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Empezó a trabajar con 12 años como ayudante de sastre. Con 62 decidió que ya estaba bien de trabajar, y se jubiló siendo director de uno de los hoteles más emblemáticos y lujosos de Madrid, el Palace. Francisco José García (Reinosa, 1944) ha trabajado en ... hoteles de lujo en México, Francia y España. Sus jornadas rondaban las doce horas, pero seguía una máxima: priorizar los temas, rodearse de gente eficiente en la que delegar «y a lo que no se llega, se deja para mañana. Cuando se llega a casa, la cabeza debe de estar para la familia. Así se sobrevive». Le entusiasma escribir y coleccionar pintura cántabra del siglo XIX. Sus otras pasiones son su mujer y sus siete hijos. Tres siguen estudiando y viviendo en casa, construida con vistas a las dunas de Latas (Ribamontán al Mar) y al mar.
-Muchísimos. Desde la gentileza de Julio Iglesias hasta el carisma de Omar Torrijos o Bill Clinton, pasando por Manolo Santana, la reina Victoria Eugenia, Charlie Chaplin, Elizabeth Taylor, Pedro Vargas, Seve Ballesteros, Ringo Star... Aunque los que de verdad me impactaron fueron el rey Juan Carlos I y el Papa Juan Pablo II. En ambos aprecié su sencillez, cercanía y amabilidad.
-En los años ochenta Marbella era el centro social más de moda del mundo, tras Holywood, gracias a sus pioneros: el príncipe Alfonso, Jaime de Mora, Sean Connery, Manolo Santana, Gunilla y tantísimos otros. Me tocó vivir allí en esa época y fue maravilloso. Hoy es un destino que bebe de sus raíces. Sigue siendo bella, pero ahora es más grande aunque también única. Es el centro español de turismo vacacional que ofrece más atractivos y al más alto nivel, de calidad y de precios. Quizá se ha perdido aquella exclusividad que la hacía envidiable.
-Te piden cada cosa... El caso más raro me sucedió en Marbella. El rey de Malasia me pidió ¡niños! No nos alarmemos. Era el cumpleaños de su hija de siete años, me pidió una fiesta infantil. No se preocupó por los gastos. Cuando le pregunté que para cuántos niños, me respondió 'no lo sé. Yo pongo la fiesta y usted pone los niños'.
-(Risas) ¡Claro que bailé con Grace Kelly! Es más, se la quité a su príncipe Rainiero. Estábamos en el Olden, un lugar nocturno en Gstaad, con orquestina suiza y la mejor clientela mundial. En un momento dado salí a bailar con una chica y enseguida me dieron una escoba (era un juego, la escoba por la chica) y me dejaron como tonto en medio de la pista. Eché un vistazo y vi a mi ídolo, Grace Kelly, en brazos de su príncipe. Le entregué la escoba y me quedé con su esposa. Él, sorprendido, pasó un rato enfadado y sin saber qué hacer, hasta que, más amable, me devolvió la escoba.
-Con 19 años me fui a Suiza. Estudié inglés, francés, italiano y alemán. Me inscribí en cursos sobre coctelería, vinos, cortar carnes y pescados y, por supuesto, no me entretuve en estar mucho tiempo en el mismo hotel ni en el mismo puesto. Siete años de trabajo, con buen salario y formación. No existía otro camino. O tienes un título profesional o lo logras con tu esfuerzo.
-Es alucinante. En un hotel recibes a clientes de varias generaciones. Una generación, hoy, para estos efectos, supone entre siete y diez años, con lo que has de estar atento a los cambios, pues el mismo día puedes tener que complacer a cuatro o cinco generaciones. El cliente evoluciona como el mundo. Antes se ponía un periódico en las habitaciones, había un limpiabotas, se trataba de usted a todos, no se veían barbas en los empleados, no se admitían perros, casi nadie tenía una tarjeta de crédito, no se reservaba ni se vendía por internet. Y eso hace apenas unos pocos años.
-Creo que faltan más centros formativos. Estados Unidos hay más de cincuenta universidades que gradúan en Hotelería. En Santander, en el curso 2016-2017, se inició en la Escuela Universitaria de Altamira, que reemplazó los estudios de Turismo, la nueva carrera de Gestión Hotelera y Turística como grado oficial. Es un centro adscrito a la Universidad de Cantabria. Es pionera en España en estos estudios y estoy orgulloso de ser parte de su patronato. Ya va por el tercer año.
-Me molesta que permanentemente se repita, por los diferentes sabios de nuestra política, que hay que desestacionalizar el turismo, como si debiera nevar en verano o llenarse los hoteles en febrero. ¡Qué gran ridículo estamos haciendo! Debemos ver, con tranquilidad y objetividad, nuestra realidad turística. Cantabria es así: húmeda, llueve con frecuencia, tiene mar, montaña y valles, historia, atractivos naturales y culturales todo el año. Hay que potenciarlo sin complejos. Y, por otro lado, ¡somos un paraíso para el golf! Ni lo apreciamos, ni lo estudiamos, ni nos acercamos a conocer su posible impacto económico.
Con 12 años terminó el colegio en Reinosa y comenzó a trabajar como aprendiz de sastre. Pero en cuanto tuvo la oportunidad se marchó a Suiza, con 19 años. Allí hizo todo tipo de cursos y aprendió idiomas. Ha trabajado como directivo para cadenas hoteleras como Westin, Sheraton e Intercontinental. Durante ocho años dirigió el hotel de lujo Puente Romano en Marbella. Durante su estancia en Westin Hotels & Resorts dirigió el hotel Las Brisas en Acapulco (México) y el Trianon Palace de Versalles (Francia). En 1998 fue trasladado al Hotel Palace. Ha escrito cinco libros y ha dado clases en las universidades de Cornell (EE UU) y en Cantabria, en Altamira. Ha recibido la condecoración del rey de la Orden al Mérito Civil.
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