Las cifras de la ruina
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Hostelería. Las restricciones por el covid se traducen en pérdidas de ingresos que abocan a muchos negocios a rozar la quiebraJesús Bedoya | Cafetería Picos de Europa
Para este reportaje le pedimos que aclare la caída de la facturación anual que ha supuesto el impacto de la pandemia; pero él es mucho más práctico al poner las cifras claras:«Esto me supone 10.000 euros de pérdidas todos los meses. ¿Crees que ... es asumible?» No cabe duda de que Jesús Bedoya, uno de los propietarios de la veterana cafetería santanderina Picos de Europa, dice la verdad cuando confiesa que está «haciendo malabarismos para mantenerme a flote». «La suerte que tenemos es que el hotel también nos sirve de apoyo, pero lo que es la cafetería ha sido durante todo este año una absoluta ruina», zanja. En cifras, pasó de facturar 1.600.000 euros en 2019 a 800.000 en 2020.
Al perjuicio causado por la clausura en los meses de confinamiento le suma el trastorno que supone el cierre de los interiores. «Tenemos abierta la terraza, sí, pero sólo nos dejan tener 6 mesas de las 15 que habitualmente tenemos», lamenta. Por ello buena parte de la plantilla ha tenido que acogerse al ERTE. Suelen trabajar 14 personas y en la actualidad son ocho. «Sólo tener abierto me supone contar con al menos ocho personas. Y eso al final es un trastorno porque la facturación no ayuda a cuadrar las cuentas. Lo que estamos haciendo es sobrevivir como podemos. Aguantar con la esperanza de que todo esto mejore y podamos volver a sacar la cabeza cuanto antes».
Lo peor de todo es que la apertura de un establecimiento obliga a unos mínimos gastos que son ineludibles. «La luz de las cámaras frigoríficas no la puedes evitar», lamenta Bedoya. Por no hablar del resto de facturas a las que también han de hacer frente quienes no han abierto los establecimientos, como son los mínimos de las facturas del agua, el impuesto de basuras, el alquiler o la hipoteca del local. Porque, con o sin ingresos, en ocasiones es complicado alcanzar una rebaja en este pago con los propietarios.
Y las ayudas, «de eso mejor no hablar». Confiesa que él ya no espera nada de la Administración, que su salvaguarda son los créditos ICO. «Ahora confieso que he tenido que pedir 300.000 euros porque cuando empezó esto teníamos algo de remanente, pero se va consumiendo, se va consumiendo...». Primero por la gotera mensual ya descrita, luego por la ayuda a algún empleado en ERTE que todavía no ha cobrado y al que se le ha adelantado parte del pago, etc. Pero todo préstamo ha de devolverse, y el miedo del empresario es que esta mala situación se perpetúe en el tiempo. «Imagínate que la primavera viene mal, que esperemos que no. Si no funcionamos en breve, no tendremos ni para pagar esos ICO», explica.
En el «hipotético caso» de que las ayudas del Gobierno llegaran a tiempo, «¿qué me van a dar, 1.500 euros a mí?», afirma casi indignado. Inmediatamente hace los cálculos. «Pon que entre el hotel y la cafetería tengo 30 empleados. Me pagan 1.500. Divídelo entre 30, y eso entre 10 meses, sale a 5 euros al mes. Creo que me resuelve el año», sonríe irónico.
Argumenta que son ayudas que pueden serle útiles a pequeños negocios, «a cafeterías de barrio, familiares, donde son dos trabajadores. Ahí sí tiene sentido ese dinero, puede ayudarlos un poco. Pero eso para una empresa más grande como esta no tiene sentido. Las cuantías deberían ser proporcionales al tamaño y facturación de cada cual. Al volumen de los empleados que tenga... Hay formas de medirlo, pero lo demás no vale de mucho, la verdad».
De ahí que los préstamos bancarios sean la única vía de supervivencia que encuentre la hostelería en estos momentos. Al menos quienes pueden pedirlos, que no es el caso de la mayoría. «El que está muy mal no va a tener acceso. Míranos a nosotros, que somos tres hermanos en el negocio y hemos tenido que firmar los tres poniendo como aval nuestro patrimonio. Nos hemos hipotecado con la esperanza de que esto pase y aún así vamos a trabajar mucho tiempo no para ganar dinero, sino para pagar los ICO que hemos pedido por esta maldita pandemia».
Concepción Herrera | Cafetería Nuevo Mundo
A veces a Concepción Herrera le cuesta contener la emoción cuando habla de su situación. «Me da igual desnudar mis cuentas en el periódico porque no tengo nada que esconder y así se puede ver claramente que no engaño a nadie cuando digo que esta pandemia está arruinándonos a mi marido y a mí».
Hace años que regentan la cafetería Nuevo Mundo, frente a los Campos de Sport de El Sardinero, pero «jamás habíamos vivido una situación tan penosa como esta», lamenta. Con las restricciones vigentes están obligados a estar cerrados a cal y canto. «Como no tenemos terraza porque estamos con disputas con la urbanización, no podemos abrir y me da un poco de miedo que la gente pierda la costumbre de venir, si es que esto se arregla algún día», confiesa.
Y es que en el establecimiento, en pleno Sardinero, y junto al campus de la Universidad de Cantabria, daban también muchas comidas. No tiene pelos en la lengua y demuestra que su situación es muy precaria, al contrario de lo que piensan algunos, «porque pueden decir que ganamos muchísimo dinero». «Te puedo decir lo que ingreso y lo que gasto», resuelve. Tiene una empleada que con los seguros le sale a 1.600 euros mensuales. Continúa confesando que paga religiosamente, cada mes, 1.900 euros de hipoteca del local. La luz, el agua, el gas... Luego viene la cuota de autónomos, que entre su marido y ella son 600 euros. El seguro del establecimiento, prorrateado cada mes, sale a 165 euros. «En total, si lo sumas, es más de 4.900 en gastos, añadiendo ahí los sueldos de mi marido y el mío, que son de 1.000 euros, no llega». Si en 2020 sólo hizo 9.000 euros de ingresos, las cuentas, evidentemente, no salen. «Incluso aunque hayamos tenido que mandar a la chica al ERTE. Da igual, las cuentas no salen».
Ahora, el tiempo en que los ha tocado estudiar la posibilidad de conseguir una pensión para su marido, que ya ha alcanzado la edad, miran con esperanza una posible salida del hoyo. «Ha estado trabajando el pobre más de 55 años en hostelería, porque empezó muy joven, así que le ha dado tiempo a cotizar casi por dos vidas», argumenta. «Ahora nos han dicho que puede acogerse a lo que se llama una jubilación activa, que son 800 euros. Con eso paga el seguro y es con lo que estamos sobreviviendo».
El resto de ayudas, «no las he visto, ni las espero. Ni el Gobierno cántabro, ni Sodercán, ni la Mutua, nada».
Aún con todo, este horizonte negro no doblega sus ansias de levantar la cabeza. «Tenemos la esperanza de que todo esto pase y que podamos volver a trabajar, porque lo único que pedimos es volver a ponernos el delantal. Es la única manera de salir de esta. Con todas las medidas de seguridad que sean necesarias, pero necesitamos seguir. Nosotros y todo el sector hostelero».
Concepción aún tiene la esperanza de que la primavera traiga una bajada de los contagios, especialmente gracias al regreso del buen tiempo y la eficacia de las vacunas.
Sus comentarios recuerdan a las historias que se escucharon en la crisis bancaria de 2008. «Yo porque al final continúo teniendo a mis padres y sé que nunca me va a faltar un plato de comida, pero si no... me veía en la cola del hambre. Me imagino que muchos compañeros lo están pasando mal y es que no hay derecho que nos tengan sin trabajar y sin ayudarnos de ninguna manera... ¿De qué piensan que vamos a sobrevivir tantos meses cerrados, sobre todo los que no tenemos terrazas?».
Plantea que como posible solución, ya que no llegan las ayudas, podrían encontrar ciertos arreglos con exenciones fiscales. Algo que ya han barajado los comerciantes del centro de Santander. «Si no abro y no gasto, ¿por qué me sigues cobrando las basuras, el agua, la luz y todos los mínimos? Deberían hacer una excepción con eso, sería un detalle».
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