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Castro y Laredo reservan mesa a los primeros vascos de 2021

Castro y Laredo reservan mesa a los primeros vascos de 2021

Apertura ·

La hostelería y el comercio de ambas villas apuran las últimas horas del cierre perimetral contemplando ampliar sus terrazas y contratar a más personal, «si podemos»

Javier Gangoiti

Santander

Sábado, 8 de mayo 2021

La Administración de Justicia del País Vasco no se había pronunciado aún sobre el fin del cierre perimetral de la comunidad autónoma cuando Amaya Gutiérrez, propietaria del restaurante y cafetería Berna, en Laredo, empezó a recibir mensajes en su teléfono móvil: «¡Oye, resérvanos mesa para la semana que viene que vamos para allá!». La empresaria reproducía ayer los wasaps de «clientes cercanos, amigos» naturales del entorno de Bilbao y Vitoria. Sin saber aún con qué grado de entusiasmo responder a estos fidelísimos visitantes, Gutiérrez sí tiene claro que, «en lo económico, la llegada de los turistas vascos es una muy buena noticia para todos».

Siendo cierto ese apellido, la hostelería pejina se acuerda y mucho de la buena respuesta que los vecinos y visitantes de otros puntos de Cantabria han dado durante seis meses de cierre perimetral. No sólo Gutiérrez, que aspira a igualar un verano «igual de bueno» que el anterior -como prácticamente todos los preguntados ayer sobre esta cuestión concreta-, sino también Juan Carlos Saiz, copropietario del restaurante Riviera, muy cerca de ahí. «Hemos aguantado durante mucho tiempo, a pesar de la gran incertidumbre. Ahora hay que seguir». ¿Cómo? ¿Contratando a personal? A lo que responde: «¿Meter gente? Primero tendré que sacar a mis empleados del ERTE». Entre tanto, su hermano y socio del negocio viene y va de dentro a fuera del local, siempre con una bandeja con refrescos, pinchos, facturas y un datáfono. Ida y vuelta constante, desde esa barra que llevan «sin usar desde septiembre» a la terraza, que ya no tiene margen de ampliación. Con la normativa sanitaria y los aforos en la mano, ya van con toda la artillería. «Es una buena noticia, pero sigue sin ser suficiente», resume Saiz, antes de fijarse en el interior vacío de su cafetería. «Así es muy difícil», señala, «casi imposible».

«Es una buena noticia, pero no es suficiente. ¿Meter gente? Primero tendré que sacar a mis empleados del ERTE»

José Luis Saiz- Restaurante Riviera (Laredo)

Coinciden más encargados, esta vez en Castro Urdiales, otro de esos municipios que hace años pasó de ser un destino a casi una morada más para los ciudadanos vascos. En pleno centro de la villa pesquera, Juan Antonio González también echa de menos poder servir las cañas, los vinos y los pinchos dentro de su local, El Veril. Que los turistas del País Vasco o «Castilla y León» puedan venir es una buena noticia, «claro», pero «la clave es el interior». Se asoma al quicio de la puerta de su local, en la calle La Rúa, y dice: «Esta es una vía estrecha y, por mucho que la gente cumpla con las medidas, eso puede generar cierta preocupación», reconoce, antes de subrayar la firmeza con que respeta los protocolos sanitarios en las mesas altas que hay frente a su taberna.

De eso se encargará también, además de las fuerzas de seguridad, toda la plantilla del negocio, a la que González pronto sumará un nuevo empleado. «¿Objetivo? Igualar el verano», repite, antes de reafirmarse en el peso que ejercen los vascos en la caja registradora de cada día. «Su presencia aquí se nota muchísimo. Hemos trabajo bien con la gente de Cantabria, y ahora tenemos que seguir con la ayuda de todos», se propone.

«Vivimos del vasco»

El uso de los interiores o la flexibilización de los aforos son dos de los principales alegatos que subrayan los hosteleros de Castro y Laredo contra las normas sanitarias. Peru Zaballa, propietario del Continental, no pudo ser más claro: «Vivimos del vasco y del día a día. Con su turismo, podría decirse que siempre es fin de semana. Eso es así, pero lo fundamental de verdad son los aforos. No importa realmente de dónde sean los clientes: 14 mesas son 14 mesas», argumenta el dueño, con planes de contratar, «si podemos», a dos trabajadores más para este nuevo preludio entre la alarma y la llamada 'nueva normalidad'. Esa falta de certezas es la que contribuye, entre otras cosas, a ese ánimo tan difícil de tantear entre los hosteleros, tan pronto entusiastas para recibir a los turistas como resignados después de más de un año de covid. «Lo que tenga que ser será», encarna Zaballa.

«Estoy deseando que abran las fronteras, pero también me da cierto miedo pasar de cero a cien en cuestión de 24 horas»

Patricia Sánchez- Tienda de moda Boga (Castro)

Ese «no saber» acompaña desde entonces a los bares y restaurantes tanto como al comercio local. Como propietaria de la tienda de moda Boga, en el centro de Castro, Patricia Sánchez prefiere sondear el ambiente post-alarma poco a poco. Meter los pies en la orilla, ver cómo se venden sus camisas y vestidos en la primera semana y decidir, ya entonces, si contrata o no a un segundo empleado. Como a ella, la situación provoca vértigo a los propietarios de las pymes más próximas a la frontera. Y no sólo en lo económico o en los gastos que un mal verano pueda entrañar. «Estoy deseando que abran las fronteras, pero al mismo tiempo me da cierto miedo pasar de cero a cien en cuestión de 24 horas», reconoce la empresaria, preocupada por los riesgos de la reapertura.

«¿Igualar el verano? Firmo»

No muy lejos de ahí, en plena calle La Correría, el mostrador de José Luis Sanemeterio, empresario al frente de la tienda de productos típicos La Sirenuca, despeja todo tipo de dudas sobre cuál supone una parte fundamental de su público. Calzado tradicional vasco convertido en figuritas de barro, alguna ikurriña, ejemplares de El Correo junto a los de El Diario Montañés... Todo tipo de recuerdos a la venta dirigidos a los vecinos. De ahí su entusiasmo ante la noticia: «Los vascos conforman un público clave», celebra, antes de echar la vista atrás al verano de 2020, un periodo «sorprendentemente bueno» que le desearía repetir. «¿Igualar el verano? Firmo ya», sonríe.

Ese pulso que se escucha en la calle es el mismo que llega a través de los representantes de los colectivos sectoriales más importantes. Timo Antuñano, vocal castreño de la Asociación de Hostelería de Cantabria, lamenta la «incertidumbre» a la que quedan abocados los negocios ahora que finaliza el bloqueo: «Puede pasar que cerremos a las 22.30 horas y sigan las calles llenas. No sabemos qué esperar». Su homólogo en la Asociación de Empresarios de Laredo (Acelar), Rafael Aries, coincide al 100% y antepone dos prioridades para esta nueva etapa: más horario y uso de interiores. Y argumenta: «La gente está más en guardia en una local que en un domicilio, pero siempre acabamos pagando los mismos».

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