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No sé si ha visto el vídeo que difundió el Seprona el 13 de agosto. Las imágenes son duras y su divulgación sólo persigue dar con usted. No comprendo por qué se molestó en ir hasta la protectora de animales de San Román. Lo ... único que sé de usted es que es el tipo con bermudas que se apea de un coche oscuro y arroja un perro por encima de la valla con tal brusquedad y torpeza que lo deja clavado por la tripa en uno de los hierros que la rematan. El cachorro se retuerce. Usted lo coge, lo lanza con más fuerza y lo estampa contra el suelo. Condenado a morir desangrado, él todavía se endereza sobre sus cuatro patas y corre hacia usted, que ni se entera porque se marcha sin mirar atrás.
El 9 de agosto publicaba este periódico una noticia sobre un cántabro que encerró a sus dos perros en el coche mientras comía en un restaurante de Brañosera. Murieron de calor. Por desgracia, sólo tres días después una imprudencia similar le costó la vida a una niña en Manacor. Su abuelo, al parecer desorientado por una medicación, olvidó que había dejado a su nieta en el vehículo en lugar de en la guardería, y el bebé falleció por deshidratación. Ninguno querríamos ser esa cría de diez meses, nadie desearía estar en el lugar de sus padres, pero si por algo daríamos lo que fuera es por no estar en la piel del abuelo. Qué difícil vivir con la doble carga de la pena y la culpa. Lo pienso y me digo: «Pobre hombre».
Pero a usted me cuesta verlo como un pobre hombre. Dé la cara y explíquese si puede. La negligencia duele, pero la premeditación, además, ofende. Y aunque sea más grave si las víctimas son personas, tampoco podemos consentir que suceda con animales. Supongo que su intención no era ensartar a 'su' pequeño fox terrier en ese pincho, pero, cuando ocurrió, usted no se apiadó, lo arrojó de nuevo y sin miramientos.
Opinaba un lector de El Diario en una carta al director, y con razón, que no compensa gastar tiempo y recursos en identificarlo a usted si después va a irse de rositas con una multa de 200 euros. Pero yo quiero que el Seprona haga ese esfuerzo para poder señalarlo como el que clavó el perro en la verja, porque el oprobio de la condena social por actos como el que ha cometido es hoy mayor castigo que las laxas penalizaciones que prescribe la ley.
Me pregunto si ha tomado conciencia plena de lo que hizo, si el remordimiento le acompañará de por vida o si me considera imbécil por imaginarlo siquiera. Ver el vídeo me ha revuelto el estómago, pero si usted fuera mi hermano, mi pareja, mi padre, mi hijo, mi algo, creo que vomitaría. Del disgusto. No sé si me entiende.
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