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Pilar Martín Nájera | Fiscal del Tribunal Supremo
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Pilar Martín Nájera | Fiscal del Tribunal Supremo
«No hay que ceder, al trabajar por la igualdad lo hacemos para las futuras generaciones»«Algo abrumada» y, al tiempo, «muy contenta, honrada y orgullosa», Pilar Martín Nájera (Palencia, 1957) recibió este viernes el primer Premio Igualdad que concede ... el Colegio cántabro de la Abogacía, que eligió como destinataria a la primera mujer fiscal del Tribunal Superior de Justicia (TSJC). La carrera de Martín Nájera ha sido una trayectoria de ascensos por el organigrama del Ministerio Fiscal hasta la Sala de lo Civil del Tribunal Supremo, donde desarrolla una labor «muy gratificante», de interpretar las leyes «para sentar doctrina». Previamente ejerció como delegada de la Fiscalía General del Estado (FGE) contra la Violencia sobre la Mujer.
-La Abogacía le reconoce su contribución «a la sensibilización en igualdad y derechos humanos». ¿Cuánto camino queda por recorrer? ¿Es optimista o...?
-En lo que se refiere a la igualdad legal en España vamos bien, porque contamos con leyes muy pioneras. Distinto es con la igualdad real entre hombres y mujeres: aquí vamos dando pequeños pasos pero con un gran valor. El cambio de mentalidad es más difícil (por los prejuicios y los sesgos de género), aunque también es necesario echar la vista atrás y ver de dónde veníamos hace 40-50 años para valorar cómo estamos. Hemos avanzado mucho. Eso sí, no hay que dar nada por conseguido y adquirido: en el terreno de la igualdad todo se cuestiona y, cuando creemos que hemos avanzado, de repente surgen grupos contrarios que lo intentan echar por tierra. Creo que en este ámbito debemos actuar las mujeres y los hombres, todos. Si cada cual pone su aportación, por pequeña que sea... Cuando vemos algo que no nos gusta no debemos callar. No tanto por solucionar la situación puntual que incomoda, sino porque abre caminos. Con la mentalidad de no ceder en ningún momento, nos estamos ayudando unos a otros y trabajando para las generaciones futuras. Así que soy optimista. Pero falta, ¿eh? Falta. También soy realista.
-Como delegada contra la violencia sobre la mujer en la FGE, ¿en qué cree que fue reseñable su trabajo?
-En esa etapa dimos prioridad a la protección de los menores hijos de mujeres que sufren violencia de género. Desde el rigor jurídico y desde la proximidad con las víctimas. Por ejemplo, llevamos a mujeres a jornadas de especialistas para que contasen sus terribles experiencias y los profesionales fueran conscientes de qué es lo que hay detrás cuando estás en una guardia y una mujer pide una orden de protección. Se potenció mucho el uso de las pulseras que, efectivamente, son mejorables, pero salvan vidas. Se elaboró una guía de actuación del Ministerio Fiscal con perspectiva de género, que era imprescindible.
Las frases
Está pendiente «El acompañamiento a la víctima de violencia de género tiene mucho margen para mejorar»
Los avances «Cuantos más logramos, más nos cuestionan: nadie quiere perder privilegios»
Caso Dani Alves «La sentencia fue absolutamente impecable. La pena es otro debate»
-¿En qué le hubiera gustado ir más deprisa?
-Quedó pendiente la reforma de la ley orgánica 1/2004, para ampliar el concepto de la violencia de género conforme al Convenio de Estambul. Y me hubiera gustado ver el desarrollo de muchas medidas del Pacto de Estado Contra la Violencia de Género que mejoraban la protección de los menores. El apoyo y acompañamiento a la víctima cuando toma la dificilísima decisión de denunciar también tiene todavía mucho margen para mejorar.
-Quienes trabajan contra la violencia de género insisten machaconamente en que falta formación en toda la cadena de operadores jurídicos. ¿Le parece una petición que va teniendo menos fundamento?
-Es una reclamación esencial. Esencial. Conseguiríamos los objetivos si, cuando la víctima denuncia, se encuentra con unos policías especializados, si los servicios sanitarios siguen un protocolo de actuación, si la oficina de atención del juzgado les explica todo el procedimiento, si los equipos psicosociales y las unidades de valoración forenses conocen las consecuencias psicológicas (e incluso somáticas) para las afectadas... Si los abogados, jueces y fiscales también somos expertos... Todo esto sería importante para no perder a la mujer (que en muchas ocasiones dice «ya no puedo más, no declaro, me da igual que haya condena o no») y porque hay que recopilar un mayor número de pruebas que sustenten su palabra que, a veces, es lo único que tenemos. Y si somos capaces de interrogar a una víctima y ella explica que no duerme bien y ha estado yendo al médico, estos informes se podrán aportar para respaldar la veracidad de su declaración.
-Cuando llegó como fiscal jefe al TSJC (año 2000), ¿se imaginaba el vuelco social que estaba por venir en este entorno?
-Cuando yo oposité, éramos 14 mujeres y 80 hombres, pero en poco tiempo estábamos casi al cincuenta por ciento. Ese año ya había mujeres en el Gobierno y otros cargos de responsabilidad: se notaba que se habían roto las puertas y que no había vuelta atrás. Ahora bien, en los últimos años el acelerón ha sido increíble y diría que no muy esperado. Han influido muchos factores. Sociológicos, como los movimientos 'me too' y 'yo sí te creo', vitales para dar confianza. Otro paso fue la aprobación del Convenio de Estambul, que obligó a regular los delitos sexuales como delitos de violencia de género. Y también han sido fundamentales las agresiones sexuales grupales, que nos abrieron los ojos y nos hicieron pensar que estábamos haciendo algo mal. De ahí la ley del 'sólo sí es sí'. Todo esto produjo la tormenta perfecta cuando llegó la sentencia de 'la manada'. Ahí la sociedad se levantó unánimemente para exigir una reordenación de los derechos sexuales y que las sentencias no llegaran con sesgos de género, que ya no se entienden tras aquella reacción tan increíble. E insisto: no hay que dar nada por conseguido. Cuanto más logramos, más nos cuestionan. Nadie quiere perder privilegios.
-¿Vería otro ejemplo en el caso del futbolista Dani Alves?
-Esa sentencia, absolutamente impecable, es otro paso. Aunque ella haya estado cariñosa antes con él, en el instante en que dice que no, él no tiene derecho a ponerse violento. La sentencia fue impecable porque se basó en exclusiva en la falta de consentimiento de la víctima. Luego, la pena es discutible, ese es otro debate.
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Ana del Castillo
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