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La historia está plagada de mujeres brillantes cuyos méritos no figuran en los libros de texto. Científicas cuyos logros fueron ocultados o asumidos por sus colaboradores masculinos. La carrera académica ha sido imposible durante siglos para el sexo femenino. Bien porque lo tuvieran literalmente prohibido, o porque las condiciones sociales y políticas se lo impidieran, lo cierto es que la universidad ha sido coto privado del hombre hasta hace bien poco. Aún hoy no se puede hablar de igualdad en los claustros. Las científicas de hoy en día aseguran que continúa la discriminación, que la sociedad mantiene muy vivos los condicionantes de género y que los puestos de gobierno son prácticamente inaccesibles para ellas.
«A veces el machismo ha sido asfixiante», denuncia Teresa Barriuso, una de las primeras catedráticas del país y de la región, en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Cantabria (UC). Ya no imparte clase, porque está jubilada. «Puedo ver el problema con perspectiva y pienso que si no se hace nada, la desigualdad ha existido y va a seguir existiendo siempre», se reafirma.
Ella es una de las elegidas por este periódico para abordar este problema justo hoy, cuando se celebra el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia. Le acompañan Marta García, vicedecana de la Facultad de Educación; Paula Navarro, doctoranda en la Facultad de Ciencias y Lorea Romero, también doctoranda, en la Facultad de Educación.
Juntas repasan la situación global y sondean en su experiencia para encontrar respuestas a los interrogantes que siguen manteniendo a la mujer alejada de las cátedras, los decanatos y los rectorados. Aunque bien pensado, no hace tanto las cosas eran mucho más difíciles.
En 1841, cuando estaba prohibido que una mujer accediera a la educación superior, Concepción Arenal logró estudiar Derecho en la Universidad deMadrid, como oyente, asistiendo a las clases con un disfraz de hombre. Otra pionera, María Elena Maseras, fue la primera en firmar la matrícula femenina oficial en una universidad española, en 1872. Aunque no fue hasta el 8 de marzo de 1910 cuando se hizo pública la Real Orden por la que se abría la matrícula femenina en cualquier universidad española.
Todas esas dificultades de base han desaparecido en la actualidad;pero se mantiene vivo un machismo más fino, latente, que se funde con las convenciones sociales y que posiciona a las mujeres por debajo de sus compañeros a la hora de crecer en la universidad española. La paradoja está demostrada en las cifras. Ellas son mayoría en las aulas de muchas titulaciones universitarias –especialmente en las orientadas hacia Ciencias de la Salud o Humanidades–;pero a medida que se va ascendiendo en el escalafón de la carrera investigadora, su presencia se reduce a la mínima expresión.
Por poner un ejemplo, tan solo un 21% de las cátedras en España son ostentadas por mujeres. Si se particulariza en el caso concreto de la Universidad de Cantabria la situación es aún peor:solo el 11,95% de cátedras femeninas. El Tribunal de Cuentas advirtió al campus cántabro el pasado enero de que no «satisface el equilibrio requerido» entre hombres y mujeres en los órganos de representación, una situación que afecta «tanto a los órganos electivos como en los nombramientos y designaciones de los cargos de responsabilidad».
El rector respondió contundente al aviso: «No se puede hacer nada si en una votación democrática y libre sale votado un hombre». El problema quizá sea más hondo. «Tal vez las mujeres no hemos sabido ponderarnos para ocupar puestos de gestión», reivindica Teresa Barriuso. La celebración hoy del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia pretende ayudar precisamente a resolver eso.
Teresa Barriuso, catedrática
Teresa Barriuso (Burgos, 1946), fue una de las primeras catedráticas españolas. Su área, la Física Atómica, Molecular y Nuclear, estaba copada por hombres. «Un compañero de pupitre me llegó a preguntar qué diablos estaba haciendo allí, estudiando. Me le quedé mirando y pensé que realmente era bobo».
–Anécdotas como esas tendrá otras tantas...
–Poco después de terminar la carrera hablé con el que por aquel entonces quería que fuera mi director de tesis. Al entrar en su despacho me dijo literalmente que las mujeres eran para la cocina y para el divertimento. Como es evidente monté en cólera y se me oyó en toda la facultad.
–Es conocida por su temperamento fuerte.
–Nunca me he callado y siempre he reaccionado cuando he visto una injusticia semejante. Desde que tengo 15 años, que falleció mi padre, digamos que tuve que llevar las riendas de la familia y espabilé mucho.
–Las cifras de la UC no son para tirar cohetes a este respecto.
–No, para nada. Apenas hay rectoras en toda España y en la UC hay solo un 11,95% de catedráticas, menos de la media española, que está en un ínfimo 21%.
–No pinta bien.
–Hay una conciencia social de que las mujeres no valemos para la ciencia. Un estudio de la marca Loreal hecho en 2016 confirmó que el 63% de los españoles y el 67% de los europeos creen que las mujeres ‘no valen para ser científicas de alto nivel. Que les faltan características tales como interés por la ciencia, perseverancia, sentido racional, espíritu práctico y analítico.
–¿Se puede hacer algo para cambiar este panorama?
–Yo viví la universidad hace décadas y la he vivido hasta hace dos días, porque me jubilé, y creo que si no se hace algo, no habrá igualdad ni en el siglo XXI.
–¿Usted qué solución tendría?
–Creo que lo primero hay que hacer autocrítica. Puede que las mujeres no nos hayamos ponderado lo suficiente para ocupar puestos de prestigio. Deberíamos proponernos más. También creo que muchos hombres han sido educados en el machismo por sus propias madres. En ese sentido creo que deberíamos reflexionar acerca de la parte de culpa que nos toca.
Marta García, vicedecana
Abrió los ojos durante sus años de estudio: «Siempre me había interesado la sociología, por eso lo estudié, y nunca había conocido ninguna mujer socióloga hasta que profundicé en el feminismo académico». Marta García (Santander, 1973) es una de las mujeres con cargo de gestión en el campus cántabro: vicedecana de la Facultad de Educación.
–En su facultad la mayoría del alumnado es femenino...
–Es un centro en el que el 95% son mujeres. Pero hay que reparar también en esas otras titulaciones en las que no llegan a alcanzar el 20%. La paridad de la universidad española hay que mirarla en los dos sentidos para equilibrar de un lado y de otro.
–¿A las chicas parece que les gustan menos las ingenierías?
–La cultura de hoy nos obliga a socializarnos de forma diferente según seamos varones o mujeres. Ellas visten de rosa, ellos de azul. Ellas cuidan muñecas y ellos construyen cosas. Yo lo hablo con mis alumnos y les hago preguntarse por qué han elegido la carrera que han elegido.
–¿Qué responden?
–A veces no son conscientes de que existe un condicionante social que nos lleva a tomar determinado tipo de decisiones, como elegir una carrera.
–¿Ha sufrido discriminación de género en algún momento de su vida?
–No me viene a la cabeza ninguna situación concreta. Pero si me pongo a pensar con detenimiento seguro que encotraría algún momento en que he podido vivir algo parecido a eso. A veces no es machismo directo, sino que se traduce en comportamientos de paternalismo, etc.
–El problema tiene un profundo calado social.
–Ese porcentaje tan pequeño de catedráticas en nuestra universidad tiene que ver claramente con que la conciliación está en manos de la mujer. Es algo que supone un freno muy fuerte a la hora de promocionar en la carrera profesional.
–Usted dirige el Aula Isabel Torres, de estudios de género. ¿Cual es su principal labor?
–El objetivo del aula es difundir todos los estudios que se enmarcan en las temáticas de mujer y género.
–Los trabajos de muchas mujeres científicas han sido olvidados.
–Muchas mujeres que construyeron mucho fueron silenciadas y nuestros trabajos sirven para visibilizar esto.
Paula Navarro, doctoranda
Desde el inicio de sus estudios universitarios, Paula Navarro (Soria, 1988), sabía que continuaría con el doctorado. A su generación le han puesto las cosas más fáciles. «No recuerdo un instante en que haya sufrido discriminación de ningún tipo», remarca;aunque reconoce que aún hay mucho camino por recorrer en materia de equidad.
–Dice que a usted siempre le han ido bien las cosas...
–Yo trabajo muy codo con codo con mi director de tesis. Tengo menos relación profesional con el resto de compañeros, por eso creo que es más complicado que viva episodios de discriminación. Pero también soy consciente de que tengo suerte.
–¿Se refiere a que es la excepción a la regla?
–Tampoco es eso, pero parece que a las mujeres les resulta más complicado llegar alto en la universidad. En mi Departamento solo hay una catedrática. Y es que creo que llega un momento en la vida en que a la mujer se obliga a decidirse por la vida personal o la profesional. Es una pena.
–¿Qué se puede hacer para cambiarlo?
–Lo primero es la base educacional. Se habla de que hay menos chicas en las ingenierías y las carreras técnicas y no creo que se deba a que las habilidades de hombres y mujeres sean diferentes. Me parece que si desde pequeñita te están diciendo que no vales para estudiar una ingeniería, terminas por elegir otra carrera.
–¿Habría que instruir más en igualdad?
–Definitivamente. ¿Qué le puede condicionar a una niña de 18 años a decidir una cosa u otra en su vida? Creo que en gran medida lo que escucha en casa.
–¿Qué valor más importante ha aportado la mujer a la ciencia en estos siglos de historia?
–Lo mismo que no creo que haya alumnos más preparados para un tipo de titulación u otra, no creo que la mujer aporte nada especial por el hecho de ser mujer. Creo que se trata más de fijarnos en lo que hay detrás de cada persona.
–Muchas grandes científicas han sido olvidadas por la Historia...
–El papel de la mujer ha sido crucial para evolucionar el conocimiento científico y sin embargo no se ha visto reconocido casi nunca. Eso es injusto y merecería reescribirse esta historia científica.
Lorea Romero, doctoranda
Lleva un año investigando en materia de perspectiva de género en la universidad. Lorea Romero (Cabezón de la Sal, 1990) quiere dirigir su tesis hacia esa vertiente. «El único indicador que muestra paridad es el de las aulas. Luego, a medida que vas ascendiendo en la carrera investigadora, el porcentaje de mujeres se desploma», critica esta joven socióloga.
–¿Qué es lo que falla exactamente?
–Me parece que una de las cuestiones fundamentales en todo esto es que nos faltan referentes femeninos en las ciencias. Si no conocemos a las grandes figuras femeninas de la ciencia, es difícil que la gente joven encuentre caminos a imitar.
–¿Y la conciliación?
–También se habla mucho de eso. Claramente la paternidad no afecta igual al trabajo que la maternidad. Ellas tienen que sacrificar más.
–Algunas investigadoras critican que es la propia mujer la que a veces alimenta el machismo...
–No se puede culpabilizar a las mujeres de no tener la valentía de acceder a un puesto de mando. No se las puede culpabilizar porque no quieran proponerse como líderes en ciertos casos. Formamos parte de una sociedad que nos ha educado de esa forma en que la mujer siempre ha estado en un segundo plano y es por eso que no se puede castigar a alguien que ya está castigado de base.
–¿Existe una oportunidad con la educación de las nuevas generaciones?
–La generación que viene no va a mejorar las cosas por ciencia infusa. Hay una idea preconcebida en esta sociedad de que todo va a ir a mejor en un futuro y que con los años vamos a ganar en igualdad y no es así. Es más, me atrevería a decir que en los últimos años hemos vivido un espejismo de igualdad. No es real.
–¿Quiere decir que no existen avances reales?
–Lo que vemos es que surgen nuevas formas de desigualdad que se suman a las ya existentes. Hay que estar muy atentos a todo esto.
–¿Qué solución puede haber?
–Tengo confianza en que se van a tomar medidas. Creo lo suficiente en la gente joven como para confiar en que tomará medidas porque no creo que las mujeres de hoy estén dispuestas a vivir lo que vivieron sus abuelas hace décadas. Hay una minoría que busca con ganas el cambio. Es una minoría, pero puede hacer mucho ruido.
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