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Hay necesidades que no saben lo que significa la palabra tregua. No hay descanso y, lejos de desaparecer o estabilizarse, aumentan con el paso de las semanas. «Ha habido un repunte importante. Lo notamos ya desde los meses de enero y febrero», reconoce Sor Clara, ... directora de la Cocina Económica. Las colas que se forman a las puertas de la sede de la asociación, ubicada en Santander, no solo no han desaparecido, sino que van en aumento. La imagen no ha cambiado y basta con acercarse al mediodía. Este jueves, sobre las 12.15 horas ya había quien esperaba paciente a entrar al comedor a por un plato caliente. El covid agudizó la crisis social y se llevó por delante a quienes ya estaban en una situación vulnerable, y también a muchos que resistían gracias a un pequeño colchón de ahorros. Entonces se multiplicaron las peticiones de ayuda. Cuando la pandemia parecía terminar, un problema dio paso a otro y la falta de suministros, la subida del precio de la luz o la inflación se han encargado de acentuar una crisis que no parece tener final. Una situación que, en algún momento, les ha hecho estar «desbordados», añade Sor Clara. Este mismo miércoles fueron 114 las personas que pasaron por allí a la hora de la cena. «Antes estábamos en torno a las 90 y algo», cuenta mientras hace un recuento rápido.
Tiene esas cifras más o menos recientes porque este jueves por la mañana, preocupadas por la situación, lo habló con las trabajadoras sociales de la institución. De esa conversación extrajo otro dato relevante: en el comedor ya han llegado a las 170 personas, frente a las 140 que acudían previamente a llenar el estómago. Al menos, la llegada del verano y la apertura de la hostelería han servido para que algunos de los usuarios más jóvenes hayan encontrado trabajo en ese sector o en la construcción. El problema al que se enfrentan ahora es al elevado repunte de personas procedentes de Perú y Colombia que, además, «vienen sin documentación y no pueden trabajar, así que se quedan aquí», explica la directora de la Cocina.
Y esa lista de puntos que han afectado a la situación de decenas de familias, también han sumado dificultades a la tarea que desarrollan en el centro: «Hemos pasado una temporada mala». Allí cuentan con un servicio de economato, con lo cual ellos también compran alimentos y sufren las subidas igual que los hogares. «Funcionamos con presupuestos anuales que ahora no tienen vigencia ni durante ocho días» porque los precios varían de una semana a otra. La huelga de transportistas les dejó sin stock de leche y aceite, productos básicos en sus cestas. «Y la situación no mejora», valora Sor Clara que, admite, han notado «una disminución en las donaciones de particulares». Aunque no quiere lanzar una petición, lo cierto es que las decenas de personas que empujan y hacen que la asociación funcione «seguimos aquí», enfrentándose a esas necesidades que se incrementan día a día.
No es un caso aislado. El repunte de las solicitudes de ayuda también ha llegado a otras asociaciones como el Banco de Alimentos de Cantabria. Las familias a las que la pandemia les dejó en una situación precaria de la que todavía no habían conseguido recuperarse se enfrentan ahora «al incremento de precios de los productos» y eso hace que «su necesidad aumente», explica Gema Díaz, presidenta de la institución. Por eso, ya en febrero, percibieron un «pequeño repunte» que se ha acentuado en los últimos meses. Quienes no salen adelante, van cada día «más justos» y, en su caso, la guerra de Ucrania ha hecho aumentar la lista de beneficiarios porque reciben numerosas peticiones para atender a los refugiados así como de las familias de acogida. «No fue un pico en el que se triplicaran las ayudas, pero que vemos que aumenta paulatinamente», reconoce Díaz.
En Cáritas no han percibido tanto un aumento en el número de usuarios, pero sí en la intensidad de la ayuda que reciben quienes lo necesitan. «Las familias que vienen ahora pueden ser menos, pero con una amplitud de necesidades mayor», explica Raquel Menéndez, secretaria general. Para ellos el problema para afrontar los recibos de la luz no es nuevo: «Siempre ha habido muchas dificultades con los suministros», añade. Por eso el presupuesto destinado a cubrir esas ayudas es «altísimo».
Es una lista de la compra que se hace rápido: «Nos hace falta de todo», resume Gema Díaz, presidenta del Banco de Alimentos de Cantabria. Y es que si las peticiones de ayuda que reciben a diario las asociaciones van en aumento, pero la llegada de los recursos se frena, cada vez resultará más complicado dar respuesta a todas las necesidades de los usuarios. Por eso ahora es momento también de hacer un llamamiento. «Tenemos el stock muy reducido con respecto a lo que solemos tener», añade. Actualmente no hay un producto concreto que vaya a robar protagonismo a otro o que sea más urgente: la institución necesita de todo y cualquier ayuda será siempre bien recibida. Hace falta pasta, arroz, legumbres, productos infantiles, leche...
El problema no es solo que atienden a más gente; ocurre que el aumento de los precios de los alimentos –junto con la subida de otros suministros que incrementa los gastos– hace que se vea «reducida» la cantidad de productos «que podemos comprar» gracias a los bonos y el dinero recaudado durante la Gran Recogida de Alimentos. Además, también han visto como han caído las donaciones que reciben de particulares.
En este punto, la invasión rusa de Ucrania ha desviado la llegada de ayudas. Cuando aparece un tema «más urgente», termina por robar protagonismo a las dificultades que están siempre presentes. No obstante, conviene recordar que un problema «no hace que el nuestro desaparezca», recuerda Díaz, pero sí provoca una reducción de los ingresos de donaciones. Ayudas que también se destinan a los refugiados a través de las entidades que se encargan de su cuidado. Aunque el mayor problema se lo encontraron durante las semanas que se alargó la huelga de transportistas. No llegaban los pedidos ya hechos y rozaron el desabastecimiento con productos como la leche: «Íbamos al día».
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