El ciclo artificial del salmón

Tiempo después este plan se demostró clave para salvar del desastre a un pez que es icono de decenas de culturas, que ha poblado los ecosistemas fluviales cántabros desde tiempos inmemoriales y que además funciona como semáforo infalible de la calidad de las aguas.

Este reportaje imagina el recorrido del ciclo vital que configura la existencia de un salmón criado en cautividad en 2019.

Todo comienza en el Centro Ictiológico que el Gobierno Cántabro puso en funcionamiento en 1997. Allí, justo por estas fechas, llegan los primeros salmones adultos capturados en el Pas (Puente Viesgo); Asón (Batuerto) y Deva (Urdón). «Son los peces salvajes, los que vamos a utilizar para la reproducción. Cada año renovamos el 20% de los 100 que más o menos tenemos en el centro para mantener la riqueza genética», aclara Serdio.

Cuando las hembras estén listas, será a partir de este enero de 2020, se les extraerá la puesta con un masaje que les llevará a soltar las huevas de manera natural. Un ejemplar tipo de 5 kilogramos pone entre 7.000 y 8.000 huevas. «En la naturaleza los ponen bajo la gravilla del fondo fluvial y nosotros simulamos esas condiciones en el Centro Ictiológico». Se guardarán en unos cajones donde no llega la luz y se mantienen unas condiciones de temperatura determinadas. Cada camada será fecundada con esperma de al menos tres machos.

A los pocos días llegará la eclosión, y durante un mes, los peces se alimentarán exclusivamente del saco vitelino del huevo. Así hasta febrero. «En este punto los peces ya tienen un tamaño para sacarlos a un tanque y empezar a darlos de comer pienso. Son los llamados alevines, que mantendremos aquí durante unos cuantos meses, hasta que estén listos para su suelta en el río«, relata Serdio. El centro cría alrededor de 400.000 al año, pero una vez sueltos llegarán a adultos sólo 400.

En una pequeña pileta un operario diluye unas gotas de anestesia. Luego vuelca unos cuantos alevines y los pequeños comienzan a perder los sentidos. El pez se queda prácticamente flotando; aunque mantiene las funciones vitales fundamentales. «Marcamos a todos los que nacen en cautividad. Primero les cortamos la aleta adiposa, una pequeña protuberancia que nos sirve para distinguirlos visualmente», explica Juan Cobo, capataz del centro de Arredondo. «Luego les colocamos un marcador diminuto (de un milímetro de largo y una micra de espesor) que tiene inscrito un código de seis dígitos que nos sirve para conocer su identidad. Así, cuando vuelvan a los ríos, sabremos quienes son«.

Permanecerán engordando en los tanques ubicados en Arredondo hasta bien entrado septiembre de 2020. A partir de esa fecha comenzará la suelta en los diferentes ríos. Las camadas serán puestas en libertad en los mismos ríos donde fueron capturados sus padres. «Se supone que su genética está diseñada para que sobrevivan mejor en ese río».

No es una cuestión baladí, porque de hecho el primer intento de reproducción, que fue frustrado, comenzó en los años ochenta con la introducción en los ríos cántabros de huevos procedentes de Escocia. Hoy en día no queda rastro de esa genética en los peces que remontan los ríos de la región. «Ninguno sobrevivió porque no estaban preparados para estas condiciones».

En el siguiente paso de este ciclo vital, el salmón aguardará hasta la siguiente primavera para bajar al mar. Para el caso del protagonista de este relato, lo hará, por ejemplo, en mayo de 2021. Así comenzará el gran periplo de su vida, ascendiendo por la costa francesa hasta el Ártico. «Ese será el punto de encuentro de los salmones llegados de todo el mundo», cuenta el Jefe de Conservación de la Naturaleza. Su existencia se centrará, fundamentalmente, en el engorde a base de una dieta centrada en Krill «un crustáceo similar a la quisquilla que le da ese color característico a su carne».

El tiempo de estancia en los ríos y el mar cambia según el ejemplar; pero probablemente el regreso a agua dulce de este en concreto podría llegar en mayo de 2023. Volverá al río en que nació y comenzará el remonte hasta alcanzar las zonas altas, las idóneas para el desove. Allí, dentro de cuatro años y si el destino es caprichoso, tal vez el mismo técnico que lo soltó, vuelva a encontrárselo.