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En sus diez años de vida, Podemos Cantabria ha tenido seis líderes distintos y una gestora. Ese baile de sillas al frente del partido simboliza el caos interno que ha sufrido un partido que llegó a tocar el cielo con 28.000 votos y tres diputados en el Parlamento regional, además de conseguir un sillón en el Congreso en 2015 tras sumar 62.000 papeletas en las urnas. Desde aquel germen de las sentadas en la Plaza Porticada y las protestas sociales masivas por las calles de Santander durante el 15M, Podemos Cantabria no ha podido escapar del conflicto diario, de las traiciones entre sus dirigentes, de enfrentamientos con la dirección nacional y de disputas que han acabado en los tribunales. El desgaste nacional hizo lo suyo, pero la historia del ascenso y la caída de Podemos Cantabria en la última década es el relato de la pugna de sus mandos por el poder.
Si hubo un momento en el que Podemos brilló especialmente fue 2015. Habían pasado cuatro años del 15M y la semilla de aquella indignación política ya había enraizado. Una encuesta de Metroscopia de junio de 2011 había mostrado que el 90% de la población apoyaba las reivindicaciones del 15M. Entre ellas, la repolitización de la sociedad y acabar con el paradigma izquierda-derecha en favor de un nuevo eje: los de abajo contra los de arriba, la gente contra 'la casta'.
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Ángela Zubieta / Gonzalo Sellers
Las elecciones de 2014 demostraron ese cambio de mentalidad. Podemos logró cinco escaños en el país, en parte gracias a los 19.000 votos en Cantabria, y se frotaba las manos con lo que podía conseguir en las Autonómicas y Generales. Pero ya enseguida empezaron los primeros conatos de disensiones en Santander, un aperitivo de lo que llegaría poco tiempo después.
En ese pletórico 2015, Podemos irrumpió en el Parlamento regional con tres diputados, convirtiéndose en pieza clave para la aprobación de leyes y para que el bipartito PRC-PSOE, en minoría, pudiera gobernar. Y también marcó un hito en las Generales. Arrebató un diputado en Madrid al histórico binomio PP-PSOE y sentó a Rosana Alonso en uno de los escaños del Congreso. En los plenos del Ayuntamiento de Santander se sentaban dos concejales de Ganemos, la marca municipal de Podemos, mientras Pablo Iglesias se paseaba por las ciudades de todo el país con el halo y la parafernalia de una estrella de rock. El propio Miguel Ángel Revilla le recibió a las puertas de la sede del Gobierno, en Peña Herbosa, entre abrazos y una invitación a desayunar sobaos en el bar de enfrente.
Mientras tanto, de puertas para adentro, los líderes de Podemos Cantabria ya habían lanzado la primera piedra de sus guerras internas. El primero en caer fue Juanma Brun, uno de los fundadores del partido en la región, secretario general en Santander y en frontal desacuerdo con la dirección nacional y autonómica por la decisión de no presentarse a las elecciones municipales de 2015.
Pero todo quedó ensombrecido por el poder político con el que, de la noche a la mañana, se encontró Podemos. Revilla necesitaba sus tres diputados para ser investido presidente, para aprobar el Presupuesto y para sacar adelante las leyes que no lograse arreglar con otro nuevo partido que acababa de aterrizar en el Parlamento: Ciudadanos. Y en Podemos tomaron la decisión de pactar con Revilla a cambio de la salida de política de uno de los pesos pesados del PRC: Javier Marcano, con causas abiertas en los tribunales en aquellos años. Ese fue el momento más álgido de Podemos en Cantabria. Después de aquello todo fue en caída libre.
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Gonzalo Sellers
Antes de que en 2019 acabase esa legislatura, el partido sufrió una montaña rusa interna con cuatro líderes distintos y una gestora. Es decir, un cambio de coordinador autonómico por año: José Ramón Blanco, Julio Revuelta, Alberto Gavín y Rosana Alonso. Esta última protagonizó el mayor cisma del partido en Cantabria con una guerra abierta con la dirección nacional, tras ser sancionada por ocultar situaciones de presunto acoso del diputado Blanco a la diputada Verónica Ordóñez y otras trabajadoras.
La diputada nacional, en otros tiempos el enlace de Cantabria con Madrid por su buena relación con la cúpula nacional, y anfitriona cada vez que Iglesias, Echenique, Errejón o Monedero pisaban Santander, llevó a Podemos a los tribunales y llegó a decir en 2019: «Se han cargado Podemos Cantabria, siento decepción con Pablo Iglesias».
Pocos de aquellos primeros años siguen ligados a la política. Y mucho menos en primera línea, aunque todo ha sido más tranquilo desde 2020, cuando Podemos perdió todo poder institucional y sus mandos se centraron en reconstruir lo que quedaba del partido. Actualmente, cuenta con seis concejales repartidos en Castro, Santander, Torrelavega, Laredo y Entrambasaguas. Y tanto Luis del Piñal –coordinador entre 2020 y 2022– como Mercedes González, en la actualidad, han tenido mandatos mucho más tranquilos que sus predecesores, con paz interna y sin esas luchas por los repartos de poder que enterraron al partido en Cantabria y que le hicieron caer del cielo al infierno en menos de una legislatura.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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