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Apenas se escuchan ruidos o ecos en la Residencia de Suances, en el Barrio La Rasa. Ni siquiera se oyen los pasos de las auxiliares ... de Enfermería o del personal de limpieza, que suben y bajan escaleras y recorren pasillos de un lado a otro, pero eso es porque la suela de goma de sus zuecos amortigua el sonido de su marcha. El silencio se debe a que en este centro, gestionado por Mensajeros de la Paz, que durante siete meses se ha dedicado en exclusiva a la atención de pacientes covid, ya solo queda una usuaria, que, además, puede ser la última. Hoy recibirá el alta tras haber cumplido cuarentena en una habitación individual y desde la que, probablemente, se pueda ver un trocito de mar.
Tras meses duros y agotadores en las residencias de personas mayores, donde se han vivido con tensión los picos y valles de las curvas de contagio, la situación ha mejorado. Con sus plantillas y usuarios ya inmunizados contra el covid, la curva ha descendido a «niveles mínimos», tal y como recordó el jueves el vicepresidente Pablo Zuloaga. Por eso, el centro específico dedicado a la lucha contra el virus en Suances está a punto de cerrar una etapa. La Consejería de Políticas Sociales, que promovió el acuerdo con Mensajeros de la Paz, así lo ha decidido tras la mejoría de la situación sanitaria entre los mayores
La Residencia de Suances ha cumplido desde el 13 de agosto una función «fundamental», prestando atención a los residentes que contrajeron el virus -contando siempre con el beneplácito de usuarios y familias-; aliviando la presión en sus centros de referencia, y garantizando además que las cuarentenas se cumplieran en régimen de aislamiento. La Consejería buscaba en verano una respuesta asistencial -quería «reforzar la capacidad de reacción de los centros y garantizar las medidas de aislamiento», en palabras de la consejera Ana Belén Álvarez- y la encontró en esta residencia de cuatro plantas recién terminada y sin estrenar -no aparecía en los mapas de Google-; con zonas ajardinadas, suelos brillantes y columnas marmóreas; habitaciones individuales; un médico en plantilla, y unos profesionales que, tal y como recuerda ahora la directora de la Residencia, Clara Diego, han dado el máximo.
Ese 13 de agosto la Residencia de Suances inauguró por tanto su actividad con cierto nerviosismo, pero a la vez con el convencimiento de que «teníamos que hacer algo por los demás, teníamos que hacer algo por las residencias que tanto estaban sufriendo desde marzo. Mensajeros de la Paz vio una oportunidad para ayudar», afirma Diego. La meta era un gran desafío y exigió al equipo de Mensajeros de la Paz protocolizar al máximo sus rutinas, buscar personal y actuar con rapidez cuando ingresaban de golpe muchos nuevos pacientes. «Ha habido momentos difíciles, complicados», admite la directora.
La evolución de la pandemia en Cantabria no ha hecho sino reflejarse en las residencias de personas mayores, y por tanto, en el centro covid de Suances. Tras un verano de contagios contenidos, a partir de mediados de octubre se produjo una oleada de ingresos, que obligó al equipo de Diego a reaccionar con agilidad: se reorganizó de nuevo el centro, llegó personal extra, se intensificó la limpieza, se proveyeron de más materiales higiénico-sanitarios. «A partir de Navidades observamos una disminución, y, a partir de enero, como ocurrió con la población en general, [los ingresos] aumentaron mucho», evoca la directora. Entonces llegaron a prestar atención a 84 personas simultáneamente -el centro tiene capacidad para 98-.
Tras ese gran pico asistencial, más corto que el primero, la situación fue mejorando, llegaron las vacunas -el personal se inmunizó en enero- y el centro covid fue despidiendo a sus usuarios. Hasta este momento, cuando queda una residente, que, con toda probabilidad, abandonara hoy el Barrio La Rasa. Ella hace el número 460.
En Suances tampoco quisieron descuidar la parte emocional. Diego asegura que todo el equipo fue consciente desde el principio de que usuarios, familiares y amigos necesitaban certezas; necesitaban hablar, preguntarse, verse las caras. Al principio, el personal del centro contaba telefónicamente a las familias cómo evolucionaba cada caso, pero al poco se pasaron a las videollamadas. «Cuando se veían sentían mucha más tranquilidad. Era una forma de que no se rompieran los vínculos y de aplacar la inquietud», dice Mercedes Alonso, la psicóloga del centro.
Ella se encargó de explicar a quienes iban llegando y ocupando sus habitaciones -unas mirando al norte, otras al sur, a una gran parcela verde- en qué consistía un confinamiento, qué requería cumplir una cuarentena, el porqué de su traslado a Suances. Casa usuario necesitaba entenderlo de una forma concreta, así que en eso se esmeró Alonso, en explicarlo con sus particularidades.
La psicóloga cree que ha vivido el momento profesional más «especial» hasta ahora. Tuvo que superar el miedo a contagiar a los suyos cuando volvía a casa del trabajo, a pesar de la higiene, la mascarilla, los geles, la distancia o la ducha al final de la jornada. Dice que la responsabilidad se impuso cuando esos miedos le rondaron. «Y también saber que estábamos ayudando a personas que lo necesitaban. Eso se ha resultado muy gratificante, me ha llenado mucho. También el agradecimiento de las familias».
«En los momentos más complicados nos ha ayudado mucho el trabajo en equipo, que todo estuviera engranado. Y reconforta el hecho de saber que a muchas personas las hemos hecho sentir casi como en casa». Habla Gustavo Rojas, el médico de la residencia, encargado de vigilar síntomas, mantener los tratamientos, proceder con las derivaciones hospitalarias si era necesario... También se encargó de hacer pedagogía con la vacunación por si quedaba alguna duda. «Tengan tranquilidad» era su mantra.
Su compañera Alonso no vaciló a la hora de inmunizarse, pero advierte de que el pinchazo no exime de seguir protegiéndose. «No podemos bajar la guardia».
Unas bandas blanquirrojas en el suelo, justo en los accesos a las alas del edificio donde se encuentran las habitaciones, recuerdan que a partir de esa marca comenzaban las zonas covid, los EPI y casi siempre las palabras de aliento. Los profesionales que trabajan en el centro -33 en la actualidad- tuvieron que cruzarlas de una forma u otra.
¿Y qué ocurrirá ahora? ¿Qué pasará cuando la Residencia de Mensajeros de la Paz deje de ser un centro covid? «Estamos un poco a la expectativa. La idea es que sea una residencia de personas mayores», confía Clara Diego, «que podamos dar a Suances y Cantabria un servicio bueno, y que los mayores estén cuidados y atendidos».
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Ana del Castillo
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