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La carrera investigadora comienza, siempre, como una historia de incertidumbre. Al escuchar las peripecias de los científicos cuyos contratos dependen del Plan Nacional de Investigación –el principal instrumento utilizado por el Estado para financiar la I+D+i–, a cualquiera con un mínimo de sentido común se ... le antoja una situación incomprensible. Miles de jóvenes españoles brillantes, las mejores mentes del país, que han dedicado una vida al estudio y ahora buscan realizar su tesis, viven abocados a una espera de meses a expensas de esas convocatorias de las que depende su continuidad en el laboratorio. Cada año este programa se anuncia de modo aleatorio porque no existe un calendario específico. Desde que se convocan las ayudas a los proyectos, que son competitivos y duran tres años, hasta que se publica la primera resolución provisional, en que se detalla la lista de los preseleccionados, pasan de dos a tres meses. Un plazo al que le sigue un tiempo de alegaciones, previa resolución final, que puede demorarse hasta un año más. Muchos de los que optan a la ayuda viven pendientes de un hilo desde que la solicitan hasta que sale publicada esa lista definitiva.
En la Universidad de Cantabria trabajan en este momento 90 investigadores cuyo futuro cuelga de alguna manera de estos contratos de Formación de Personal Investigador (FPI). Algunos, los que están cerca de defender su tesis, vivieron su odisea hace años. En 2016 la lista definitiva de beneficiarios tardó en llegar más de un año. Más grave aún, entre 2012 y 2013 solo hubo una convocatoria del Plan Nacional.
Al campus cántabro llegan cada año ocho millones de euros procedentes de esta iniciativa estatal. Un dinero que sirve para costear los proyectos con carácter trianual y que mantiene la expectativa de ese tercio de los científicos que necesitan este dinero llegado de Madrid para firmar su contrato. En los tres años que dura, según la normativa, debería realizarse el doctorado y defender la tesis. Pero la mayor parte de ellos se acogen al año de prórroga que otorga el ministerio y que se financia aparte.
Una vez superada esta odisea de cuatro cursos, nadie puede garantizar seguir contratado en la institución. La opción del 'posdoc', la continuación de la carrera investigadora tras la tesis, prácticamente obliga a viajar al extranjero para una estancia de al menos dos años. Es una opción que puede ser beneficiosa, pero siempre que se plantee de una manera opcional, no como un imperativo.
«El esfuerzo que hacemos desde la universidad va encaminado a adelantar todo el dinero que se puede a los investigadores que se encuentran en la lista provisional del Plan Nacional y que van a esperar a la resolución final. Para que puedan tener contrato en el tiempo que dura la espera; pero siempre es un riesgo para la institución, que puede terminar por ver cómo ese dinero no llega», remarca Javier León, vicerrector de Investigación.
La convocatoria de este año ha llegado en septiembre, más tarde de lo habitual. Madrid se escuda en la situación tambaleante en que se encuentra la firma de los presupuestos. «La suerte que tenemos es que en el campus cántabro hay una tasa de éxito de consecución de estos contratos muy alta. Porque hay que recordar que es una concurrencia competitiva. Los grupos presentan sus proyectos y España otorga esas ayudas a los mejores», subraya el vicerrector. Cuatro jóvenes investigadores del campus cántabro explican su situación. Es solo una muestra de esos 90 que demandan un gran pacto de investigación que establezca, al menos, un calendario de ayudas que de una estabilidad a este colectivo.
Ujué Etayo Rodríguez | Matemáticas, estadística y computación
A sus 26 años, ella sentencia que lo suyo fue un golpe de suerte:«Terminé el máster un julio de 2015 y justo en ese mismo mes convocaron las ayudas FPI del Plan Nacional». Para Ujué Etayo la investigación ha sido siempre una vocación. «Si te gusta esto, al final procuras no darle tanta importancia a lo malo; pero sí que es verdad que conozco gente que ha estado pendiente de las convocatorias y que lo ha pasado peor que yo», advierte.
En su caso también hubo tiempo de espera. Desde julio en que salió la convocatoria pasaron cinco meses hasta que se vio en la lista definitiva de adjudicatarios. Desde entonces disfruta del contrato que le llevará a firmar su tesis en el Departamento de Matemáticas, Estadística y Computación. «Digamos que estudio la manera de distribuir puntos en el espacio en el modo que mejor convenga. Por ejemplo, si el espacio es una esfera y la esfera es el mundo, a un fabricante de satélites le interesará conocer la configuración más adecuada de sus cuatro satélites para cubrir la mayor extensión posible», detalla.
Celebra la modificación de las ayudas que llegó en 2015 y que convirtió la beca en contrato. «Es algo que nos llevó a cotizar desde el primer momento, algo que no sucedía con la gente que había firmado antes que nosotros y eso es muy bueno porque ya te cuenta como vida laboral».
Para ella la incertidumbre está en el futuro. «Estos contratos son trianuales, lo que ocurre es que normalmente el propio Ministerio lo prorroga un año más. Lo malo que sucede en mi caso es que para una doctorada en matemáticas es muy difícil continuar la investigación en España. Tienes que irte fuera», explica. El problema no está en esa posibilidad, si no «en que sea algo que viene impuesto», lamenta.
«Lo que sí debería haber es un calendario más serio a la hora de convocar estas ayudas porque ha habido años en que se han retrasado mucho y eso afecta a la gente que está pendiente de comenzar su tesis».
Nicolò Trevisani | Física de Partículas
Lo que le consuela a este italiano de 29 años es que en su país las cosas no están mejor que en España. «Allí la situación de la investigación está también un poco mal. La suerte que tengo es que en Santander se puede vivir como mileurista, al menos, dignamente», se consuela por un sueldo que comparten todos los contratos FPI.
Comenzó su beca en diciembre de 2015 como investigador en el Instituto de Física de Cantabria (IFCA). «Trabajo en un proyecto relacionado con el acelerador LHC de Ginebra». «Estudiamos la posibilidad de colisionar protón con protón para ver si logramos encontrar materia oscura», matiza sobre un proyecto puntero en el que también está implicada la actual directora del IFCA, Teresa Rodrigo.
La incertidumbre depende también de la naturaleza del proyecto. «En mi ámbito es más complicado encontrar gente con problemas porque estos estudios están financiados en mayor medida con Fondos Europeos;aunque yo dependa del Plan Nacional. Pero he conocido a otros compañeros de otros ámbitos que sí han pasado temporadas de preocupación».
El pasado año acudió a la reunión nacional que reúne a doctorandos de toda España. «Allí sí que me encontré con gente que ha tenido que esperar durante meses a ver si definitivamente les daban la ayuda para ver si podían dedicarse a la investigación o no. Eso la verdad es que no es muy práctico. Ahora aún habrá gente que no sabe si podrá hacer su tesis», comenta este joven, amante de la física de partículas, que prefiere ver las ventajas y olvidarse de los inconvenientes del mileurismo. «Si vives en una ciudad como Santander puedes organizarte bien. Yo en Italia no había cobrado como investigador y cuando llegué aquí empecé a tener un proyecto de futuro. En ese sentido no me puedo quejar», defiende. El futuro aún se baraja entre opciones varias. «Dicen aquí que lo mejor es pasar un tiempo fuera, a poder ser en Suiza, en el propio LHC, pero no es algo que haya decidido aún», explica.
Ana Hernández Pellón | Ingenierías Química y Biomolecular
Al menos durante cuatro meses estuvo en un limbo de incertidumbre. «Surgió la convocatoria de la FPI, la pedí un septiembre de 2014 y en mayo de 2015 comencé con el contrato propiamente dicho financiado por el Plan Nacional. En esa espera tuve la suerte de que mi jefe logró que empezara con un contrato para este mismo proyecto, aunque no tuviera aún mi ayuda ministerial», recuerda.
Si el departamento no hubiera tenido la solvencia para mantener económicamente su contrato previa llegada de la FPI, probablemente Ana Hernández (33 años) no estaría hoy cerca de defender su tesis. «Me queda muy poquito para hacerlo», recuerda. Su estudio se centra en la problemática particular: las concentraciones de manganeso en el aire que superan los índices marcados por la OMS en diferentes puntos de la región, con las implicaciones que todo esto tiene para la salud.
«Lo peor que le veo al Plan Nacional es que si no tienes un contrato de otro tipo que te ayude a mantener el vínculo con la universidad, tienes que esperar a que salga la resolución final. Y a veces pasan muchos meses. Demasiados para estar esperando con la incertidumbre».
Para ella, que en la recta final de la tesis mira al futuro con la perspectiva de quien va a cambiar de etapa, la incertidumbre se asienta también en quien termina un contrato FPI. «No sabes muy bien qué vas a hacer porque las posibilidades son varias, pero ninguna te asegura nada. Muchos compañeros coinciden en que en este punto reaparece la incertidumbre».
La idea de continuar la carrera investigadora con un 'posdoc' es una de las vías que seduce a muchos. Pero son plazas muy cotizadas y que suelen obligar a una estancia prolongada en el extranjero. También está el ámbito privado, «pero parece que aún no se valora lo suficiente al doctor en la empresa privada. Al menos no como se hace en otros países», razona Hernández, que lamenta cómo muchos jóvenes terminan por dejar España ante estas dificultades.
Marina Martínez Minchero | Ingeniería Fotónica
De no ser por la solvencia económica de su grupo de investigación, «me hubiera quedado colgada, no hubiera podido hacer mi tesis», exclama. Ahora, con 30 años, agradece la suerte que le ha permitido estar donde está. «Pero no ha sido fácil. Hay un gran desfase desde que se convocan las ayudas hasta que se conceden y eso no tiene mucho sentido porque entre tanto la gente está esperando el dinero».
Solicitó su ayuda FPI en octubre de 2017. «Presenté todo y en diciembre salió la lista provisional en que estaba preadmitida. Afortunadamente nadie más se presentó para esta ayuda y al final me la concedieron, pero además la competencia es muy dura y a veces te encuentras con muchos candidatos para un mismo puesto». Tuvo que esperar hasta julio para que le concedieran la resolución final. «Al menos mi jefe consiguió reengancharme con un contrato de garantía juvenil. Mi caso, dentro de lo que cabe, no ha sido tan malo, pero sé que ha habido situaciones de compañeros que han estado mucho peor que yo».
No está ahí por el sueldo, ni por el prestigio. «Al final lo que importa aquí es que haces lo que te gusta;pero no está bien pagado, por supuesto que no. Ysi a eso le añades las trabas que te encuentras cuando solicitas la ayuda, las cosas solo merecen la pena si de verdad tienes vocación por esto».
«Probablemente hay gente con menor preparación que cobra mucho más en trabajos en que dedican menos horas», lamenta. Pero esto es España. «Existe un foro nacional que se llama precarios. Ahí conoces gente que se encuentra en tu situación o en una mucho peor, porque en grandes ciudades como Madrid o Barcelona, vivir con un sueldo como este es mucho más complicado», razona.
«Había gente que contaba verdaderos dramas. Desde la incapacidad habitual para llegar a fin de mes hasta la imposibilidad de encontrar pisos de alquiler en los plazos que te marca el Ministerio cuando te concede la beca».
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