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Un chip de perro en el estómago
Leyendas de Cantabria ·
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Leyendas de Cantabria ·
Dos restaurantes de Santander y otro de Torrelavega fueron víctimas en 2013 del mismo bulo, difundido en redes socialesUn ratón en una botella de refresco, carne de rata o de gato en un restaurante o grotescos animales modificados genéticamente para maximizar la producción de carne. Infinidad de leyendas urbanas sobre la comida, y en especial sobre franquicias y restaurantes de comida rápida y china circulan desde hace décadas. Cantabria no es una excepción y el rumor, siempre falso, de que las autoridades sanitarias han precintado un local por encontrar carne de rata, una uña, un dedo humano o cualquier otro regalo se repite cíclicamente.
Pero uno de ellos proliferó de tal manera que obligó al Gobierno de Cantabria a intervenir directamente en el asunto para desmontar el bulo. Al boca-oído se habían sumado las redes sociales y aquello resultaba ya insostenible, porque se señalaba a restaurantes concretos que, por cierto, nunca habían cerrado.
Fue en abril de 2013, cuando de pronto se difundió el rumor de que el Hospital Valdecilla había detectado en el estómago de una mujer el chip de identificación de un perro de Santander después de comer en un wok y sentirse indispuesta. Nada fuera de lo común más allá de un nuevo capítulo de una leyenda urbana que resurge cada cierto tiempo, pero tras difundirse a través de los social media lo que fue diferente fue la reacción: tres restauradores afectados denunciaron los hechos ante el Cuerpo Nacional de Policía y la Consejería de Sanidad intervino con un comunicado oficial después de que la Asociación de Chinos en Cantabria le requiriera información:
«La Dirección General de Salud Pública no ha recibido denuncia alguna sobre la puesta en consumo de carne de perro en restaurantes de nuestra Comunidad Autónoma», señalaba la nota de prensa después de que el gobierno autonómico hiciera las consultas pertinentes en respuesta a la solicitud recibida. Tampoco en ningún otro hospital cántabro ni en los centros de atención primaria. Se habían molestado en comprobarlo.
La historia, que en esta ocasión tiene un origen claro y conocido, es muy sencilla. El 2 de abril de 2013 una cuenta de Twitter publicó que se había precintado un wok de Santander después de que se encontrara un chip de perro en el estómago de una mujer que tras comer allí se había sentido tan mal que tuvo que ir al hospital.
El tuit se virálizó, en dos o tres semanas se había propagado enormemente y otras dos cuentas lanzaron otros bulos similares. Finalmente aquello parecía haber ocurrido en tres restaurantes, dos en Santander y otro en Torrelavega; los tres que denunciaron.
Los establecimientos colgaron el comunicado del Gobierno de Cantabria en su acceso y presentaron denuncia aportando documentación con los nombres de las cuentas de Twitter en concreto y la captura de una web en la que se narraba, también con fecha de 2 de abril, la patraña. Su título, 'Precintan el wok de Santander'.
Cuando los negocios afectados anunciaron su decisión de «formular denuncia dado que se sienten perjudicados por diversas manifestaciones vertidas por las redes sociales a través de internet, todas ellas falsas» ya se habían eliminado tanto los tuits como el texto de la web. Pero ya era tarde para evitar las medidas legales, porque había capturas y pruebas gráficas.
Probablemente lo ocurrido siete años antes, cuando un restaurante chino de Santander fue, efectivamente, cerrado por falta de higiene tras una inspección rutinaria, bien aderezada con un toque de racismo (el tuit original iba acompañado por el hashtag #putoschinos), creó el caldo de cultivo para que el rumor se extendiera mucho mejor. Pero el cierre de temporal de aquel negocio no tuvo nada que ver con carne de perro, gato o rata, otra leyenda recurrente, sino con las deficiencias en la limpieza de la cocina y sus utensilios, el incumplimiento de algunas normas sanitarias y la presencia de excrementos de roedor en ciertas zonas. Eso fue lo que llevó en enero de 2006 al cierre temporal del establecimiento, recurrido y confirmado un año y medio después, en octubre de 2007, por el Tribunal Superior de Justicia de Cantabria después de que una segunda inspección detectara que las deficiencias no se habían solucionado.
En el caso del chip de perro la leyenda urbana tuvo la enseñanza o moraleja que les gusta encerrar a las de su género, pero a la inversa; cuidado con acusar falsamente, y más aún con el altavoz de internet, que ofrece la posibilidad de rastrear la identidad de quien generó el bulo. Al final puede dar tantos dolores de cabeza o incluso más de los que llegue a provocar.
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