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Hasta arriba. El Amarella, un bar del centro de Santander, se llena todos los días en la hora punta de los desayunos. Roberto Ruiz
«Claro que el café es más caro, pero si nos lo quitamos... adiós muy buenas»

«Claro que el café es más caro, pero si nos lo quitamos... adiós muy buenas»

A pie de calle. La inflación obliga a los hosteleros a ajustar los precios de sus cartas, pero las terrazas se mantienen llenas

Candela Gordovil

Santander

Martes, 13 de septiembre 2022, 07:13

Eloy Del Río e Ignacio García toman el café todas las mañanas en el Café Suizo de Santander desde hace más de veinte años. Y lo seguirán haciendo «hasta que podamos». A pesar de que asumen que el precio del mediano -es el que ellos piden- ha subido, no piensan fallar a su cita diaria. «Claro que es más caro. Es una realidad. Pero si nos lo quitamos, adiós muy buenas», señalan.

Que el precio de los desayunos ha aumentado lo corrobora Rocío Espinosa, una de las camareras del local. «Nosotros nos vimos obligados a aumentar el coste del desayuno en Semana Santa, de 2,50 a 2,75 euros». Una oferta que incluye café y pincho o repostería. «Hemos escuchado quejas. Muchos clientes, en confianza, nos lo han dicho. Pero esto nos afecta a todos por igual», explica Espinosa. Y reconoce que miran con recelo el final de septiembre: «Durante el verano no hemos parado. Y ahora todavía hay gente de fuera y muchos siguen de vacaciones. Pero el invierno parece que será muy duro».

Este es el sentir de los hosteleros que, por un lado, temen el final del período estival y, por otro, capean «como pueden» el incremento de los gastos siendo «lo más justos posible».

Los productos del aperitivo, como rabas o caracolillos, «son más caros» y algunos clientes «ya no los piden tanto»

Los hosteleros miran con recelo el final de septiembre porque prevén un «invierno muy duro»

A juzgar por la estampa de la calle Calderón de la Barca, la situación no ha cambiado respecto a meses atrás. Terrazas hasta la bandera. A las diez y media de la mañana, hora punta de los desayunos, o ya al mediodía, para el aperitivo. Uno de los bares, El Amarella, destaca por la cola que se forma en su puerta para conseguir una mesa en la terraza. «Da igual la hora del día a la que vengas. Está lleno siempre», dice María Asun mientras espera para pedir. Quizás el éxito del local que regenta Jaime Bárcena va más allá de su café, «el mejor de Santander», según afirman sus clientes. También puede estar relacionado con sus precios.

Ahora mismo, un café de este establecimiento cuesta 1,30 euros si lo pides en barra. «Hasta el momento no hemos modificado ningún precio. De nada. Pero justo esta mañana hablaba con el gestor que, desde hace un año, la materia prima se ha encarecido un 25%. Al final todo depende de la energía». Bárcena pretendía esperar hasta final de año para hacer un balance de la situación y valorar si ajustar o no el coste de sus productos. Pero la realidad es que ahora no sabe qué va a ocurrir ni cómo lo va a gestionar. «No sé si llegaré a diciembre sin modificar nada. Todo dependerá de cómo encaremos la temporada», indica.

La hora del aperitivo

Los del aperitivo también son fieles a su cita. Pasadas las doce y media, en la terraza del bar-restaurante La Pirula, en Peña Herbosa, ya se escuchaba jaleo. Mientras, Miguel Cabaniñas, uno de los propietarios, terminaba de ordenar las facturas: «Aquí estoy, faenando».

El hostelero cree que aún es pronto para hacer cualquier afirmación, ya que septiembre sigue siendo un buen mes. «El verano no ha terminado y sigue viniendo mucha gente de Castilla los fines de semana. Y además está haciendo buen tiempo». Aunque reconoce que el domingo por la noche notaron «un bajón muy fuerte». Por eso, a su juicio, el mes de octubre será clave para saber cómo evolucionarán los precios en su local.

Y es que en La Pirula la carta no ha variado. El café sigue costando 1,30 euros y el menú -que es lo que más trabajan- se mantiene en 14 euros. «Aunque no nos podemos permitir grandes alegrías, de momento nos da para cubrir», sentencia Cabaniñas. Eso sí, entiende que los productos del aperitivo son caros y, en consecuencia, han notado que algunos de ellos ya no se piden tanto, como las rabas o los caracolillos. Y añade: «Insisto en que aún es pronto para afirmar nada, pero sí que percibimos que los de casa se retraen un poco más cuando vienen al bar».

La inflación también se deja notar en las cafeterías cercanas a los institutos. En el arranque del curso, los alumnos se han llevado una sorpresa al comprar el bocadillo para el recreo: ha subido de 65 a 80 céntimos.

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