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Tras salir de la habitación en la que ha luchado los últimos 51 días para vencer al coronavirus, lo primero que sintió Antonio Escudero fue alivio, emoción y todo el agradecimiento del mundo para quienes han cuidado de él estas semanas. «Me llevo el recuerdo de vosotros para lo que me queda de vida», le dijo a todo el personal sanitario que fue a despedirle después de recibir el alta y dar negativo en Covid-19. «¡Muchos años!», le contestaron varias enfermeras. «Que Dios quiera que nos sigamos viendo, de verdad. No sé quien tendrá vuestras direcciones, pero yo haré lo posible por veros», respondía el hombre de 86 años.
Todo el esfuerzo que los médicos, enfermeras y celadores han tenido con él en este tiempo ha calado en Antonio, que decidió recitarles un poema y unas palabras de agradecimiento antes de volver para casa. «Al salir de la habitación y encontrarme allí a todo el personal... ¡Bueno! Lo recuerdo y me vuelvo a emocionar», señala el hombre al borde de las lágrimas. Así, se decidió a recitarles un poema «que salió de mi corazón». «Proviene de un canto que se llama 'Adiós Valdecilla, adiós', pero yo cambié la letra para añadir mis agradecimientos».
La despedida se saldó con un ramo de flores, promesas de visitas cuando mejore la situación y el reencuentro con su familia, de la que ha estado separado durante toda su estancia hospitalaria. Ingresó en Valdecilla el 23 de marzo y lo abandonó este martes, 12 de mayo. 51 días en los que Antonio ha vencido al coronavirus. No ha sido una batalla fácil, pero el hombre destaca lo positivo de toda esta lucha con la enfermedad. No llegó a estar ingresado en la UCI, aunque estuvo recibiendo un tratamiento de oxígeno en su habitación. «He estado muy a gusto. No se me ha hecho largo el ingreso porque he estado feliz. Me han tratado lo mejor que han podido y me han curado. ¿Que más puedo pedir? Estoy agradecidísimo», cuenta.
Los primeros días, sobre todo, fueron los más complicados. Su nieta Noelia, una de sus primeras visitas tras salir del hospital, suscribe sus palabras. «El personal del hospital le ha tratado de diez. Como no podíamos verle, las enfermeras nos pidieron el número y nos enseñaban a mi abuelo por videollamada, y los médicos por teléfono nos iban informando, aunque hubo unos días que estaba muy mal y, al no poder estar con él, lo pasamos fatal».
Noelia hace hincapié en el valor que tiene el apoyo del personal médico cuando la familia no puede acompañar al enfermo, como ha ocurrido con miles de infectados en esta pandemia de coronavirus. «Estaban muy encima de él y le animaban mucho. Además, tenían disponible un correo en la planta y mis primos y todos sus nietos le han enviado dibujos y cartas y luego se las han pegado por toda la habitación».
Desde esta martes, Antonio ya se recupera en su casa de Alceda. Le han mandado un tratamiento de oxigenoterapia para acelerar la recuperación. «Ahora hay que ir poco a poco», apunta Noelia, «dejando que vuelva a su normalidad». «Él era muy independiente. Ahora estamos siempre aquí alguien ayudándole, guardando las distancias y con mascarilla. Ha perdido muchos kilos. Él intenta todo lo posible hacerlo solo, pero nosotros le acompañamos», añade la nieta.
Antonio, que está deseando volver a ver a sus seis hijos y ocho nietos, se considera muy activo. «Vivo solo y siempre iba a tomarme un par de vinos, al supermercado, a la panadería, cuidaba de las gallinas y de la huerta...». Sobre su contagio del virus dice no tener «ni idea» de dónde pudo cogerlo. «Ojalá saberlo», destacó. Cuenta que todo empezó como un catarro y que pidió cita en el médico; ocho días después de los primeros síntomas, le ingresaron en Valdecilla. «Pensé que era un resfriado normal, pero, el día antes de que me mandaran al hospital, lo pasé bastante angustiado por el catarro. Bueno, ya no era 'solo un catarro'».
Durante su ingreso muchas personas han estado pendientes del estado de salud de Antonio. Y así lo confirma su nieta. «Mucha gente ha preguntado por él y los que le conocemos teníamos el presentimiento de que iba a superarlo». Antonio, por su parte, recuerda que se marchó a Madrid con 12 años después de la guerra. «Pasé la posguerra trabajando y ahora he pasado el coronavirus».
«Adiós Valdecilla, adiós. Adiós, ventanas y corredores. La mí camita de hierro, donde yo pasé dolores. Cuando yo me vaya pongo el plato boca abajo con un letrero que diga: 'ya no como sopa de ajo, ni tampoco arroz con leche'. Que me voy para mi casa, para mi casa para siempre».
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Ana del Castillo
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