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Seguro que en las últimas semanas ha oído en su entorno eso de 'no se me acaba de quitar esta tos seca', 'no doy abasto ... con los pañuelos de papel' o 'está el tiempo loco, ¡cómo no vamos a coger catarros!'. Pues efectivamente, esa alternancia de días de mucho frío con otros que saben casi a adelanto del verano, son parte de la explicación de los cuadros catarrales que están afectando a los cántabros. ¿En qué medida? Eso es lo que no se puede cifrar, porque los registros de Salud Pública, que vigila la incidencia epidemiológica desde el comienzo de la temporada de infecciones respiratorias en octubre, se limita a los casos diagnosticados, es decir, a los pacientes que en algún momento han acudido al médico -ya sea al centro de salud, a los SUAP o a las urgencias de los hospitales-, cuyas muestras han llegado al laboratorio para poner nombre al causante de su malestar.
2.221 ingresos
por infecciones respiratorias se han registrado en Cantabria desde octubre a hoy
Pero de los cuadros leves, los que se pasan con paracetamol, mucolíticos y jarabes antitusivos, no se lleva la cuenta. Así que la sensación subjetiva de que proliferan los virus aumenta si se está en medio de uno de esos pequeños brotes de congestiones nasales, dolores de garganta y tos, que se contagian fácilmente, ya sea en el ámbito familiar o en el laboral. «Estamos en la cola final de una onda epidémica normal, que ha sido menos intensa que en otras ocasiones; las infecciones respiratorias ya han ido desapareciendo desde hace semanas, pero eso no quita que se produzcan catarros y cuadros similares a los gripales», explica Luis Viloria, jefe de servicio de Salud Pública. «La incidencia ha bajado mucho, pero los virus no se han ido del todo», precisa, entre otras cosas por «los cambios de tiempo; este clima tan loco que estamos teniendo ralentiza que se acaben de ir». La razón, apunta Viloria, «es que somos muy sensibles a los factores externos y estos cambios bruscos de temperaturas nos debilitan desde el punto de vista inmunitario». En otras palabras, nos hace más propensos al contagio, que va a depender también de «la convivencia entre grupos». Pero «no es raro» que aún se estén dando cuadros catarrales a las puertas de la primavera. Sigue habiendo rinovirus, parainfluenza e infecciones bacterianas... «Eso lo va a haber siempre, incluso en verano», añade Viloria, que recuerda que la lectura de «los grandes números» de los registros de Salud Pública indican que ya queda poca gripe -la semana pasada aún se confirmaron quince casos en laboratorio-, sobre todo de gripe A, que ha sido al final la predominante, aunque empezó siendo la B la protagonista en la primera parte de la onda.
El pico máximo de incidencia gripal fue de 124,58 casos por cada 100.000 habitantes, prácticamente la mitad que la temporada anterior. En cambio, el Virus Respiratorio Sincitial (VRS), que siempre llega a los más pequeños primero -es la causa de la bronquiolitis en los niños- y a los más mayores después, ha circulado mucho más. De hecho, afectando a un porcentaje menor de población -la incidencia ha sido de 17,4 casos por 100.000 habitantes, casi el doble que el año pasado- ha tenido mayor impacto hospitalario. En concreto, han sido 192 los ingresos por VRS, frente a los 293 de gripe. En total, desde octubre, han sido hospitalizadas por complicaciones respiratorias 2.221 personas.
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