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En unas pocas horas hervirán los discursos. Durante dos semanas, desgranarán a diario los ingredientes de los programas. Se escucharán recetas. Pondrán, para las fotos, las manos en la masa y, para las agendas, toda la carne en el asador. Presentarán menús enteros de soluciones ... y promesas. Se tirarán, incluso -y en un sentido, por supuesto, metafórico-, los platos a la cabeza. Cuchillos entre los dientes. Días a fuego fuerte. De sal y pimienta. De aceite. En muy pocas horas, todo eso para buscar el voto. Para convencer. Pero antes, cocinar. Cocinar de verdad. El Diario Montañés reunió a los cabezas de lista de los seis partidos con más opciones de obtener representación en el Parlamento de Cantabria para eso. Para compartir fogones y también mesa. Cocinar y comer. Darse, de hecho, de comer entre ellos. En el lugar donde se aprende a guisar y a servir, el Hotel-Escuela Las Carolinas, los candidatos protagonizaron una foto cargada de simbolismo y mensaje político. Tras las generales, con el arranque de la campaña en un suspiro y el aliento de las autonómicas y las municipales, una jornada juntos. En tono cordial, distendido, pero con mensajes y palabras cruzadas cargadas de salsa. «De aquí saldrá un gobierno», se escuchó en el almuerzo. Se habló, incluso -entre periodistas siempre pasa-, de titulares para el lunes después. El día 27. «El pacto de Las Carolinas». Y sí. Entre sonrisas cordiales, se palpó quién se conoce, quién se teme y hasta quién se siente personalmente más cerca -y más lejos-. Y eso es decisivo cuando todo apunta a que será necesario cocinar alianzas. «Después de este rato -comentaron bromeando al levantarse de la mesa- ya podemos achicharrarnos».
María José Sáenz de Buruaga (PP), Miguel Ángel Revilla (PRC), Pablo Zuloaga (PSOE), Mónica Rodero (Podemos), Félix Álvarez (Cs) y Cristóbal Palacio (Vox). Para resumir las cuatro horas largas que pasaron juntos, un par de momentos. En la cocina, todos posando para la foto con el plato listo. Palacio, desde un lado, con ironía: «Venga, que hay hueco a la derecha». «No fastidies», respondió inmediatamente Buruaga con retranca. Y, entre ambos, Rodero. «Creo que no nos hemos colocado muy bien». Bromas y cargas de profundidad. Como en la mesa. El cachón que preparó Álvarez gustó y Revilla, que ya estaba lleno, se quedó sin probarlo «con ganas, buena pinta». «Te lo preparo después de las elecciones. Y, si quieres, con tinta». La frase del candidato de Ciudadanos se lo puso en bandeja a Teresa Cobo, subdirectora de El Diario. «Huele a pacto, el pacto del cachón». Como respuesta, en el otro lado de la mesa, Zuloaga le deslizó a Rodero: «Nosotros a lo nuestro, que ya nos entendemos». Pues eso, todo distendido, pero con mensaje.
El juego, presente desde el principio. Ignacio Pérez, director general de El Diario Montañés, junto al director del periódico, Íñigo Noriega, y Ángel Cuevas, presidente de la Asociación de Hostelería, recibieron a los invitados. Anfitriones. El candidato de Vox fue el primero en llegar. Solo. Sin asesores. Con tiempo. La aspirante de Podemos vino con dos compañeros de partido. Uno de ellos, Luis del Piñal (el candidato al Congreso en las generales). Vox y Podemos, apretón de manos cordial. «Que moreno estás», le dijo Buruaga a Palacio al verle -él fue militante del PP hasta hace pocos meses y se conocían- y antes de dos besos con Rodero. Vox, PP y Podemos. Más madera. Revilla llegó a su manera. Con prisa por meterse rápido en la cocina, apretó la mano a Palacio. Presentaciones.
-¿Y es?
-Yo soy -ironía- el 'chico' de Vox.
Y la cosa siguió con Podemos. Tras saludar a Del Piñal, confusión.
-¿Tú eres de?
-De Podemos.
-Pero la candidata soy yo.
-¿No es este?
-No, la candidata soy yo.
«Pues me acaba de llamar Pablo Iglesias», les dijo antes de repetir que tenía prisa por ir a la cocina y bajar las escaleras, con media sonrisa y un «que tenga yo que preparar la comida para mis rivales...». Y quedó poco tiempo para los corrillos. Todos a los fogones. Zuloaga apareció con una caja de madera en las manos. Todos los ingredientes. «He traído la huerta de Maoño». Álvarez fue el último en aparecer, con una cazuela de patatas con cachón. A cocinar unos y a emplatar, otros.
A Buruaga le pusieron chaquetilla blanca para preparar merluza rebozada. El pescado, la harina, el huevo, la sartén... «Cocinar mal, pero ya que me vea todo el mundo». Buen humor. El resto, delantal negro (se lo quedaron como recuerdo por parte de Las Carolinas). Revilla se puso manos a la obra con un revuelto de perrechicos. «Necesita que el perrechico consuma su propia agua. Hasta que no quede...». Y ahí se tiró un rato dale que te pego. «Que va, por lo menos el doble de grande», respondió cuando le trajeron la sartén que había pedido. Tan concentrado que no le hizo mucho caso a Zuloaga. «Presidente, que me llevas ventaja». El candidato socialista, con las mangas de la camisa remangadas, tiró por lo sano y lo de casa. Y tan de casa. En su ensalada cántabra incluyó tomate de Maoño y dos tarros del bonito que embota su madre, Conchi. «Un toque personal».
La madre de Álvarez también tuvo protagonismo. Se hartaron de preguntarle si había cocinado él. «El cachón lo hice yo anoche y mi madre ha puesto las patatas después, que yo no estaba en casa». Él emplató. Como Palacio con su arroz con leche traído de los fogones de una amiga de Polanco. Le quedó tiempo para echar un ojo al trabajo del resto en una cocina de la que se 'obligó' a salir a todos los acompañantes. También le sobró un rato a Rodero, que hizo una quesada. «¿La has hecho tú?», le preguntó Revilla. «Por supuesto». Cuchillo en mano y a partir trozos. «¿Cuántos comensales somos?».
Hubo espacio, durante la tarea, para algunas preguntas. Algo típico. Cuál es la mejor receta para una campaña electoral. Y entre frases más o menos livianas, algunas claves. «¿Para la campaña? No tengo receta. Trabajar, pero tampoco demasiado porque nos conocemos todos. La receta es que ya me conocen. De sobra». Eso dijo Revilla. Para Buruaga «sentido común, moderación, centralidad, trabajo y, sobre todo, un equipo fiable y un programa pensado para los ciudadanos». Rodero tiró del mismo tiempo y cariño que, dijo, le había dedicado a la quesada. «Para una campaña electoral también hay que dedicarle tiempo. Le tienes que poner mucho cariño y mucho corazón a lo que haces». Zuloaga habló de «trabajo, trabajo y trabajo» y de presentar a su partido como «un proyecto de futuro», «sin olvidar lo que realmente importa a los cántabros y a las cántabras, la creación de empleo de calidad».
Puestos a trabajarse la respuesta, Álvarez, mientras pelaba patatas, le puso intención culinaria. «Los productos, lo primero. La materia prima. Si puede ser de temporada, mejor, y aprovechar los productos de moda. Y como estamos de moda -por su partido-, pues eso. Luego mucho cariño a la hora de hacer el programa, como a la hora de preparar un plato. Y algo imprescindible: un bonito emplatado. La comida entra primero por los ojos y creo que los programas tienen que ser atractivos y que respondan a las necesidades de la gente». Quedaba la receta del candidato de Vox. Muy rápida. «Tranquilidad y buenos alimentos». Se extendió más con la broma del hueco a la derecha -que fue justo después- o, tirando de la misma ironía, cuando dijo que el arroz con leche había que moverlo en la misma dirección. «Siempre a la derecha, pero sin extremos porque es en redondo» -recurrió al asunto varias veces ante las etiquetas: «Voy a despedirme para que luego no digan que soy un fascista»-.
Quedó espacio, con los platos preparados y posando para las fotos, para algún detalle. Revilla repartiendo cucharadas para probar sus perrechicos y, al estilo concurso de televisión -cuando los concursantes se despellejan entre ellos-, un «algunos no traen ni para el gato» mirando el resto de recetas. Todo, ante los estudiantes de cocina que, entre echar un cable o buscarle un cuchillo o una cuchara a unos y otros, miraban alucinados el follón político en su cocina.
Revilla estaba tan en lo de «hecho y comido» de los perrechicos que se sentó el primero en la mesa y repartió raciones en los platos pequeños del pan. Sirvió él. Con ayuda para estirar brazos, pero él. A los candidatos, al subdirector del periódico, Alberto Santamaría, al responsable de la edición digital, Gonzalo Sellers, al redactor jefe, Mario Cerro... Doce personas a la mesa, con los sitios asignados. Un periodista, un político, un periodista, un político... Para repartir juego. «Trae, que te he puesto poca panceta».
¿Blanco o tinto? Los dos, de Cantabria. Liébana, para ser exacto. También el pan. ¿Blanco o de semillas? Se habló del precio de la merluza que trajo Buruaga. «A 4,90». Y el director del periódico aprovechó para tratar de sacarles medidas. ¿Al productor local, qué? «Dejarle trabajar, no ponerle trabas». Eso lo dijo Álvarez y Palacio estuvo de acuerdo. Ahí sí entraron, aunque poco. También a la difícil situación de Torrelavega. Pero cuando Íñigo Noriega puso un asunto para mojarse sobre la mesa -cómo será la legislatura- se sintió el silencio.
Lo mejor de la comida fue el juego de platos. Como el de tronos. Entre cumplidos protocolarios, puyas.
-Revilla: Una anchoa buena con aguacate y esas cosas. Un crimen...
-Zuloaga: Pues llámame criminal. Si la anchoa es buena, bien con todo. Como el vino. Si es bueno, mejor será el calimocho.
Alguna más hubo entre los últimos socios de gobierno -«a ver si el plato de Zuloaga nos llega a todos»-. Con el regionalista lanzando y el socialista sin querer entrar. «¿Qué os parece el bonito de mi madre?». Y la mesa le agradeció al candidato del PSOE el detalle familiar de los tarros traídos de casa. Igual que a Revilla el gasto. Los perrechicos, a noventa el kilo. Que el presidente decía que sólo Mazón llevaba la bandera de Cantabria en la papeleta, el secretario general de los socialistas presumía de sus cinco enviados a Madrid tras las generales («igual de cántabros que cualquiera»).
Rodero contó que ella estos días de precampaña seguía trabajando en su puesto de analista de laboratorio, Revilla repitió en varias ocasiones a su manera que el candidato de Vox parecía «buen chaval y con buena planta» -«luego a ver en el Parlamento»- y Álvarez anunció que el 26 (el día de las elecciones) es su cumpleaños. «Te mandaré un tuit», la respondió Zuloaga desde el otro lado de la mesa.
Comieron los perrechicos, salió la ensalada del candidato del PSOE, luego la merluza que preparó allí mismo Buruaga... «Yo tomate en julio. Ahora no». Y Revilla, que pidió a los camareros que le trajeran queso, dejó el tomate y el pescado.
Luego le tocó al plato marinero de Álvarez.
-Cristóbal: Genial el cachón.
-Álvarez: Pues podemos quedar cuando quieras.
-Revilla: Ya quedareis ya. La de comidas que tenéis por delante...
No hay puntada sin hilo. Aunque lo del 'pacto del cachón' dio mucho más juego vinculado a una posible alianza entre Cs y los regionalistas.
Las conversaciones -es inevitable en estos casos- se fueron mezclando y dando paso a los corrillos entre los más próximos de mesa. Esos corrillos siempre dan juego. Los que se formaron en las presentaciones, en la propia mesa o antes de la despedida. Para saber, por ejemplo, el cambio que en lo personal supone para los que debutan como candidatos (Rodero o Palacio) y cómo los que llevan años en política se conocen ya de sobra (Buruaga y Revilla). También las previsiones que maneja cada uno. Los pronósticos y las cuentas que hacen traducidas en diputados en el Parlamento (sobre todo, al hilo de los votos obtenidos en las generales). Las internas, siempre son optimistas. Hasta la posición en la que están, con Ciudadanos, por ejemplo, con la etiqueta de socio apetecible en varios frentes distintos de pacto.
Sirven, por seguir, para enterarse de que es probable que Vox repita mitin con sus figuras nacionales (aunque igual no son exactamente los mismos que vinieron en las generales), que tampoco se descarta una visita de Rivera en esta campaña de las autonómicas o que los regionalistas preparan una puesta de escena a la altura para cuando Mazón tome posesión como diputado en el Congreso en Madrid.
«De Las Carolinas saldrá un pacto seguro», se escuchó poco antes de empezar a repartir besos y apretones de mano para seguir cada uno con su carrera. «Nos seguimos viendo», se dijeron. Aunque será en un escenario menos cordial. «Es que tú preparas un buen plato y en torno a eso nadie se lleva mal». En eso estuvieron todos de acuerdo. Dieron las gracias a El Diario, a Hostelería... Antes de irse y a la última anécdota. Revilla salió dispuesto a fumarse el puro que había dejado a medias antes de comer. Lo dejó posado.
-Me han robado el puro.
-Pues a mí no me mires.
Eso le respondió Buruaga.
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