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El dato objetivo es uno: el pasado año fallecieron en las carreteras de Cantabria 21 personas en un total de 17 accidentes mortales. Adrián, ... Ana, David, José Luis... La interpretación, en cambio, tiene más matices. La cifra es la mayor desde 2011 y por primera vez en seis años hubo más de una veintena de víctimas en la región, pero a pesar de todo sigue siendo uno de los balances menos negativos de la serie histórica. «Nunca podemos estar contentos porque nuestro objetivo, para lo que trabajamos, es para llegar al 'cero', algo que lógicamente es muy difícil. En cualquier caso somos una de las comunidades autónomas en las que menos muertos se producen», recuerda el responsable regional de la Dirección General de Tráfico (DGT), José Miguel Tolosa.
La puesta en marcha del carné por puntos en el año 2006 supuso una caída en picado de las estadísticas de siniestralidad en todo el país, aunque en los últimos ejercicios las autoridades han comprobado que el efecto disuasorio que supuso aquella medida innovadora ha comenzado a desaparecer. La evolución de los datos en Cantabria lo confirma. Los muertos se han reducido a un tercio en un tiempo récord. Desde los 63 que hubo en el 2000 hasta los 21 de los últimos doce meses.
2018 Durante el pasado año se produjeron en Cantabria 17 accidentes de tráfico mortales en los que perdieron la vida 21 personas, ya que en tres de los siniestros hubo más de una víctima. El mes que presentó peores datos fue enero, con cinco fallecidos.
11 de enero Un hombre muere atropellado cuando trataba de cruzar la S-10 de manera indebida a la altura de Porcelanosa.
12 de enero El conductor de un vehículo, vecino de Los Corrales, se incorpora a la autovía A-8 en dirección contraria y choca contra el vehículo en el que viajaba una joven pareja de Camargo. Todos mueren a consecuencia del fuerte impacto frontal.
19 de enero Una furgoneta sin conductor que estaba aparcada frente al mercado de México de Santander y que perdió el freno de mano atropella a una jubilada que cruzaba por el paso de cebra.
1 de febrero La N-629 se cobra otras dos vidas y suma ya 19 víctimas mortales en dos décadas. El choque entre dos vehículos también se salda con varios heridos.
15 de febrero Fallece un vecino de Molledo al impactar contra un camión cerca del túnel de Pedredo, en la A-67.
20 de marzo Un hombre de 80 años muere al caer su coche por un puente sobre el río Saja a la altura de Los Tojos. El mal tiempo -había nieve en la carretera- pudo ser la causa.
27 de marzo Otra persona muere a causa de un atropello mortal, esta vez en el pueblo de Cerdigo.
8 de abril Muere atropellado por otro vehículo una persona en la autovía A-67 al bajar de su coche tras sufrir un accidente.
29 de mayo De nuevo otro atropello mortal. Ocurre en la A-67 a la altura de Puente Arce.
3 de julio Fallece un hombre de 75 años al salirse de la vía en la autovía A-8, a la altura del pueblo de La Encina (Santa María de Cayón).
3 de agosto Esta vez el suceso ocurre en el pueblo de Castanedo. Un hombre que conducía una moto es arrollado por un coche casi a las puertas de su casa.
16 de agosto El tercer siniestro mortal del verano se salda con la vida de un motorista cordobés, que cayó a la carretera cuando bajaba el puerto de San Glorio.
20 de agosto Fallece otro motorista en pleno centro de Santander al chocar contra el conductor de un vehículo que dio positivo en la prueba de alcoholemia.
6 de septiembre Muere el pasajero de un coche que se empotró contra una casa en Valderredible.
24 de octubre Dos personas, un hombre y una mujer, ambos jubilados, mueren atropelladas por un coche que invadió la acera en General Dávila.
15 de noviembre Fallece un joven en Penagos, vecino de la localidad, al salirse de la vía su coche. Se empotró contra el pilar de un puente muy cerca de la vivienda familiar.
19 de diciembre El último accidente de tráfico mortal de 2018 fue el de un vecino de Galicia. El fallecido era un hombre de 54 años que colisionó con una vaca en la A-8, en Quijas. En el turismo viajaban otros tres acompañantes, que resultaron heridos.
Tolosa lamenta que, llegado a este punto y después de la disminución que ya se ha producido, es muy complicado bajar de esta barrera. «Este año ha habido dos más y el siguiente puede haber dos menos, pero lo previsible es que estemos en torno a 20 accidentes con resultado fatal cada año». Es más, si no hubiera sido por las primeras jornadas del año, en las que se registraron siete muertes, la valoración ahora sería muy distinto. Con una diferencia de veinte días, entre el 11 de enero y el 1 de febrero, se sucedieron cuatro casos, incluidos dos de los más trágicos. El primero fue el que protagonizó un kamikaze al incorporarse desde una estación de servicio a la autovía A-8 a la altura de Caviedes. Perdió la vida y mató a la joven pareja que viajaba en el turismo contra el que se empotró. El segundo, las muertes número 18 y 19 que se producen en el tramo de la N-629 a su paso por Limpias del que se tiene constancia en las dos últimas décadas.
Desde la DGT defienden que muchos de los sucesos que se produjeron durante 2018 no se habrían evitado con más inversión o medidas adicionales de seguridad vial en las carreteras de la región porque son fruto de la mala suerte, la fatalidad o las imprudencias, que sólo se pueden atajar con una mayor concienciación de los usuarios. Pone como ejemplo el que abrió el año, el atropello de un hombre de mediana edad que trató de cruzar los carriles de la S-10 -la entrada a Santander a través de la avenida de Parayas- por la zona de Porcelanosa. Una acción temeraria que le salió muy cara. O la muerte días después de una jubilada en la zona del mercado de México. En este caso, cumplió las normas a rajatabla. Cruzaba por un paso de cebra cuando fue arrollada por una furgoneta que estaba aparcada y que se desplazó carretera abajo por gravedad cuando sufrió un fallo en su freno de mano.
«No hubo un comportamiento negligente, pero ocurrió», recuerda Tolosa, quien subraya que en la DGT han estudiado todos estos accidentes y, por regla general, «hemos visto que incluyen circunstancias muy difíciles de controlar. En el de la muerte de una persona al chocar contra una vaca en diciembre sí se podía hacer algo, que era avisar de animales sueltos en los paneles como hicimos, pero aun así ocurrió».
A diferencia de lo que ocurre en Cantabria, a nivel nacional el año 2018 arroja un descenso mínimo de las víctimas mortales en carreteras españolas, tras los incrementos experimentados en 2016 y 2017, según se desprende de datos provisionales difundidos por la DGT. Así, hasta el pasado 27 de diciembre habían fallecido 1.168 personas. Lo que ocurre es que estos datos aún no son definitivos. Falta sumar los de la última semana del año y también los que se produjeron en vías urbanas, que aún no se han incorporado, por lo que el balance podría variar de signo. En cambio, en la región ya están incorporados estos casos, que no fueron pocos. Seis, en concreto, frente a los quince en carreteras interurbanas.
Los viandantes, junto a ciclistas y motoristas, integran el grupo calificado como 'especialmente vulnerables'. Y los números de la comunidad autónoma lo confirman, ya que son casi la mitad de las víctimas durante el último año. De ellos, seis fueron viandantes -o bien peatones o personas que habían bajado de sus vehículos por distintos motivos y fueron arrollados- y tres motoristas. Curiosamente, los tres perdieron la vida durante el mes de agosto en Castanedo (Ribamontán al Mar), el puerto de San Glorio (Liébana) y Santander.
En el caso de la capital cántabra, el hombre falleció al chocar contra un turismo cuyo conductor dio positivo en el control de alcoholemia. La subdirectora de la DGT en Cantabria, Nuria Colsa, explica que el consumo de sustancias prohibidas es una de las causas que están detrás de los accidentes mortales. Otras son la velocidad inadecuada y las distracciones, con especial hincapié en el uso del teléfono móvil. En este sentido, el Ministerio del Interior ya ha anunciado cambios normativos para aumentar la penalización por el uso de dispositivos electrónicos al volante. Utilizar el teléfono se pagará con seis puntos y no con dos, como ocurría hasta ahora.
Aunque la tendencia general de Cantabria es muy similar a la del resto de España, aquí hay una anomalía que se repite por segundo año consecutivo. De los quince fallecidos en vías interurbanas, ocho -los mismos que en 2017- se dieron en autovías, que se supone que son mucho más seguras que las carreteras convencionales. Es el 38% del total. Se explica, en parte, por los datos de atropellos y no tanto por colisiones o salidas de la calzada.
Fuera de la estadística se quedaron otros dos fallecimientos que ocurrieron en Cantabria en los que estaban involucrados vehículos pero la causa de la muerte fue otra. Se trata del suceso que acabó con la vida de un joven de 24 años tras un accidente con la cisterna de un tractor en Galizano y del que tuvo lugar en septiembre en la A-67 a la altura de Pesquera. Aunque fue en carretera, el hombre no murió a causa del accidente, sino que el siniestro se produjo al morir cuando estaba al volante. Por meses, el más trágico fue enero, con cinco fallecidos, mientras que junio fue el único en el que no hubo que lamentar pérdidas humanas. La buena noticia es que no hubo ciclistas muertos.
La modificación del reglamento de circulación aprobada la pasada semana por el Consejo de Ministros para bajar el límite máximo de velocidad en las carreteras convencionales de 100 a 90 kilómetros por hora con el fin principal de reducir la siniestralidad vial apenas tendrá incidencia en Cantabria. En todo el país, la medida afectará a unos 10.000 kilómetros de vía y en la región a menos de 30, tal y como confirma la delegación autonómica de la Dirección General de Tráfico (DGT). En concreto, habrá cambios en una decena de tramos de dos carreteras: la N-611 que conecta Santander con Palencia –la que se usaba para subir a Reinosa antes de la puesta en funcionamiento de la autovía A-67– y la N-634 que cruza la región desde el límite de Asturias hasta Vizcaya.
En las otras tres vías que gestiona el Estado no habrá que realizar modificaciones porque no cuentan con ninguna limitación que sobrepase los 90 km/h. En la del desfiladero de La Hermida (N-621) la orografía no lo permite. Esta misma situación se da en la del puerto del Escudo, que une la capital cántabra con Burgos (N-623). Sí había tramos de 100 kilómetros por hora en la N-629, pero entre las medidas que se han puesto en marcha desde 2016 para acabar con los altos niveles de siniestralidad estuvo, además de la instalación de un radar de tramo en Limpias, la reducción de la velocidad máxima permitida. En cuanto a la red autonómica, la que gestiona Obras Públicas, la incidencia también será nula. El Gobierno regional ya aplicó por su cuenta –cuando todavía no era una exigencia legal– una medida similar con el mismo fin hace algunos años.
Ahora, la Demarcación de Carreteras de Cantabria tiene un mes para actualizar las señales de velocidad y adaptarlas a la nueva normativa. Será un gasto «mínimo» ya que la cantidad de indicadores es muy reducida. La modificación de la normativa también supone reducir las diferencia de velocidades entre vehículos ligeros y pesados para facilitar la circulación.
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Ana del Castillo
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