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Podría haber sido el sueño de cualquiera de los vecinos de los municipios más turísticos de la región: tener las calles para ellos solos, vacías de visitantes, colas y aglomeraciones. Pero la estampa vivida ayer, motivada por las recientes restricciones de movilidad y el cierre ... del interior de los locales de hostelería, dejó una sensación de tristeza, a pesar del sol radiante en pleno noviembre que elevó la temperatura por encima de los veinte grados centígrados. «Está irreconocible», comentó una mujer en Santillana del Mar mientras paseaba por la zona de la colegiata. Se podía sacar una foto de postal, de esas en las que salen los monumentos sin público, prácticamente en cada esquina. El primer fin de semana al menos permitió trabajar, aunque fuese a medio gas, a los hosteleros que dispusieron de terraza.
Castro Urdiales
La plaza del Ayuntamiento de Castro Urdiales fue el punto de partida de la cacerolada de protesta por las nuevas restricciones, que surgió de forma espontánea. Bajo el lema de uno de los carteles que encabezaban la comitiva –'Esto no va de ti o de mí. ¿Qué futuro quieres para tus hijos y nietos? Únete'–, decenas de manifestantes comenzaron a recorrer las calles del centro histórico de la ciudad mostrando su malestar. Guardando la distancia de seguridad entre ellos y portando mascarilla, cada vez se fueron uniendo más castreños que al mediodía paseaban por las calles aún perezosas y sin el brío de anteriores fines de semana.
Fue lo más destacado ayer en Castro, que estrenaba el primer fin de semana sin movilidad entre municipios y con el cierre perimetral de la región, que impidió a muchísimos vecinos del País Vasco acudir a sus segundas residencias. Por primera vez en mucho tiempo, la ciudad fue para uso y disfrute de los vecinos que están allí empadronados. «Se nota que hay muchísima menos gente por la calle, no se percibe la alegría habitual los sábados», explicó Rosa Palacio, concejal de Turismo, a este periódico. «La gente del País Vasco que tiene aquí casa se ha comportado y ha sido muy responsable al no venir», añadió.
La buena temperatura animó a muchos castreños a pasear por la zona de Brazomar y el muelle de don Luis, donde algunos locales de hostelería también aprovecharon para instalar sus terrazas dada la imposibilidad de usar el interior de los locales.
Laredo
La gran cantidad de aparcamientos vacíos en la avenida de España durante toda la jornada evidenció que ayer fue un sábado muy diferente al habitual en Laredo. La localidad pejina se vació de los habituales visitantes foráneos. El trajín no era el de otros fines de semana. Aparte de por las compras mañaneras en los supermercados y comercios y las terrazas abiertas, se vio poco movimiento. Donde no cesó fue en el Ayuntamiento, donde hubo Junta de Portavoces que acordó «el cierre de todas las instalaciones públicas» a excepción del consistorio y el servicio municipal de Servicios Sociales. De esta manera, no estarán disponibles hasta nueva orden la Casa de Cultura Doctor Velasco, el cine municipal, la Oficina de Información Juvenil, el centro social 'Las Rederas', además de la ludoteca y los locales municipales en los que se realizan habitualmente sus actividades las asociaciones laredanas. También se decretó el cierre de todas las instalaciones deportivas y se recomendó a las instituciones privadas con actos sociales que «considerasen» el cierre temporal para evitar el aumento de contagios.
«Es un fin de semana muy diferente. Están circulando los vehículos justos y se ve a la gente más concienciada», explicó Juan Carlos Veci, jefe de la Policía Local.
Noja
A Noja le sucedió ayer como a Castro Urdiales y Laredo, ya que los tres son municipios que cada fin de semana reciben miles de visitantes de fuera que tienen allí su segunda residencia. Así que la imagen de la villa durante todo el día fue la de calles prácticamente vacías, algo de afluencia a la hora del vermú en las terrazas de los pocos locales de hostelería que decidieron abrir y el ritmo de las compras habituales de un sábado por la mañana. «Está el ambiente muy triste con todo prácticamente cerrado. No hay movimiento de gente de otros lugares. Básicamente están los del municipio. También hay de fuera, pero son los que vinieron en la anterior ola y se instalaron aquí porque teletrabajan», explicó el alcalde Miguel Ángel Ruiz.
«Se ve mucho ciclista y mucho 'andarín'», explicó a este periódico la Policía Local. «La jornada ha sido tranquila, no habido incidencias en la hostelería tampoco», añadió. Los agentes municipales acompañaron a la Guardia Civil en uno de los controles para vigilar la movilidad entre municipios, concretamente el que se instaló en la salida hacia Castillo.
Somo
El día hubiese sido perfecto, de no ser por las restricciones de movilidad que entraron en vigor esta semana, para que Somo, una de las localidades más turísticas de la región, se llenase. La temperatura superó los veinte grados y el viento sur peinó ligeramente las olas que, a pesar de no ser de gran tamaño, invitaban a surfearlas. «Apenas se han visto surfistas, sólo los locales», explicaron desde la Escuela Cántabra de Surf. Alguno, en cambio, pudo cumplir el sueño de tener la playa prácticamente para él solo. Fue uno de los lugares donde se vio algo más de movimiento. La gran longitud del arenal fue el patio de recreo para muchos vecinos. En el pueblo, mientras tanto, sobraba sitio donde aparcar y los locales que decidieron abrir sus terrazas trataron de aprovechar las horas de sol para hacer algo de caja. Al caer la noche, en cambio, las calles se vaciaron prácticamente por completo.
Suances
Es la playa de la comarca del Besaya, una de las localidades turísticas que acoge a más visitantes del centro de la región, pero Suances estuvo ayer prácticamente desierto. Apenas se vio gente paseando, al menos si se compara con el anterior fin de semana donde aún no habían entrado en vigor las restricciones de movilidad entre municipios. «No hay mucho movimiento, la verdad, y eso que hace muy buen tiempo. Es una pena, pero creo que la gente ha querido ser responsable ya que es consciente de la grave situación en la que nos encontramos. Por eso han decidido quedarse en casa. En otras circunstancias, Suances en un día como hoy (por ayer) hubiese estado repleto de visitantes de otros municipios», explicó el alcalde Andrés Ruiz Moya. «Ver todo cerrado es una auténtica pena», recalcó. Sobre todo la gran cantidad de restaurantes que en muchos casos cerraron y en otros aprovecharon sus terrazas durante las horas centrales del día, especialmente a la hora del aperitivo, cuando el sol brillaba con más fuerza y la temperatura era prácticamente veraniega.
Santillana del Mar
Si algún director de cine hubiese querido grabar una escena de esas donde las calles están completamente vacías, ayer lo habría podido conseguir sin esfuerzo en Santillana. Caminar por sus calles era un ejercicio de introspección, sobre todo tras la puesta del sol. El empedrado vacío de visitantes permitió por primera vez en mucho tiempo a sus vecinos caminar sin la necesidad de esquivar turistas. Tampoco visitantes de otros municipios. Con este panorama, los que más lo sintieron fueron los hosteleros y comerciantes.
Potes
Una de las capitales por excelencia del turismo en la región, Liébana, quedó ayer huérfana de visitantes y peregrinos. Potes especialmente donde, según comentó su alcalde, Javier Gómez, «abrió menos del 10% de la hostelería». El aparcamiento de La Serna parecía un solar vacío, cuando en cualquier otro fin de semana es imposible aparcar, al menos, en las horas centrales del sábado. Fue cuando más gente se vio por la calle. Los vecinos aprovecharon la buena temperatura para pasear y hacer las compras de última hora. «Toda la gente que he visto es de por aquí. No se percibe movilidad de otros municipios, ni siquiera de los limítrofes», añadió Gómez.
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La imagen cambió totalmente cuando se hizo de noche y las pocas terrazas que estaban abiertas se quedaron sin clientes.
San Vicente de la Barquera
Quizás fue la excepción entre los municipios turísticos. Ayer San Vicente de la Barquera sí que tuvo ambiente, más que otras localidades pero mucho menos que otros fines de semana. El sol y la buena temperatura llenó las calles de barquereños que, a diferencia de otros lugares, sí pudieron disfrutar de abundantes terrazas, sobre todo en la zona de la avenida y los soportales. También el mercado semanal puso la nota de color, aunque se celebró con restricciones. «Se ha reducido a la mitad el número de puestos, la gente caminaba respetando la distancia y Protección Civil nos ha echado una mano para controlar», explicó el alcalde Dionisio Luguera.
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