Secciones
Servicios
Destacamos
La Plaza de las Brisas no puede competir con sus vecinos Jardines de Piquío, más panorámicos. Y eso que tiene algunos atractivos peculiares: el mapa en relieve de Cantabria esculpido en la década de 1940 por el artista José Torné, natural de Sanlúcar de Barrameda, ... y sobre todo la estatua en bronce de Cristóbal Colón, no muy voluminosa ni expresiva, cierto es. Este Colón de casi cien años fue producido en Cataluña por Josep Llimona, el mismo autor del ceñudo 'Ángel Exterminador' del cementerio de Comillas. Llimona era en ese momento el principal escultor catalán, y había participado tanto en unos relieves del célebre monumento a Colón en Barcelona, como en añadidos alegóricos al dedicado a Rafael Casanovas, el 'conseller en cap' de la resistencia frente a las tropas de Felipe V en 1714; lugar mítico de la Diada y otras conmemoraciones nacionalistas.
El Colón sardinerense fue encargado por la Compañía Transatlántica del segundo marqués de Comillas, Claudio López Bru. La escultura iba destinada a uno de los salones del flamante vapor correo 'Cristóbal Colón', botado en 1921 en Ferrol. El buque, con capacidad para 2.000 personas, realizaba la ruta entre el Cantábrico y México-Cuba. En uno de sus lujosos espacios habría de situarse la efigie del descubridor de América. Sin embargo, no se llegó a ubicar en el barco y la Compañía se lo donó a la ciudad de Santander en 1925, que optó por colocarlo en la recién urbanizada zona aledaña a Piquío. Desde 1929 ahí está, mirando hacia Cueto mayormente.
La nave tuvo una vida agitada. El 18 de julio de 1936 estaba en Veracruz. El Gobierno de la República se incautó de los barcos de la compañía. Del Caribe pasó al puerto británico de Southampton, donde recibió orden de tocar puertos franceses para cargar armas con destino al Ejército leal. El 25 agosto cumplía su misión con una entrada apoteósica en Santander. Después, con nombre falso y bandera francesa, zarpó hacia Cardiff, donde su capitán y oficiales desertaron para pasarse a los sublevados. Entonces desde Madrid se envió un nuevo capitán. Este no anduvo afortunado y causó que este gran vapor encallara en los arrecifes de Saint George, isla septentrional de las Bermudas. Hubo de darse por perdido, no sin que por el camino los bermudeños saquearan el 'Colón', muchas de cuyas pertenencias aún estarán en algunas casas de aquel paraíso natural y fiscal, ya que desapareció hasta la vajilla. Es decir, que si este Colón de Llimona no estuviera en la Plaza de las Brisas, luciría en alguna villa elegante de Bermudas.
A lo que vamos, que la conexión comillana no es casual. El Colón de Barcelona constituyó, en 1888, año de la Exposición Universal de la Ciudad Condal, el símbolo de lo que el historiador francés Stéphane Michonneau ha denominado la política de la memoria 'liberal provincialista' barcelonesa. Expuesta por autores como Víctor Balaguer, mostraba algunas diferencias respecto de la visión de la historia española por autores como, por ejemplo, Modesto Lafuente. El monumento de Barcelona, distinto de los que se harían en Huelva o Madrid, refleja la participación catalana en la empresa del Descubrimiento, con cuatro personajes significados a los pies; la monarquía pactada, al representarse las cuatro regiones (Cataluña, Aragón, Castilla, León); un relativo laicismo, sin alusiones religiosas; la vocación imperialista, pues el descubridor apunta hacia el Mediterráneo como zona de expansión, y además se reitera la imagen de Colón recibido en Barcelona por los Reyes Católicos; la confianza liberal en el individuo y su ingenio, ya que la historia de Colón es la de un emprendedor que supo seguir sus convicciones innovadoras; y por último un abierto industrialismo, pues, como señala Michonneau, la estatua de Colón fue en su momento la 'torre Eiffel' de Barcelona, y el andamio empleado en su construcción se expuso en el Parque de la Exposición Universal.
Así pues, aquel Colón representaba el 'misticismo nacional' de una élite que tenía una idea alternativa de España, con Barcelona como agente de modernización. Hay que recordar que el Comité de los Ocho que impulsó la Expo del 88 estaba dominado por el segundo marqués de Comillas y sus próximos. No podemos decir que haya desaparecido del todo aquella idea de 'catalanizar España' en el sentido de los valores que ha ido promoviendo la burguesía catalana. La propia figura de Francesc Cambó, un regionalista que participó en el Gobierno español como ministro de Fomento y de Hacienda, trataba de hacer ver que «sin Cataluña en España no se puede gobernar», como nos recuerda Borja de Riquer. Sin embargo, el curso de la historia española no fue favorable a estos 'colones' modernistas. Otro día escribiré algo sobre el catalanismo de un arquitecto fundamental para Cantabria, Lluís Domènech i Montaner. Pero lo que quiero retener hoy es que ese provincialismo liberal barcelonés, que era una propuesta para dominar simbólicamente las tensiones sociales producidas por la revolución industrial, fue progresivamente sustituido por un nacionalismo que como poco era confederalista o federalizante, y como mucho abiertamente independentista, y también por unas corrientes de izquierda situadas entre la socialdemocracia parlamentaria y el anarquismo violento.
Para la Transatlántica, la guerra civil fue como el arrecife de Saint George para el 'Cristóbal Colón'. Llegó ya tocada por las dificultades para mantener durante la República contratos públicos para las grandes líneas oceánicas, pero la contienda acabó con cualquier posibilidad de que volviera a ser la gran compañía naviera que había sido.
Así, el Colón de la Plaza de las Brisas puede leerse como la huella estética de ciertas posibilidades históricas que naufragaron en los bajíos de la historia de España, por falta de capitanes avisados. Posibilidades como el provincialismo liberal catalán con su idea de una España pactada e industrial; o como la consolidación de una actividad económica y de mecenazgo en el eje Barcelona-Santander-Comillas a cargo de la saga de los López, manteniendo la vitalidad de los enlaces con América.
Concebido para un salón de lujo, donde hubiera resultado grande, Colón fue elevado en la intemperie de una plaza urbana, donde parece pequeño. Esperemos que su modesta dimensión y recatado gesto no sean signo de que ya no queremos apuntar a ningún horizonte. Quizá convendría declararlo patrono de los emprendedores, y depositar cada 12 de octubre unas flores, o unas memorias USB, para recordar que sólo descubren las Américas aquellos que persisten en buscar las Indias. Es el otro significado de 'descolonizarse': perder la fe en el horizonte. Perder las colonias fue lo de menos, comparado con perder los colones. Colón nos advierte contra una España 'descolonizada', sin mundos que descubrir.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.