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Mi gato Boris vino a pedirme, restregándose contra mis piernas: «Abre el Word, que te voy a dictar una carta». «¿A quién quieres escribir?», le ... pregunté, por seguirle la corriente. «Necesito escribir a Pablo Zuloaga para protestar por el cese del consejero de Educación», respondió. «¿Hasta los gatos estáis de uñas con eso?», dije. «No», replicó hosco. «Yo quiero protestar por no haberlo cesado antes».
Como a una mascota es difícil negarle un favor, escribí a su dictado y salió esta misiva: «Señor amo de los humanos socialistas: Le transmito mi maullido más lastimero por lo mucho que ha tardado usted en sustituir al consejero de Educación. No haga usted caso a los que se rasgan las vestiduras. También yo estaría a favor de mi dueño y escribano si me permitiera más chuches, más ovillos de lana, me rascase el lomo y las orejas todos los días, y me diera más manga ancha en el jardín y la despensa. Pero este señor no ha mirado por quienes le pagan los ‘whiskas’: los humanos chicos y sus progenitores. Les ha cambiado el calendario y los exámenes cada curso (la última vez les puso cinco evaluaciones y acabaron como gatos panza arriba). Ha deteriorado la calidad de enseñanza: casi cuatro de cada diez profesores son precarios porque no fue capaz de convocar oposiciones; las ha prometido hace dos días, porque ya oía que los suyos venían arrastrando el sable a su despacho; como yo cuando disimulo después de haber volcado el puchero. Si alguien cae de baja, muchos alumnos se tiran largas horas de algo que llaman ‘estudio’ hasta que la Consejería, al cabo de semanas, se digna enviar un sustituto. Se han perdido así más horas de clase que de bomberos rescatando gatos de las cornisas. Su reacción al informe que dice que nuestros estudiantes van mucho peor que los castellanos en lectura, cálculo y ciencias fue la autohipnosis. Y en vez de avanzar a la supresión de los libros de texto, hizo un banco con ellos, para eternizarlos. ¡Si hasta yo sé manejar ratones!»
Y seguía Boris con este párrafo: «En Cultura, tuvo la oportunidad de poner la primera piedra de un magnífico museo para nuestra Prehistoria, pero no hizo más que marear a varios ayuntamientos, para acabar en el parking del Palacio de Festivales, y espere usted sentado a que allí se haga algo; pudo traer el Museo Reina Sofía, pero Ayuntamiento y Ministerio se aburrieron y ahora caminan solos; pudo promocionar las cuevas prehistóricas y ha terminado riñendo con los hosteleros. Se ha enredado con demasiados ovillos».
Para concluir así: «Aunque aquellos a los que hacía la ola soñando con recuperar sus votos llorarán su cese, los gatos domésticos, que siempre fuimos orillados, vamos a organizar una velada de marmitako y fuegos artificiales, para celebrar la venida del profesor Mañanes como nuevo consejero. Egoístamente espero que recupere la Semana Santa, porque por esa época es cuando en casa se come más pescado y a mí, ya imaginará usted, el pescado me mola. Firmado (con la pata): Boris».
No envié la carta al señor Zuloaga, porque considero que un gato no debe dirigirse a un ingeniero de Caminos con tantas confianzas. Además, todo esto Zuloaga ya lo conocería. No le hagamos perder su valioso tiempo, Boris. Y no debemos criticar a un consejero que nos ha enseñado tanto, pues ahora se aplicará lo de «gato escaldado del agua fría huye». La verdadera ciencia de la política es la de sus errores, y hemos recibido una lección magistral que debemos agradecer.
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Ana del Castillo
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