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A las 08.00 horas de la mañana el centro de salud La Marina, en la calle Castilla de Santander, abrió ayer las puertas en ... la segunda jornada de huelga médica en Atención Primaria en Cantabria. Allí solo trabajaban las plantillas de servicios mínimos fijadas por el Gobierno regional, lo que supone que todas las citas programadas para el día fueron canceladas y únicamente atendieron las «urgencias no demorables». Aun así, Fausto, un vecino de la zona, se acercó «por si las moscas». Eso sí. No tardó ni cinco minutos en volver a salir del ambulatorio. «Nada, mi médico no está. Y he intentado agendar otra cita, pero me han dicho que, como no se sabe cuánto se va a prolongar la situación, tengo que esperar». El Diario Montañés recorre los centros de salud de la capital cántabra que van desde las dudas hasta el descontento.
La previsión de los pacientes que ya conocían el paro, propició que las primeras horas de huelga se desarrollaran con mayor tranquilidad que durante la jornada previa. Sin grandes contratiempos. Aunque en algunos centros, como el ubicado en la calle Vargas, se mantenían las dudas sobre qué médicos estaban secundado la huelga y si se atenderían o no todas las agendas. «Perdone, ¿sabe si ha venido mi doctora?», preguntaba Julia Fernández a uno de los profesionales sanitarios que estaba trabajando ayer por la mañana. «No tengo ni idea, vaya a su consulta y a ver si está», respondió el doctor. Diez minutos después salió por la misma puerta del ambulatorio de la mano de su padre Aureliano, de 95 años, que tenía la consulta con su médico programada desde hacía quince días. Pero no hubo suerte porque su médico estaba de huelga. «Sé que todo el mundo tiene derecho, pero me parece inhumano que me hagan pasear a una persona tan mayor y que tengamos que subir hasta la puerta para saber si le van a atender o no. Hemos venido para nada», añadía la vecina muy enfadada con la situación. «Menos mal que la cita no era urgente...», sentencia.
En todo caso, en los centros de salud –tal y como ocurrió el lunes– no sufrieron la ausencia de médicos aquellos pacientes con citas de enfermería o los que acudieron para realizar alguna gestión administrativa porque el resto del personal funciona como es habitual. Hermenegildo Sainz fue a su ambulatorio para hacerse unos análisis y no se encontró con «ningún problema».
En el ambulatorio de Isabel II no solo trabajaban con los servicios mínimos. Yolanda, que tenía consulta, llamó el lunes a su médico para saber si acudir o no. «Me dijo que no está de huelga, así que he venido y me ha atendido con normalidad». No corrió la misma suerte Irene Toribio, que se fue a casa a los quince minutos ya que su doctor no estaba. «Me han dado hora para otro día, pero sin la certeza de que vaya a poder ser atendida porque no se sabe cuánto va a durar la huelga», explicó.
Alberto Fernández - Centro de salud Campoo (Reinosa)
Con la carga de citas diaria «es imposible trabajar», resume Alberto Fernández, médico del centro de salud Campoo, en Reinosa, que ayer se puso la bata para cubrir los servicios mínimos fijados para la huelga. Si en su agenda, de media, hay «entre 55 y 60 personas», la atención que dedica a cada una de ellas termina por resentirse. No hay horas en la jornada laboral y la situación«afecta a los pacientes directamente», subraya el profesional. Es decir, no cuentan con «tiempo material para atender como se debería» y querrían. Una situación que, lejos de mejorar, «va a peor». Por eso para los profesionales el parón ha sido «el último recurso». Su forma de intentar frenar el deterioro de la especialidad que cada día se aleja más de su función de «prevención».
Para un médico de Atención Primaria es «fundamental conocer al paciente» y dedicarle tiempo. Establecer una relación de confianza que es «imposible» con la sobrecarga a la que se enfrentan desde hace tiempo. «La especialidad se basa en la continuidad asistencial», recuerda Fernández. Cada médico tiene su cupo de pacientes y les conocen. Un factor que «reduce ingresos» y que también es la diferenciación que «va a desaparecer» si la situación no se revierte.
El problema no es nuevo por eso hablan tanto de «hartazgo». Una palabra que han repetido hasta la saciedad. Ya en 2019 el Gobierno de Cantabria «llegó a un acuerdo para que mejorará la calidad asistencial». El objetivo era, precisamente, regular el número máximo de pacientes por profesional, pero el camino no ha cambiado en estos años en los que tampoco ha mejorado la seguridad en los centros.
Esa es otra línea roja en la negociación. La petición es sencilla, que existan «sanciones administrativas contra los agresores y medidas para que sepan que las actuaciones tienen consecuencias». Además de aspectos preventivos como cámaras y personal de seguridad.
Sara Díaz-Salazar - Centro de salud Cazoña (Santander)
Uno de los pilares para los médicos de familia es «la continuidad asistencial», señala Sara Díaz-Salazar, médico de continuidad en el centro de salud de Cazoña, en Santander. ¿Y qué supone su contrato? El profesional pertenece a un ambulatorio, pero el Servicio Cántabro de Salud (SCS) puede desplazarle a otro según las necesidades del servicio y en un radio de 50 kilómetros. Un ejemplo práctico. En cuestión de tres días –si no estuviera de huelga– trabajaría en Cazoña (Santander), en Zapatón (Torrelavega) y en Ampuero. Una situación que para ella se traduce en «inestabilidad» porque cada día ve a pacientes distintos. «Les pides una prueba sabiendo que tú no les vas a dar los resultados», explica. Y eso rompe con lo que significa su profesión que es dar continuidad, «conocer sus enfermedades» y crear una relación de confianza con el paciente que es, justo, lo que les permite «detectar cuando algo se sale de lo normal».
La reivindicación no es solo de los profesionales, también es una queja que les llega por parte de los pacientes: «Nos demandan conocer tu cara y no tener que repetir su historia en cada consulta», pero su contrato no le permite tener un cupo de personas a quienes atender con regularidad. Así «las consultas son más efectivas porque conoces sus dolencias, creas un vínculo», detalla.
Por eso el contrato –con el que lleva un año– le resulta «frustrante» y más aún si el SCS crea 74 contratos (es una propuesta) con estas condiciones porque «es una forma de perpetuarlo y meterlo dentro de la plantilla orgánica. Son plazas precarias», subraya Díaz-Salazar. Y considera que la protesta «no es algo baladí» porque los centros de salud son la puerta de entrada al sistema sanitario. «Somos personas necesarias» y esos contratos que están sobre la mesa «nos convierten en parches». «Estamos fallando al seguimiento, a la continuidad y a la atención de calidad que merece la gente», detalla la profesional.
José Helguera - Centro de salud Bezana
Iniciar la huelga no ha sido una decisión sencilla, pero «no nos ha quedado más remedio», admite José Helguera, médico en el centro de salud Bezana. La petición de los profesionales es sencilla: urgen mejorar la atención que dan los pacientes. «Si no lo cuidamos, no habrá asistencia de calidad», resume el profesional. Porque llegar a atender todas las consultas diarias se traduce para muchos en alargar sus jornadas laborales diarias y «salir tarde» de trabajar. Pero eso no mejora la labor que hacen y la reivindicación que han puesto sobre la mesa desde hace tiempo es clara: «Queremos que el médico atienda a cada persona como debe ser» y para eso hace falta tiempo. Un punto imposible de cumplir con la sobrecarga de las agendas que supera –a veces casi duplica– el número máximo de citas acordado en 2019 con el Gobierno regional, que iba de las 28 a las 35 en función de si hacía falta cubrir la agenda de otro médico.
«Necesitamos tiempos adecuados para atender con garantías», insiste Helguera. «No podemos dedicarle 3 minutos por respeto a esa persona». Por eso tampoco le convence continuar con las citas telefónicas. En una llamada «me da la sensación de que se me escapan cosas». Eso por un lado. Pero, además, reclaman que esas citas no se clasifiquen «en función de cuál sea la consulta médica» sino que cada paciente reciba la misma atención. Porque esa es una de las propuestas del Servicio Cántabro de Salud, distinguir según el motivo detrás de cada visita al ambulatorio. El profesional recuerda que «no hay mejor pastilla que un buen médico de familia».
En cuanto a la seguridad, detalla que es «fundamental», pero, a la par, un problema con el que llevan tiempo lidiando. «Vemos que la agresividad se está volviendo difícil de contener», reconoce. Y eso preocupa a una plantilla de profesionales que se siente desprotegida frente a cualquiera que decida cruzar las puertas del centro de salud.
Ana Sofía Mateo - Centro de salud Cotolino (Castro)
Es frustrante no llegar a conocer al paciente». Ana Sofía Mateo es médico de continuidad en el centro de salud Cotolino, en Castro Urdiales, y su contrato le convierte en una profesional «que se mueve entre varios servicios de distintos ambulatorios». Esos desplazamientos (en un radio de 50 kilómetros) le impiden llegar a conocer a los pacientes que atiende. Se trata de un día a día que no elige y para el que no se especializó «no elegí médico de familia para estar así», añade. Aunque, en su caso, la carga asistencial del ambulatorio es tan alta que no ha tenido que desplazarse tanto como otros compañeros a quienes, en función de las necesidades sanitarias, les avisan incluso en la misma mañana en qué centro de salud trabajarán ese turno. Y esa es, muchas veces, la «queja» que reciben en las consultas: «Entiendo que la ciudadanía esté molesta porque vienen a ver a su médico y no está», añade Mateo.
Ante esa situación –en la cual ha estado tres años y medio– la profesional reconoce que se va a casa con la sensación de que «no estamos haciendo el mejor trabajo». Y tiene claro que «nos debemos al paciente, ni siquiera al Servicio Cántabro de Salud».
Insiste, como el resto de compañeros, en que la función principal de su especialidad es «prevenir» y sin tener el tiempo necesario para que los pacientes la conozcan «y generar confianza», el valor del trabajo que hacen se ve limitado. «Sé para lo que me he formado y que podemos hacer más, pero el sistema nos tiene que dejar», subraya. Por eso ahora ve con preocupación que, si las negociaciones no llegan a buen puerto, el tipo de contrato como el suyo (de continuidad) «puede llegar a ser algo permanente». «Seremos un parche que se va a romper y los pacientes no merecen eso». Esta suma de factores le han empujado a secundar una huelga como último recurso: «Es difícil aceptar que era la única salida. Nadie quería llegar hasta aquí», cuenta.
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Ana del Castillo
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