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Los pronósticos son tan unánimes, las opiniones de la clase política tan coincidentes, la predicción de la calle tan extendida, que el regionalismo está al borde de un ataque de nervios por ese ineludible temor de que el hechizo se rompa. De que a la ... hora de la verdad se trunque inesperadamente la primera victoria en las elecciones autonómicas, largamente acariciada durante la travesía que hace 40 años emprendieron el PRC y Miguel Ángel Revilla, desde la marginalidad política hasta el Gobierno, ocho años como aliado menor del PP, doce de presidente con el PSOE como socio, sin haber ganado nunca en las urnas.
Revilla ha desplegado en la larga campaña electoral una asombrosa energía para sus 76 años cumplidos y los achaques de salud de los que incluso presume a veces. Primero, en las generales, saldadas con el éxito histórico y premonitorio del escaño de Mazón en el Congreso. Luego, en las autonómicas y municipales, a la caza y captura del voto autonómico en muchos ayuntamientos, y especialmente en Santander. Los doce diputados y casi 100.000 votos del PRC en las tres últimas convocatorias pueden ser suficientes para ser la fuerza más votada en el fragmentado espectro político, y de ahí hacia arriba, empujado por la marea favorable y la fortaleza exhibida en las generales. Ganar las elecciones y luego pactar un gobierno estable desde una posición dominante. La deseable sintonía con Pedro Sánchez en La Moncloa propicia la reedición de la alianza con el PSOE cántabro, pero esta vez los regionalistas no están dispuestos a ser tan generosos con el socio ni en el Gobierno ni en los ayuntamientos. Que se note quién pone más votos. Y por si acaso, Revilla no se cansa de decir que Ciudadanos y el Partido Popular pueden ser también eventuales aliados de Gobierno.
El éxito electoral, en las autonómicas y antes en las generales, tendría otro beneficio colateral para el PRC, el de poder abordar en la coyuntura más confortable, desde el Gobierno y con el partido más fuerte que nunca, la peliaguda sucesión de Revilla. Cuando él lo decida, si es que lo decide, ni un minuto antes.
Frente a la cara feliz del regionalismo, el PP cántabro sobrelleva la cruz en esta intensa primavera electoral. El 28-A fue su peor resultado histórico, la primera derrota en las generales en un cuarto de siglo. Ahora afronta las autonómicas en el peor momento desde la escisión de la UPCA de Hormaechea. Aquella herida tuvo una pronta sutura. Hoy, la fragmentación del centro-derecha tiene un alcance imprevisible en Cantabria y en toda España. Muchos populares firmarían ya diez diputados regionales, tres menos que en 2015, pero les hay más pesimistas. No se perciben indicios para un pacto a la andaluza, pero sí de que funcione el voto útil a favor del PP. Bien, el partido que lidera María José Sáenz de Buruaga ya sabe lo que es el frío de la oposición, tres legislaturas de cuatro desde 2003, pero nunca en Santander, que ha tenido gobiernos conservadores durante cuatro décadas de democracia. El único gran baluarte del PP que resistió el hundimiento de 2015 ahora también está en peligro. Un puñado de votos puede decidir si Gema Igual conserva la alcaldía o la pierde a manos del PSOE y PRC, en sociedad con la confluencia de izquierdas o bien con Ciudadanos, que quizá sea la fuerza que decida la gobernabilidad de la capital en uno u otro sentido.
La Alcaldía de Santander para Pedro Casares es el hito más asequible para el PSOE en estas elecciones. En el plano regional, está por ver si mantiene la movilización contra la triple derecha de las generales y cuánto mejora el rendimiento de Pablo Zuloaga respecto a Eva Díaz Tezanos. Como el de Ciudadanos con Félix Álvarez al mando. Vox, con Cristóbal Palacio como candidato, tiene mejores perspectivas de entrar en el Parlamento que en la Corporación santanderina. En los sondeos resulta sorprendente que la marca de Podemos, que lleva a Mónica Rodero en el cartel electoral, aguante en la Cámara cántabra, sin el aporte de IU, que concurre por separado con Israel Ruiz como número uno, después de una dañina guerra interna que ha provocado deserciones y abulia en el partido, que ha llegado a los tribunales y hasta a los cuartelillos de la Guardia Civil, con la detención de dos candidatos de Laredo que cultivaban marihuana como broche del esperpento podemita.
En el ámbito local, el PRC aspira a mantener una cifra de alcaldes similar a la actual, 41. Igual que el PP, que ha gobernado esta legislatura en 36 municipios, su mayor caudal político. Las varas de mando del PSOE en un buen puñado de municipios importantes dependerán del hipotético pacto con el regionalismo.
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