestación contra Juan Hormaechea. ¿Usted el socialismo lo mamó en casa o lo aprendió en la calle?
-Mi abuela era maestra republicana y mi madre, socialista y también republicana. El socialismo lo vi en el ejemplo de vida de ellas. Y también durante mi juventud, en los estudios, en la vida... Me afilié al PSOE al mismo tiempo que a UGT, poco después de entrar a Valdecilla, en abril de 1976. Tuve que ponerme a trabajar y dejar Magisterio para pagar la carrera a mi hermano menor, que estudiaba en Madrid.
-¿Queda algo de aquel PSOE?
-Este partido es otro. Ha cambiado con la sociedad. Ahora echo en falta lazos más afectivos y confidenciales, más amistad y diálogo. Las redes usurpan todo el espacio y la gente no tiene tiempo para hablar. El diálogo en política es esencial y en mi partido falta de una manera seria y rotunda.
-¿Echó en falta ese diálogo en su polémico cese de MARE? ¿Cómo recuerda esos días?
-Con tristeza. Recuerdo cómo me dijo Pablo Zuloaga que no querían seguir contando conmigo. No me dio ninguna razón. Él tiene derecho a buscar su gente y hacer sus equipos, lo que ocurre es que en aquel momento la vicepresidenta era Eva Díaz Tezanos. No él. Pero decidí dimitir antes de poner en dificultades a la persona que me nombró. Me hubiera gustado terminar aquella gestión en la que conseguimos acabar con las pérdidas económicas de la empresa. Dejamos MARE saneada y con beneficios.
-Usted apoyó a Pedro Casares para que liderase el partido en Santander, pero él no la respaldó cuando se jugaba su salida de MARE. ¿Le fue desleal?
-Para nada. Pedro hizo en aquel momento lo que consideró. Igual que en estas últimas elecciones generales también ha hecho lo que ha querido. Y tendría que empezar a pensar lo que ha supuesto su capricho.
-¿Le está pidiendo que haga un examen de conciencia?
-No lo sé, eso lo hacen los católicos. Casares bastante tiene con el resultado que ha logrado y necesitará mucho tiempo para reflexionar sobre el fracaso total que ha cosechado. Es preocupante. Para mí ha sido durísimo ver cómo mi partido ha perdido más de 16.000 votos, un diputado al Congreso y dos senadores en solo seis meses.
-Pero en las generales se vota mirando a Madrid, ¿tanta responsabilidad pone sobre las espaldas de Casares?
-Cantabria fue una de las pocas comunidades que cambió a su candidato número uno. Los militantes todavía no sabemos por qué lo hicieron.
-¿No era el mejor candidato?
-A Casares le han puesto en su lugar los ciudadanos. En apenas cuatro meses ha bajado casi 5.000 votos en Santander. Él se presentó y la gente dijo con su voto lo que le parecía.
-¿Cree que Casares ha jugado mal sus cartas para ser alcalde en Santander con un PP sin mayoría absoluta?
-No sé cómo habrán tomado las decisiones en el Ayuntamiento, supongo que contando con la dirección del partido. Lo que sí sé es que crear líderes cuesta mucho trabajo, mucho tiempo y mucho dinero. Y hoy el PSOE de Santander está descabezado. Esto es muy serio y preocupante. Se debe intentar corregir cuanto antes porque las expectativas de un alcalde socialista en Santander se han frenado un poco.
-¿No ve un líder claro para que tome las riendas del partido en la capital?
-En política, a las personas las hacen destacar los votantes. Podemos hablar de sucesores o no sucesores, pero mientras uno no pasa por las urnas no se le puede llamar líder. Casares pasó por ellas y logró siete concejales. Y también ha pasado por las urnas ahora y ha conseguido un fracaso importante.
-Hace 15 años dijo en una entrevista que «la lealtad no tiene nada que ver con el halago o la adulación». ¿Qué es para usted la lealtad en política?
-Decir honradamente lo que uno piensa al que manda y al que no manda. Adular al líder, acariciarle y no saber decirle la verdad es lo peor que le puede pasar a alguien que dirige un partido o una empresa. La mayor lealtad en política es decir la verdad aunque duela. Yo lo haré siempre, guste o no guste.
-¿Siempre ha sido leal?
-He dicho lo que he pensado, nunca he engañado a nadie. He coincidido en Ejecutivas del PSOE con gente que tiene mucho que ver conmigo y he sido más dura con ellos que ningún otro.
-¿Le ha perjudicado eso en su carrera?
-Probablemente haya gente que no comprenda la dureza de una intervención, la crudeza de decir la verdad sobre algo que duele. Si alguien se ha sentido mal por eso, le pido disculpas, pero seguiré diciendo lo que pienso. Aunque me cueste. Y cuando he pensado que iba a hacer sufrir a alguien, me he callado en lugar de mentir.
-¿Le han traicionado muchas veces sus compañeros de partido?
-Traicionar no sé si es la palabra adecuada. Es fea. Me duele mucho hablar de ello en mi partido porque ahora echo en falta más camaradería. Hay mucho distanciamiento, egocentrismo e individualismo. Los partidos han cambiado muchísimo.
-¿No está idealizando el pasado? El PSOE en Cantabria ha vivido épocas muy duras de luchas internas en las que usted lideraba el sector crítico.
-Sí, pero había más fraternidad. Veníamos de un momento tan duro y tan difícil que hablabas incluso de temas personales con los compañeros. Ahora es todo más distante y frío.
-¿Ha dejado más enemigos que amigos en el PSOE al decir esas verdades?
-Tengo buenísimos amigos y, probablemente, también he dejado adversarios, no enemigos. He tenido encontronazos en política que marcan unas líneas de distanciamiento imposibles de arreglar. Pero he intentado siempre no hacer daño a nadie, solo decir con toda la crudeza necesaria lo que era necesario políticamente. Nunca he traspasado la raya personal.
-Pero cuando hablaba Rosa Inés en los Comités y en las Ejecutivas se callaba mucha gente. ¿Le consta que le tenían miedo en el partido?
-¿A mí? ¡Dios Santo! No creo... Es cierto que cuando nos tocó estar en la dirección del PSOE salíamos de un régimen no democrático y era muy delicado dirigir un partido. No sabías quién entraba. A veces se podía utilizar la mano dura, pero cuando el partido en Cantabria se dirigió con esa mano férrea teníamos 16 diputados, 3 congresistas, 3 senadores y 42 alcaldes. No sé si lo de ahora será mejor o peor...
-¿Se llegó a reconciliar con Dolores Gorostiaga? Con ella mantuvo durante casi una década una dura lucha interna mientras fue secretaria general.
-Enfadarme o dejarme de hablar con gente en el PSOE no lo he hecho jamás. He tenido diferencias políticas, pero eso no es malo. Lo malo es no ser leal para decirle a otra persona que no compartes sus decisiones. Me llevo perfectamente con Dolores Gorostiaga, con Ramón Ruiz, con los compañeros que han estado hace mil años en el partido. En su momento fue una etapa políticamente durísima, pero con el tiempo se diluyen las diferencias.
-Entre 1991 y 2015 el PSOE perdió en Cantabria un 70% de sus votos. ¿No cree que esas luchas internas influyeron en la caída? ¿Cómo lo explica?
-Han sido un cúmulo de circunstancias. Quizás el partido no supo identificar bien su propio discurso, su propio papel, en los gobiernos de coalición con el PRC en la primera etapa. Este socio es duro de roer. El PRC ha pasado de ser rural a urbano. Ahora mismo tiene alcaldes en núcleos urbanos importantes. El 'sorpasso' regional se produjo, pero agua pasada no mueve molino. Lo que debemos analizar ahora es que en abril consiguió un diputado nacional y en seis meses no solo lo consolidó, sino que subió 16.000 votos y se quedó a dos puntos del PSOE. Y si no atajamos ese problema puede darnos el 'sorpasso' también a nivel nacional. Hay otro dato. En Cantabria hay 25 ayuntamientos en los que Vox fue la tercera fuerza y el PSOE la cuarta. Esto exige reflexiones muy serias.
-¿Le ha perjudicado al PSOE estar a la sombra del PRC en el gobierno tantos años?
-El PSOE solo sale perjudicado cuando no sabe defender su proyecto. También es cierto que el pacto de gobierno firmado este año deja al PSOE en una posición más débil. Yo nunca hubiera entregado Educación sin pelear. Es una herramienta esencial para lograr la igualdad de la gente, es básico para un proyecto socialista. Y se entregó al PRC sin pelear. Esto ha sido un error serio.
-¿Y por qué el regionalismo ha crecido tanto en paralelo a la caída del PSOE?
-Ellos hacen su discurso. Y lo que no podemos hacer nosotros es imitar esa estética porque no es la nuestra. La gente no compra las copias, prefiere el original. El PSOE debe ser leal en el pacto de gobierno, pero con un discurso propio que dé respuestas a los problemas. Los dirigentes actuales los enuncian bien, pero hay que dar también las soluciones. No podemos quedarnos en obviedades.
-Entonces, ¿a Pablo Zuloaga le sobra forma y le falta fondo?
-A veces nos quedamos en la estética del envoltorio y no lo llenamos de nada. Si pretendemos competir con Miguel Ángel Revilla en lo gráfico y en lo escénico, los socialistas ni marcamos la alternativa ni hacemos gracia.
-En 2006 dijo en otra entrevista que en el PSOE «el protagonismo te lo dan y te lo quitan los militantes, ellos nos ponen en el sitio que merecemos». ¿Han puesto a Zuloaga en el sitio que se merecía como secretario general del PSOE?
-Zuloaga ha ganado el Congreso y tiene la autoridad legítima para dirigir el partido. Confío plenamente en el derecho de participación para adoptar decisiones y para quitar y poner dirigentes. Ese derecho es indiscutible en el PSOE. Aunque se echan en falta mandos intermedios que puedan fiscalizar la acción de los que dirigen el partido. Por ejemplo, ha habido elecciones hace poco con un resultado electoral muy preocupante y aún no se ha reunido el Comité regional para reflexionar y debatir las causas. Ahora hay un líder, unas bases y de vez en cuando asambleas abiertas a las que vas a escuchar, pero no se vota ni se decide nada. Solo de vez en cuando opinamos sobre si el líder está haciendo las cosas bien o mal.
-¿Y cómo las está haciendo?
-En algo nos estamos equivocando si en seis meses hemos perdido miles y miles de votos. Algo se está haciendo mal.
–Borrell dijo que los hijos de los socialistas son los que ahora votan a Podemos. ¿Qué le parece?
–Ha habido mucha desviación de militantes y jóvenes a Podemos. Al principio era un sueño estupendo para ellos. Lo ofertaban todo. El PSOE en los años 80 hizo la transición sin romper los platos. Podemos, sin embargo, entró cuestionando todo.
–Hay una frase suya de hace 15 años con un mensaje muy podemita: «Los jóvenes no se identifican con los partidos. La gente común no quiere partidos cerrados ni políticos encumbrados en el pedestal».
–Es que aquello ocurría entonces. El desastre de los partidos tradicionales era evidente. Se empezaba a hablar de listas abiertas, pero el tiempo pone las cosas en su sitio. Antes todos apoyábamos las primarias y ahora vemos que provocan disfunciones en la democracia interna.
–¿Por qué ha votado 'sí' en la consulta sobre un pacto de Gobierno con Podemos?
–Por responsabilidad con el país y con el partido, pero nunca participaré de la cultura de Podemos. Ahora mismo hay una posibilidad de formar gobierno y eso es lo importante. Me gustaría que ahora nos preguntaran a los militantes cómo y con qué acuerdos se pedirá la abstención de algunos partidos.
–¿La Moncloa vale el precio de pactar con independentistas?
–Mi esperanza es que Sánchez gobierne con los valores y principios socialistas. De autodeterminación, amnistías y referéndums ilegales no queremos ni hablar los socialistas. No es nuestro proyecto.
–Miquel Iceta a lo mejor no piensa lo mismo.
–Iceta es del PSC, no del PSOE.
–¿Es que ahora hay diferencia?
–El PSC fue un partido catalán que se unió al PSOE al principio de la Transición. Pero a veces hace y dice cosas que yo no comparto.
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