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Hace 80 años, la entonces provincia de Santander cayó por completo en manos del ejército dirigido por el general Franco para derrocar la constitución ... republicana y crear otra cosa, que no se sabía muy bien qué iba a ser, pero democrática, no; otra monarquía parlamentaria, tampoco; un fascismo a la italiana, acaso ‘ma non troppo’, pues en Roma había rey, ideología laica y un demagogo civil, Mussolini, de verbo muy superior en eficacia propagandística. Eso no era importable, diferencia de las fibras de la Snia.
Durante un tiempo, habría simplemente el llamado ‘Estado Nacional’, como si dijéramos una república no democrática con presidente vitalicio, pero que ya no era formalmente una república, y si el jefe le dejaba el cargo a un hijo acabaría siendo una especie de monarquía. A partir de 1947, pasó a ser ‘Reino’ sin monarca, para desactivar a Don Juan concediendo el fuero y no el huevo. No habría rey hasta tres décadas más tarde. En la cámara lenta de la historia, 1947 supone la Tercera Restauración Borbónica (después de las de Fernando VII por Napoleón y Alfonso XII por el general Martínez Campos) diferida exactamente 28 años, con Franco como ‘regente’ de facto (como habían sido Espartero al exiliarse María Cristina, o Serrano al hacerlo su hija Isabel II). Así Franco se cargó la República, pero hizo republicanos a los españoles, porque los tuvo 44 años sin monarca y viendo películas de Hollywood. A Santander le vino mal porque perdió el veraneo real; y bien porque en la península borbónica se estableció la UIMP. Por eso, o esta es aristocracia del pensar y el crear, o no puede sustituir a la aristocracia del mandar.
La segunda acepción oficial de ‘viceversa’ es: nombre masculino, «cosa, dicho o acción al revés de lo que lógicamente debe ser o suceder». Si me acompañan, verán que el motor de la historia no es ni la lucha de clases, ni las ideas políticas, ni la economía, ni la tecnología, sino sencillamente El Viceversa: el que las cosas salen al revés con gran frecuencia. Durante la Primera Guerra Mundial, el Gobierno de Italia invitó a un grupo de intelectuales españoles, entre ellos Miguel de Unamuno y Manuel Azaña, a visitar el frente alpino. Unamuno anota que el jefe del ejército italiano, general Cadorna, les explica los dos motivos por los cuales Roma se había unido a la Entente franco-británica: primero, para evitar una revolución interna; segundo, para no ser gobernados desde Berlín. Pero, precisamente por la destrucción humana y económica de la contienda, Italia entró en revolución y vivió el llamado Bienio Rojo, con ocupaciones de fábricas y anarquía rampante. La reacción burguesa fue dar el poder al fascismo mussoliniano. Que al final quedó en manos de la Alemania de Hitler. De modo que haber entrado en guerra les costó a los italianos lo que con ella querían evitar: revoluciones y ser criados de Alemania.
O véase el destino de tres figuras cuyos discursos sirvieron para provocar la caída de Alfonso XIII y la instauración de la República. Unamuno proclamó esta misma desde el balcón de la Casa Consistorial de Salamanca. Niceto Alcalá-Zamora, que habría de ser Presidente de la República, fulminó al rey con un famoso discurso en Valencia en 1930. Y Ortega y Gasset, con su no menos conocido artículo ‘El error Berenguer’, acuñó en latín aquel sentencioso «la monarquía debe ser destruida». A Unamuno y a Ortega ya se les vería bien pronto arrepentidos de lo que habían contribuido a forjar. A su hijo Miguel, Ortega le dijo que la Constitución republicana había sido obra de «botarates», e hizo que buscase en el diccionario de la Academia el significado de ‘botarate’ («hombre escandaloso y con poco juicio»). En cuanto a Alcalá-Zamora, la República que tanto había ayudado a traer le había destituido en 1936, en una maniobra irregularísima de Azaña y de Indalecio Prieto, para poner al primero como su sustituto y meter al PSOE en coalición de gobierno; esto segundo no sucedió porque al orgulloso Largo Caballero nadie le había pedido opinión ni, sobre todo, autorización. Así se debilitó al gobierno inmediatamente después de provocar a las fuerzas que querían derrocarlo. Ortega se exilia en París y Unamuno, que ha simpatizado con los sublevados, se enfrenta en Salamanca a sus excesos y comprueba antes de morir que toda guerra civil es, sencillamente, barbarie.
Para los tres intelectuales, por tanto, los muchos defectos del enredador Alfonso XIII no habrían sido finalmente peores que la guerra civil que acabó con sus trayectorias vitales. Y que alejó del camino común de Europa occidental durante cuarenta años a la España que deseaban reformar. (En cuanto al rey mismo, huyó para evitar una guerra civil entre españoles, pero su fuga terminó probablemente siendo una causa de que la hubiera, al bipolarizarse políticamente los mandos militares y perderse siquiera un atisbo de función arbitral).
El Viceversa es como una ley natural. Después de 35 años de autonomía de Cantabria, el mensaje único de sus responsables es que no tenemos autonomía: estamos en manos de Madrid, intervenidos, y no nos ama. Aunque el mensaje es presuntamente reivindicativo, en realidad resulta desmoralizador: ¿no hemos sido capaces de crear en un tercio de siglo nada que funcione bien por sí solo? Insistir en que toda (y no sólo una parte de) la solución es ‘Madrid’ acaba siendo contraproducente. Esto un gobierno, aunque lo creyera, por pudor no debería confesarlo, porque solo los cargos políticos de esta ‘autonomía sin autonomía’ cuestan más de 6 millones de euros al año, mientras en Ruiloba los vecinos se quedan sin médico cuando el titular coge vacaciones.
De primavera de 2013 a primavera de 2017, se han creado en Cantabria 20.500 empleos netos. De ellos, 10.500 (el 51,2%) en el segundo bienio del Gobierno regional del PP; y 10.000 (el 48,8%) en el primer bienio ‘progresista’. Es decir, más de la mitad del empleo creado en estos cuatro años de recuperación se consiguió siendo presidente Ignacio Diego, según la EPA. Es claro que, si la economía hubiera seguido creciendo con brío, con el nuevo gobierno de coalición se habrían creado muchos más empleos, pongamos 15.000, lo cual no ha ocurrido, sino viceversa. Así que ríndase: no gobiernan ni Trump, ni Merkel, ni Rajoy, ni Revilla, ni la alcaldesa de mi pueblo. Gobierna Viceversa. Y seguirá de caudillo durante mucho tiempo, porque no le afectan las leyes de la memoria histórica, sino solo las de la inteligencia histórica, pero estas aún no están ni en anteproyecto.
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