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«Lo damos todo en nuestro trabajo, metemos diez, once, horas diarias e incluso a veces nos involucramos sentimentalmente con las personas a las que ayudamos. Y luego, en caso de que el trabajo finalice, por la razón que sea, no tenemos derecho a casi nada, estamos abandonadas», señala Lilian Sejas. Ella es una de las muchas empleadas del hogar en Cantabria a quienes la crisis del coronavirus ha dejado sin trabajo. Más de dos centenares: a 29 de febrero estaban afiliadas a la Seguridad Social 5.025 trabajadoras domésticas; a 31 de marzo, ya con dos semanas en estado de alarma, el número descendió a 4.950; y el 30 de abril, a 4.790. «Pero serán muchas más», alertan desde el sindicato CC OO, porque, por un lado, los empleadores aún no han tramitado bajas porque no se han podido desplazar a la Seguridad Social; y por otro, por la gran cantidad de casos que trabajan en la economía sumergida (una tercera parte del total), lo que impide tener una contabilidad oficial más certera. Es una de las características de un gremio claramente feminizado: el 98% son mujeres. Además, un alto porcentaje (en torno al 40%) son inmigrantes.
En el caso particular de Lilian se quedó sin trabajo pocos días después de que se decretara el estado de alarma. Exactamente sin los cuatro que tenía, por horas, en otros tantos hogares distintos, a los que llevaba años acudiendo fielmente. «La mayoría de los empleadores son personas mayores y tenían miedo, me dijeron que mejor no fuera por el momento, que me volverían a llamar cuando terminase todo esto», explica. El problema es que «nadie sabe cuándo va a terminar realmente», lamenta mientras acumula ya dos meses con el empleo suspendido, sin sueldo y sin derecho a paro.
lilian sejas, empleada del hogar
Al menos ella tiene derecho a pedir el subsidio extraordinario que ha aprobado el Gobierno central durante el estado de alarma con destino a las empleadas del hogar que hayan visto su jornada reducida o su contrato extinguido como consecuencia del Covid-19. Pero muchas de sus compañeras ni siquiera eso, porque en España aproximadamente 180.000 trabajadoras de este colectivo no están dadas de alta en la Seguridad Social. Otras 400.000 sí cotizan. «Estoy esperando a que me aprueben la solicitud después de completar todos los trámites», apunta esta boliviana que lleva 15 años residiendo en Cantabria. Un anhelado ingreso, insuficiente, pero que «nos ayude al menos a pagar las obligaciones básicas, nada más».
Porque Lilian no ha cobrado nada «ni en abril ni en mayo». Una situación agónica, ya que su marido también está en paro. ¿Y cómo sobreviven en esta situación? «Estamos tirando de los pocos ahorros que teníamos y recurriendo a distintas iniciativas solidarias que nos proporcionan comida». Es el caso de 'Santander en casa', propuesta canalizada por el Ayuntamiento de la capital para organizar las peticiones de ayuda que reciben de la población como consecuencia del Covid-19. Gracias a ella han recibido alimentos durante dos semanas. También está intentando acceder a las ayudas que proporciona el Banco de Alimentos. Y buscando trabajando donde sea. «Ha salido algo en dos casas, días sueltos, poco dinero, pero no se puede rechazar nada», comenta. Y mientras tanto, aplazando los pagos del alquiler del piso donde residen en Santander.
maría flores, empleada del hogar
Confía que esta pesadilla termine «pronto», aunque la incertidumbre sigue siendo grande a día de hoy. «No sé fecha concreta de vuelta a mis casas de siempre, me dicen que quizás a lo largo de junio o, si no, en julio seguro», explica. Un 'ya veremos' repetido como respuesta que suena como un aldabonazo en el alma, la cartera y el futuro.
«Siempre estamos en riesgo, pero esta crisis nos ha pillado como a la mayoría, sin previsión», sostiene por su parte María Flores, otra empleada doméstica que paga el peaje que impone el sistema. Después de unos meses trabajando para la misma persona, un hombre mayor necesitado de cuidados, ha perdido el empleo por 'desistimiento', una figura que permite el cese de la relación laboral sin explicaciones al permitir la extinción del contrato por la voluntad del empleador sin alegar causa, que en este caso ha sido la decisión de acudir a una residencia de mayores. Un despido libre sin consecuencias. Pese a que contempla una indemnización de 12 días, es más precaria y barata que las del resto de sectores laborales.
4.790empleadas del hogar estaban dadas de altas en Cantabria en la Seguridad Social a 30 de abril, 235 menos que antes del estado de alarma.
Las empleadas del hogar no tienen la misma cobertura de derechos laborales y prestaciones sociales que el resto de personas asalariadas: ni a desempleo, ni a la protección en salud laboral, ni a negociación colectiva... Y sus empleadores no pueden acogerse a la tramitación de expedientes de regulación de empleo. Lilian pone el ejemplo de su marido para demostrarlo: «trabajó 11 años para un señor y cuando falleció sólo tuvo derecho a un mes de sueldo y vacaciones, nada más».
El pasado 31 de marzo el Gobierno aprobó la creación de un subsidio extraordinario temporal para empleadas del hogar que hayan visto su jornada reducida o su contrato extinguido como consecuencia del Covid-19. El importe de la ayuda es el equivalente a un 70% de la base de cotización de la empleada y es compatible con el mantenimiento de otras actividades (en el empleo del hogar es muy frecuente el pluriempleo). Eso sí, la suma de retribuciones no puede exceder el importe del Salario Mínimo Interprofesional.
Tienen derecho a este subsidio las empleadas del hogar que estuvieran dadas de alta en la Seguridad Social antes de la entrada en vigor del estado de alarma y que hayan dejado de prestar servicios durante el mismo total o parcialmente. También podrán cobrarlo las que hayan sido despedidas durante la crisis sanitaria. Es necesario una «declaración responsable» firmada por la persona empleadora o bien la carta de despido o la comunicación de desistimiento.
«Valoramos que se ha escuchado una reclamación histórica de CC OO, con la extensión de la cobertura por subsidio extraordinario a un colectivo profesional que hasta ahora había quedado fuera. Y vamos a seguir trabajando, en el marco del diálogo social, para que se aborden los cambios legislativos y normativos necesarios hasta la plena equiparación de las trabajadoras del hogar».
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