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Las migraciones masivas ya existieron en la Prehistoria. Hubo grandes grupos humanos que viajaron miles de kilómetros mucho antes de que existieran autovías, aviones o trenes. Lo han demostrado científicos del Instituto Internacional de Investigaciones Prehistóricas (Iiipc) de la Universidad de Cantabria (UC) tras analizar ... el ADN de varios individuos encontrados en yacimientos del norte peninsular. El artículo que resume el estudio, titulado 'Population Genomics of postglacial western Eurasia' ('Genómica de poblaciones de Eurasia occidental posglacial'), se publicó a principios de año en la revista 'Nature'.
Para comprender bien a qué se refiere el informe es fundamental el contexto: Paleolítico Superior. Alrededor del año 8.300 a.C. El clima está cambiando, es cada vez más fresco y seco. Para las sociedades cazadoras y recolectoras más septentrionales del continente europeo es lo más parecido a la ruina. El entorno natural pierde su fertilidad y ya no es fuente de sustento. Sin saberlo, aquellos grupos humanos asistieron a un cambio climático abrupto, que se produjo como consecuencia del aporte masivo de agua muy helada procedente de los grandes lagos norteamericanos tras la fusión de grandes masas de hielo. Esa ingente cantidad de hectómetros cúbicos alteró las dinámicas oceánicas, interrumpió la corriente del golfo y extendió el frente polar en el hemisferio norte.
La supervivencia se complicó para muchos grupos humanos, que acuciados por la escasez de recursos comenzaron la migración al sur. En apenas dos generaciones, una tribu de los Balcanes pudo llegar al norte de lo que hoy conocemos como península Ibérica para dejar su impronta en la genética de las poblaciones locales. «Hemos descubierto que hasta el 40% de la ascendencia genética tiene origen en grupos llegados de aquellas latitudes», explica Manuel González Morales, exdirector del Iiipc, divulgador y miembro de este equipo de investigación especializado en bioarqueología y paleoclima (BioPrehistory) que integran también Igor Gutiérrez y David Cuenca.
«El estudio contempla el análisis de 1.600 genomas humanos antiguos que proporcionaron conocimientos sin precedentes sobre los componentes genéticos del pasado de Eurasia occidental, incluyendo varios descubrimientos importantes de nuestro pasado», aclara González Morales. Se estudiaron individuos del Abrigo del Mazo y del Toral III, ambos ubicados en la localidad asturiana de Llanes.
«Mientras un individuo de aproximadamente 9.200 años de antigüedad de la zona levantina española mostraba ascendencia genética característica de la época en la península Ibérica, derivada de finales del Paleolítico Superior, los individuos posteriores en los yacimientos de Llanes eran similares a los cazadores recolectores del sureste de Asia».
El enriquecimiento sanguíneo vino acompañado también del cultural porque estos humanos del norte trajeron tecnologías que aún no se habían desarrollado en esta zona de la Península. «Aparecieron algunos microlitos geométricos mesolíticos, que son los más antiguos de este territorio. Una tecnología nueva de fabricación de puntas de proyectiles de caza a partir de sílex que sugiere que esta innovación fue aportada por la llegada de estas poblaciones», concreta González Morales, que también explica este fenómeno climático y migratorio a través del estudio de los restos de conchas de moluscos encontrados en las cuevas.
«Los moluscos eran una parte importante de la dieta de estas poblaciones y estudiando sus características podemos conocer muchas cosas, desde qué tipo de alimentación tenían hasta la temperatura del agua en el momento en que fueron extraídas del Cantábrico», detalla el investigador. El análisis de los isótopos de oxígeno de las conchas marinas ha permitido conocer con gran exactitud el clima de ese periodo, porque registran con precisión la temperatura del agua del mar. En un artículo publicado en 2022 en 'Nature Scientific Reports' se analizó el súbito enfriamiento que sufrió la zona entre los años 8.300 y 8.100 a.C. y cómo la intensificación en la explotación del litoral apuntaba a un crecimiento demográfico.
El Abrigo del Mazo fue excavado entre 2009 y 2017 bajo la dirección de Igor Gutiérrez, David Cuenca y Manuel González Morales. Pero en este último año se produjo un derrumbe de la visera del abrigo que creó una situación de grave riesgo que impide continuar con los trabajos de este yacimiento. «Aún estamos esperando a que le den solución asegurando la zona; pero de momento no ha habido modo de avanzar», protesta González Morales.
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