
Un cocido con vistas desde Peña Cabarga
Turismo ·
El restaurante de Cantur reabre sus puertas los fines de semana con reservas «a tope» después de dos meses de parónSecciones
Servicios
Destacamos
Turismo ·
El restaurante de Cantur reabre sus puertas los fines de semana con reservas «a tope» después de dos meses de parónBeatriz Rivero Izaguirre es «la que lleva el 'tinglao'» en el restaurante de Peña Cabarga. Ella es la cocinera que no para de poner cocidos, ... rabas y servir todo tipo de comidas a los que llegan hasta ahí arriba desde que abrieron el 10 de febrero, tras un parón de dos meses por orden de Cantur -y bajo criterios de «sostenibilidad económica», según razonó la empresa pública-. Entonces se hablaba de cajas mínimas y un goteo ínfimo de comensales; ayer, las comandas y el ambiente del local revelaban todo lo contrario. «Estamos a tope. Se nos queda pequeño», informaba la cocinera, omnipresente en el comedor y la cocina durante todo este servicio, el tercero de este fin de semana y literalmente el sexto desde que el establecimiento abrió sus puertas. De momento sólo abren los fines de semana y parece que esa política se mantendrá hasta Semana Santa. «Luego se irá viendo», avanzaba ayer y con cierta cautela el personal de este restaurante, tan preparado para servir el desayuno, las rabas como un cocido lebaniego a 569 metros de altura.
Venían de poner 580 cocidos de esos en agosto, según decían ayer. Porque, si no es mal plan ascender el macizo, comer algo ahí arriba tampoco. Esa otra faceta del pirulí la descubrieron ayer Miguel Ángel Rodríguez y Ludmila Roque. «Ya había subido más veces, pero nunca a comer. Teníamos pendiente la visita», coincidían ambos, de Santander, mientras 'le entraban' al cocido y disfrutaban de esta comida con vistas a la Bahía, a Medio Cudeyo y a casi todas partes. Cantur ha construido un mirador en la torre para contemplar mejor el paisaje. «Deseando que lo abran», reconocía Rodríguez.
Peña Cabarga no deja de ser eso, un mirador de lujo para muchísimos visitantes. Juan Rueda, Mercedes García y su hijo, Aarón, podrían encajar más o menos en ese perfil. Tiene casa en Noja, pero vinieron el viernes de Valladolid para pasar el fin de semana en Cantabria y reservar en el restaurante de Peña Cabarga. «Muy bien todo. La comida, las vistas...», señalaban, ya en la recta final de la comida. Eran cerca de las cuatro y muchos apuraban la última copa o iban pidiendo el postre, pero había mucho ambiente. «Más que el fin de semana anterior; quizá todavía no sabían que estábamos abiertos».
Ese testimonio lo repitieron diferentes miembros del personal ayer. Isabel es una de esas empleadas que corroboraba la tesis. Ayer no paraba. «Estamos a tope», celebraba, antes de mostrar el libro de reservas, hasta arriba de nombres y números a boli señalando el número de comensales. Frente a ella, las doce mesas hablaban por ella mejor que cualquier libreta. «Viene gente de todas partes». Ir y venir de camareros, platos casi limpios sobre la mesa, sonrisas, preguntas sobre Cantabria... Ese trajín tan especial, a caballo entre la hostelería y el turismo, estaba tanto en el comedor como en la recepción.
Es aquí donde, a muchos, por teléfono y en persona, se les recordaba que es necesario reservar para comer dentro. Sin embargo, eso no les privaba a muchos de comer unas rabas y disfrutar de un refrigerio. Así lo hicieron, en familia, María Esther Robles, su pareja, Carlos Calderón, los hijos de ambos, Carlos y Alba, y los abuelos -por parte de padre- de estos últimos, Julián Calderón y María Eugenia Miguel. Estos y también Lili, su caniche, que, aunque sin entrada -porque la tiene vetada en el comedor-, también andaba de un lado para otro buscando la mejor vista.
Se lo pasaron igual de bien. Ayer hizo un día perfecto para subir a Peña Cabarga, sobre todo desde la mañana hasta primeras horas de la tarde. «La cafetería está genial. Subes y tienes un aliciente para disfrutar», coincidía la familia, una de las muchas que, cocidos al margen, disfruta cada fin de semana para asomarse a este balcón privilegiado. El restaurante es un incentivo para explotar este filón y atraer a todavía más personas. Su inesperado cierre hace dos meses también fue comentado ayer entre el personal del establecimiento. «Fue una faena», «nos fastidio» o «cancelar todas las reservas fue una pena», iban alternando algunos de los profesionales.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.