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Ángel Benito -Calzados Benito- 1938
Cuando cuesta cuadrar los números, y la incertidumbre del qué pasará mañana no da un respiro, sólo queda mantener la actitud: «Estamos a tope, ... luchando», comenta Ángel Benito, de Calzados Benito, en Santander. Aunque la crisis sanitaria del covid no concede treguas, su ánimo no decae. Y lo tiene tan claro que se ha tatuado en el brazo la frase 'Siempre sale el sol'. Si no fuera por ese «optimismo», dice, «estaríamos cerrados».
Hay algo más que les empuja a seguir ahí y no rendirse: «El peso de la historia», subraya el comerciante. En 1938, su abuelo arrancó la andadura de un negocio que antes se ubicaba donde ahora está la Plaza del Ayuntamiento para después trasladarse a su localización actual en la capital, la calle Juan de Herrera. Ahora cuenta con seis tiendas repartidas por la región. Aunque las «ayudas» y los ERTE han ayudado a paliar un poco el golpe, tras casi un año de pandemia, la situación está «complicada», sobre todo porque no hay ventas.
«He vivido momentos duros, pero ninguno como este». Ese es el aspecto clave para afirmar que esta crisis sanitaria y económica es la peor. «La falta de ingresos nunca ha sido tan alta», reconoce Benito. «Es alarmante». Al negocio le afectan también medidas como el cierre de la comunidad autónoma. «El 50% proviene de gente de Cantabria», lo que supone que falta la mitad de «los clientes potenciales», explica. A esto hay que añadir el «indudable control del consumo» de los clientes por la incertidumbre aún presente que genera la pandemia.
Ángel Benito
Al menos la lluvia ha ayudado a las ventas del calzado de invierno. Por resumir el 2020: en verano las ventas fueron «prudentes», pero puede decirse que «se salvó» y eso dio ánimo al negocio. Sin embargo, el otoño fue «lamentable» ya que a la crisis se suman jornadas como la del 'Black Friday', que son «fatales», dice, porque el comercio local no puede competir con las grandes superficies. En definitiva, un suma y sigue que obliga a estar todo el día pegado a la calculadora para hacer números. «La gestión es más importante que nunca», concluye el comerciante. Desde la oficina intenta «optimizar» al máximo los recursos y hacer un «control exhaustivo» de las compras. Benito es consciente de que la crisis no va a desaparecer este año: «El 2021 nos lo llevamos por delante». Por eso intentan «blindarse» para «poder subsistir» y no bajar la persiana. Su previsión es vender el 20% menos de lo facturado en 2019 –el año pasado no vale para hacer comparaciones– un cálculo que, sin ser bueno, «no estaría nada mal». A pesar de todo, Benito se siente afortunado porque, al menos, dice, «tenemos la oportunidad de poder luchar». Se compara con la hostelería a quien manda su «apoyo» porque, asegura, son «fundamentales» para la región.
Virginia Inda - La Novedad - 1932
«Nuestra abuela era una luchadora», cuenta Virginia Inda con orgullo. Con ese ejemplo presente, ni ella ni su hermano han perdido la «ilusión» y las ganas de seguir adelante a pesar de la crisis sanitaria del coronavirus. La historia les da fuerza. Cuatro años después de abrir el negocio La Novedad (1932) dedicado a la ropa y complementos de caballero, estalló la Guerra Civil, pero su familia no se rindió. Después, el local se perdió durante el incendio de Santander, así que reabrieron la tienda en otra zona, y ya en 1950 se reubicaron donde están ahora, en la calle Ataúlfo Argenta de la capital. Y esa historia familiar detrás del mostrador les «empuja» a no rendirse a pesar de que las cuentas muestran que «se vende menos» y que cerraron el 2020 con una caída del 30% con respecto al año anterior.
En la caja lo que más han notado es el «parón» de las ceremonias. Sin bodas, eventos, fiestas... Ni siquiera navidades, así que la venta de trajes se ha resentido. Por eso ahora en el negocio hay una máxima: «Con mantenerse, vale», reconoce el hermano, Francisco Inda. Su resumen del año pasado empieza en mayo. El arranque fue «lento», pero durante el verano parece que la gente «se animó» a comprar, cuenta Virginia que destaca también otra cosa: . «La gente de Santander ha respondido» y la apuesta por el comercio el apoyo de los vecinoslocal ha sido reseñable. Además, a esto se une la campaña del Ayuntamiento 'Santander vale más', con lo que son aspectos que han ayudado a capear el temporal. «Nos vino muy bien, pudimos salvar noviembre», admiten.
Lo que más les afecta son las restricciones de movilidad porque comunidades vecinas como el País Vasco son «un gran cliente». No obstante, «la peor medida» fue el cierre de municipios que se alargó varias semanas y les obligó a nutrirse únicamente de clientes de Santander. «Eso sí que se notó». Además, la sensación era que había más miedo y la situación se paralizó.
En el local trabajan los dos hermanos junto a otra dependienta y tienen claro cuál es su actitud estos meses: «No puedes perder la ilusión», resume Virginia con energía. El horizonte de la crisis no se ve, pero aún así prefieren pensar en que «ya vendrá la Semana Santa» y mejorará la situación. Siempre mirando hacia el futuro con optimismo, dice, aunque era «más positiva» en septiembre, justo cuando compraron las prendas para esta primavera. No obstante, coinciden ambos, «tienes que continuar». Es momento de «luchar» como ya hizo su abuela hace casi 90 años. La pandemia ha golpeado fuerte y es «más dura» que otras crisis por las que también ha pasado la tienda porque, opina la comerciante, afecta «a todos los sectores» y eso se nota en la «prudencia» a la hora de comprar.
Ricardo y Luisa Calderón - Perfumerías Calderón- 1921
Muchas veces la «experiencia es importante» a la hora de enfrentar una situación, incluso si se trata de gestionar una crisis. Con 100 años a la espalda, en la Perfumería Calderón de la calle Ataúlfo Argenta, saben bien lo que es «capear el temporal» y hacer «equilibrios» para cuadrar las cuentas. «Hemos pasado de todo», reconoce el dueño, Ricardo Calderón. Y eso hacen. Junto a su hermana Luisa, son la tercera generación de la droguería en la que pueden adquirirse productos de limpieza y cosmética, y reconocen que «no ha habido nada como esto». Ahora la gente que se acerca a la tienda «mira mucho» qué comprar y al final se lleva «lo justo». Ya no hay esa «compra de capricho», explican.
La caída de las ventas «ha sido lo peor» porque se han juntado la crisis sanitaria con la económica y la incertidumbre de no saber qué va a pasar mañana hace que haya «prudencia en el consumo». En su caso la tradición ha jugado un papel «importante» porque al local han seguido acercándose «los de siempre», esa clientela fiel que ni el covid ha sido capaz de frenar. Además, el 90% de los visitantes de la tienda son mayores de 65 años, gente a la que «no le gusta comprar por internet y eso nos ha salvado», explica Luisa. Las medidas también han afectado al negocio porque los fines de semana «suele venir gente de Bilbao», pero el cierre de las comunidades limita el movimiento. Ellos abrieron en mayo y el primer día se quedaron «alucinados» por la cantidad de gente, aunque luego el ritmo de ventas «bajó». Del verano se esperaban un resultado «peor» y al final fue «medianamente bien, no podemos quejarnos», resumen.
Pedro Jaime Casuso - La Conchita - 1908
Hay algo que ni la crisis sanitaria ha cambiado en la tienda La Conchita de la calle Isabel II de Santander y es «la ilusión» con la que trabaja la familia que cada mañana sube la persiana del establecimiento que echó a andar en 1908 y está dedicado a los textiles para el hogar y la ropa interior. En el centenario negocio siempre ha habido «altibajos», resume el propietario, Pedro Jaime Casuso. Y de pronto «nos llega la pandemia», un año que «nos ha hundido», reconoce, «y el problema es que aún no hemos salido de la crisis». Sin embargo eso no les impide seguir trabajando con la «ilusión» de pensar que queda menos para poner el punto final a la pandemia y para que la economía «se recupere pronto».
El confinamiento «lo aguantamos mal», explica Casuso, y eso es una parte del negocio que no es «recuperable». La reapertura avanzó poco a poco, aunque al principio «la gente venía más a comprar», comenta María Eugenia, la dependienta. Ahora parece que entre los clientes ha aumentado la «prudencia» a la hora de gastar, y miran más antes de sacar la cartera del bolsillo. Al menos sí hay un aspecto positivo que les ha traído la pandemia y es que la gente «ha vuelto al pequeño comercio», añade la trabajadora. Al menos esa es la sensación que también comparte Ana Casuso, una de las hijas, y han mantenido la visita de la clientela de siempre que «sigue siendo fiel». Pero coincide con su padre en que, económicamente, la pandemia «ha sido matadora» para el negocio. No obstante, aunque hay una parte que no se recuperará, ellos siguen con fuerza y esperan «seguir» durante muchos años.
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