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Cambio de sexo

«Cerraba los ojos y veía a otra persona»

Tres jóvenes cuentan a El Diario Montañés lo que supone la aprobación de la Ley Trans y cómo han vivido el proceso hasta convertirse en las personas que son hoy

Candela Gordovil

Santander

Domingo, 12 de marzo 2023, 07:36

Libre determinación del sexo registral con la sola voluntad de la persona, prohibición de las terapias de conversión e imposición de medidas para la diversidad en la educación y el ámbito laboral. Estos son los principales puntos que recoge la recién aprobada Ley Trans. Una norma que ha generado controversia pero que también ha sido muy aplaudida desde el colectivo LGTBIQ+ al entenderla como un paso hacia adelante y «una victoria» en derechos y garantías. Desde la asociación de lesbianas, gais, bisexuales y trans de Cantabria (Alega) informan de que ya hay jóvenes cántabros que han acudido al registro a solicitar los trámites pertinentes. Pero «aún hay mucho desconocimiento». Tres personas trans de la región explican cómo viven este «histórico» momento para su colectivo.

Sara Martínez Mujer trans

«En mi DNI aparece mi foto actual, pero aún con mi anterior nombre»

Sara Martínez Juanjo Santamaría

Cuando Sara Martínez era pequeña se miraba al espejo y automáticamente cerraba los ojos. En su mente, se imaginaba una persona con el pelo largo y otro tipo de vestimenta. Cuando los volvía a abrir, observaba la realidad. Que no le hacía mucha gracia. Estos pensamientos siempre los guardó bajo llave por miedo a ser descubierta porque tenía claro que no encajaban con lo establecido por la sociedad. «Prefería relacionarme con mujeres, me sentía más cómoda». Veinte años después, entiende que desde muy pequeña supo que era transexual. Sin embargo, cree que le faltaba información: «Desconocía la etiqueta o el nombre que engloba lo que me ocurría».

Hasta que conoció a María Díaz Ángulo, la sexóloga del instituto Valle del Saja, en Cabezón la Sal, en el que Sara estudió. Y no tiene dudas a la hora de decir que ella fue su salvadora. «Me sentía muy frustrada. No tenía claro prácticamente nada. María me abrió al mundo de la transexualidad y me explicó lo que era». Pero no solo eso. También le animó a ir a clase vestida como más cómoda se sintiese. Exactamente igual que el resto de sus compañeros. «Nunca voy a olvidar el apoyo que recibí por su parte. Gracias a todo lo que me enseño, pude empezar mi camino y mi lucha».

Una lucha que no ha estado exenta de burlas e insultos y que, a su juicio, la cambiaron para siempre. «He escuchado de todo. Que lo hacía para llamar la atención. Que me fuera a casa a cambiarme de ropa. Pero yo tenía claro que no hacía daño a nadie. Por eso, me mantuve firme en mi objetivo final», apunta.

Lejos de victimizarse, se siente afortunada por haber recibido el apoyo de las únicas personas de las que realmente lo necesita. Su familia, sus amigas y su pareja. «Han sacado la cara por mi cuando me he sentido acorralada. Y sobre todo, no me han soltado nunca de la mano», cuenta muy emocionada.

Su transición comenzó cuando tenía 15 años. Tras muchas sesiones con el sexólogo del centro de salud sexual y reproductiva La Cagiga, comenzó con la hormonación. De esto han pasado casi seis años en los que su cuerpo ha cambiado por completo. Se realizó una orquiectomía –extirpación de los testículos– y está a la espera de someterse a una vaginoplastia. Pero todavía no ha conseguido que en el DNI aparezca su nombre y sexo actual. Realmente lo único que se asemeja con la realidad es la foto. «No tiene ningún sentido. Y para mí es muy importante. Porque cuando voy al médico me siguen llamando de otra forma que no me representa».

Por eso, entiende que con la reciente aprobación de la Ley Trans los trámites se agilizarán. Al menos, esa es la pretensión de la norma. «Es el único paso que me queda por cumplir y no veo el momento», explica la joven cántabra, para quien la norma del Ministerio de Igualdad tiene sus matices.

«Hay unos pasos previos a la transición, como las sesiones con el sexólogo y el endocrino, que con la nueva ley desaparecen. No hacen falta. Y son muy necesarios porque creo que ayudan a pensar y reflexionar sobre el paso que vamos a dar. Y sobre todo, mentalizarnos de todo el proceso a seguir. Porque realmente es muy duro», argumenta. E insiste: «La ayuda es muy importante. Muchas veces las hormonas me dejaban destrozada física y mentalmente. No es un camino de rosas y hay que estar preparada».

Lara García Queer

«Que las personas trans no pasen por lo mismo que yo es un avance»

Lara García. Juanjo Santamaría

ALara García le entra la risa cuando escucha que no hay prejuicios sobre los transexuales. Aún recuerda cuando diez días después del inicio de la pandemia, fue al médico con una patología clara: fiebre, dolor de cabeza, tos y problemas para respirar. En un contexto en el que a todo el mundo al que acudía con esa sintomatología le obligaban a aislarse, a ella le dijeron que podía tener sida y que tenía que someterse a una serología: «Todo por ser transexual». Su diagnóstico, «como era de esperar», fue covid. Una anécdota que recordará para siempre. Igual que el insulto «fácil» que recibía una y otra vez cuando era pequeño: «¡Maricón!». Una parte de su proceso que, aunque trata de olvidar, entiende que ha sido clave para forjar su personalidad actual.

Ella prefiere referirse a su transición como «un viaje personal» que ha tenido varias paradas. «La falta de información me hizo dar muchos bandazos», reconoce. Primero salió del armario y se lo comunicó a todo su entorno. Pero hasta que no conoció a la que ahora es su pareja, con la que lleva diez años, no terminó de entenderse a sí misma. «Mi novio también es un chico trans. Él transicionó antes que yo. Entonces ahí me di cuenta que me daba un poco igual todo», dice entre risas.

Lo curioso es que detrás de esa broma hay un término que esconde su identidad: Queer. Una palabra que engloba a todas aquellas personas que rechazan todo tipo de clasificaciones hegemónicas del sistema binario varón/mujer y también rechaza las categorías estancas respecto a la sexualidad, la orientación sexual y la identidad de género. «Es una categoría muy amplia. Yo me siento más cómoda si se refieren a mí en femenino. Pero hay muchas personas que no necesitan pasar por un proceso de hormonación ni operarse para lograr sentirse bien. Simplemente quieren que les llamen de otra forma. O incluso solo cambian su forma de vestir. Pero no tienen una necesidad identitaria», explica.

Por eso, la aprobación de la Ley Trans le parece un paso «crucial» para la lucha del colectivo, pero que a nivel personal no le repercute tanto. No obstante, aplaude que las personas trans de esta generación no tengan que pasar por lo mismo que ella: «Sin duda es un avance. Llegar hasta aquí ha sido complicado, aunque merezca la pena».

Lara lleva cuatro años en tratamiento hormonal y se sometió a una orquiectomía bilateral o castración quirúrgica, que sirve para extirpar ambos testículos: «Lo hice para quitarme una parte de la medicación». Y es que una de las pastillas del tratamiento hormonal feminizante incluye un bloqueador de la testosterona que tiene «muchos efectos secundarios». El principal es la depresión. «Es durísimo. Generalmente nos sienta fatal a todas las chicas trans», apunta.

Dentro de su particular viaje personal ha contado con apoyos imprescindibles. Como su pareja, su familia y sus amigos. Pero no es oro todo lo que reluce. Y considera «crucial» la ayuda e información para las familias. «Todo lo que la persona trans padece en solitario luego lo tiene que verbalizar. Y el continuo cuestionamiento no nos ayuda. Nadie se levanta un día queriendo transicionar porque sí. Por capricho. Normalmente llevamos años de comeduras de cabeza y con tratamiento psicológico. Necesitamos que nos acompañen, no que nos sigan juzgando», concluye.

Aarón Gómez Hombre trans

«He conseguido cambiar el sexo en el registro. Solo me queda esperar»

Aarón Gómez Juanjo Santamaría

Hay un hecho concreto en la vida de Aarón Gómez que le hizo entender desde muy pequeño que algo le ocurría con su cuerpo. En el colegio, cuando iba a ejercicios de natación con el resto de sus compañeros de clase, le daba «pavor» cambiarse en el vestuario. Por eso, se encerraba en el baño: «No me sentía bien con mi cuerpo y no quería que nadie me viese». Recuerda como si fuese ayer sus sentimientos al salir del vestuario, comprarse ropa o hacerse una simple foto. «Es complicado de explicar, pero pensaba que me faltaba algo. No me encontraba y mi cabeza no iba acorde con mi físico», asegura.

Aarón vivió en Ecuador hasta los 10 años y allí, en el colegio, recuerda que siempre le llamaron marimacho. «Va con ropa masculina, será lesbiana», le decían una y otra vez. Tanto que se lo llegó a creer. Otro de los insultos que recibía habitualmente era en referencia a su 'deadname' o nombre muerto –el que le pusieron sus padres al nacer–. Antes era Sharon Betsibel y en el colegio la llamaban Betsibelo. «De forma despectiva y para hacerme daño. Solo tenía 6 años. Pero de eso me he dado cuenta ahora. Entonces no era muy consciente», explica.

Cuando emigró junto a su familia a Comillas, seguía con el mismo runrún: «Miraba vídeos, trataba de informarme y buscar una respuesta a mis preguntas». Todo este proceso en silencio. Hasta que cumplió 18 años y tomó la decisión de acudir al médico para explicarle que llevaba prácticamente toda su vida sintiendo un problema con su cuerpo. De ahí, le derivaron al psicólogo de la Seguridad Social por disforia de género. «En definitiva me dijeron que tenía que aprender a quererme y a adaptarme a mi cuerpo. Fin de la historia».

Una situación que no hizo más que incrementar su miedo e inseguridad. «¡Si mi cuerpo era precisamente el problema. No entiendo cómo pudieron decirme eso!». Desde entonces, el rechazo que le generó este episodio le obligó a distraerse del tema y poner el foco en otros asuntos. Sin demasiado éxito.

A pesar de sus intentos por «ser una más» y comportarse como tal, seguía utilizando ropa ancha «para no marcar mis pechos» porque le acomplejaba. «Poco a poco, de forma natural, empecé a hablar con mis amigos sobre mí en masculino. No hizo falta decir nada porque ellos actuaron igual. Me sentía mucho más cómodo», comparte.

Por fin, después de toda una vida, entendió lo que le ocurría. «El tiempo me dio las respuestas que necesitaba». Y a pesar de que, por lo general, recibió el apoyo de su entorno, pidió ayuda en Alega, asociación de lesbianas, gais, bisexuales y trans de Cantabria. «No es fácil para nadie. Mis padres están conmigo para todo, pero a veces incluso me preguntan si estoy seguro. Es un proceso complicado para ellos también».

Un proceso que, a su juicio, será más sencillo con la entrada en vigor de la nueva normativa. En su caso, pidió el cambio de nombre y de sexo en el DNI en enero, pero no se pudo efectuar porque le faltaba un informe psicológico relativo a «la existencia de disonancia entre el sexo morfológico inicialmente inscrito». La semana pasada, ya con la Ley Trans aprobada, volvió al registro para efectuar también el cambio de género. «Aún hay mucho desconocimiento. Me dijeron que la ley era muy nueva y que volviese en un par de días». Así lo hizo. El jueves pasado Aarón consiguió completar todo el papeleo necesario. Le llevó una mañana entera. Ahora solo le queda esperar la burocracia pertinente.

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