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Suena la sintonía de la película 'El Padrino'. La gente mira atónita. Incrédula. Pero no dejan de caminar. Ni de dar pedales. Les sorprende los dos tipos y el joven que tocan el saxofón y la trompeta. Continúan por el carril pero, cada cierto tiempo, ... giran las cabezas hacia atrás para contemplar la estampa. Son Víctor y Falagán, a los que acompaña Diego, de solo once años. Se reúnen todos los viernes en el mismo punto, sacan sus instrumentos e invitan a todo el que quiera sumarse. Los tres son integrantes de la Banda Municipal de Música de Suances.
Acuden puntualmente a su cita en el carril bici. De once a una ponen la banda sonora a los usuarios que transitan por esta senda entre Suances y el polígono industrial de Barros, en Los Corrales de Buelna. Habitualmente ensayan en Hinojedo. Son 35 componentes pero aquí, justo al inicio del carril -o al final, según se mire- solo vienen «unos pocos». Colocan un cartel con la invitación para otros músicos y comienzan a tocar. «De vez en cuando, alguno se acerca, pero no demasiados», explica Falagán. Justo al lado tienen un local donde guarecerse cuando llueve, algo, por otra parte, demasiado habitual este verano. «Nos lo cede el Ayuntamiento, con el que tenemos una buena relación. Nosotros tocamos por afición, es el Consistorio el que paga al director», añade.
El carril bici le ha venido bien a Suances. Ha traído más visitantes, muchos de las localidades cercanas por las que discurre. En parte, ha desestacionalizado el turismo aunque el pico fuerte sigue siendo durante los meses de julio y agosto. Hasta Barros hay veinte kilómetros. A Ganzo, que está a mitad del recorrido, diez. El cartel que hay en la entrada estima que se puede recorrer en una hora y media. Además, el desnivel ayuda, ya que la pendiente media es de solo un 1,8%. Menos en moto a caballo o en coche se puede hacer prácticamente sobre cualquier artilugio. También se puede recorrer a pie o corriendo. Llama la atención que la mayoría de los usuarios sonríen. «Normal, es que los que venimos aquí es porque queremos», explica Carmen, que a diario camina hasta la altura de la empresa Solvay, en Barreda, y después regresa.
Hay ciclistas de todas las edades. Mayores y pequeños. El recorrido es perfecto para hacerlo con niños. Patri y Fernando han salido desde Los Corrales. Llevan sujeto a una de las vainas del cuadro de su bicicleta un carrito grande. Dentro viajan Mar y Manu. Van atados con un arnés de protección cada uno. «Se lo pasan en grande y, nosotros, hacemos deporte», explica la madre. «A mí me viene bien porque así hago más ejercicio porque, aunque no lo parezca, hay que hacer mucha fuerza para tirar del carrito y de los dos niños», añade Fernando.
María se ha puesto por primera vez unos patines. No puede. Cada dos por tres se da un culazo. «Lo que hay que hacer por una hija», exclama al pasar. Unos metros más adelante, la menor ríe a carcajadas. Está nublado y eso eleva la afluencia. «Si hace sol, todos van a la playa», explica Mario mientras ojea unos apuntes. Estudia para sacar unas oposiciones a bombero. Mientras, ayuda en el negocio familiar al comienzo del carril en Suances. Alquila bicicletas, algunas con sillas para niños y también carritos. Una hora, cuatro euros, dos cinco. El medio día cuesta siete y la jornada completa, diez (de 10.00 a 21.00 horas).
«Los extranjeros, sobre todo holandeses y alemanes, son los que cogen las bicis para el día entero», explica. «Los españoles son más de venir a media tarde o a última hora para darse un paseo», subraya. La temporada alta apenas les dura un mes, entre mediados de julio y agosto. «Aunque estiramos hasta septiembre, el resto de año no abrimos porque apenas hay demanda», asegura mientras pone a punto una de las bicis. «Es importante que todo funcione bien, para que el usuario pedalee a gusto», concluye.
Justo en ese momento pasa un grupo que camina con cuerdas de escalar al hombro. Llevan amarrados por los cordones los característicos pies de gato. Dan un paseo hasta Los Cantos, la escuela de escalada en la que hay varias vías equipadas junto al mismo carril. Es otra de las estampas curiosas que observan los ciclistas mientras pedalean rumbo a Los Corrales.
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