Secciones
Servicios
Destacamos
No creo que los cántabros debamos caer en ninguna histeria contra los productos y servicios catalanes.
En primer lugar, porque es injusto: la mayoría de los catalanes se siente también España; y si provisionalmente no fuera así, es porque los hemos abandonado a merced de ... los ‘jordis’ del nacionalismo falaz, el ‘España nos roba’.
En segundo lugar, porque no tiene sentido económico: Cataluña es el 19% del PIB de España y no es buena idea generar una recesión allí, porque nos repercute a todos. Como es verdad que somos una nación (a diferencia de Cataluña, que ni lo ha sido ni lo es, y ya veremos si algún día lo será, porque las naciones son artificiales y se pueden fabricar), lo que hacemos nos los hacemos mutuamente unos a otros. Somos eso que Ortega llamaba «una intimidad» colectiva. Y en tercer lugar, incluso en el caso de que los independentistas lograsen su loco objetivo, ¿para qué queremos un estado vecino empobrecido y con gente escondiéndose en los camiones y los barcos para pasar a Aragón, Valencia o Baleares? Nos convendría seguir comprando mucho allí, y si salen del euro y se inventan una moneda que al pronto caiga en devaluación vertiginosa e hiperinflación (como en Madurolandia), podremos importar bienes mucho más económicos. Y si no abandonasen el euro, sucedería, como ha explicado el profesor belga Paul de Grauwe, que simplemente perderían la cobertura del BCE para los depósitos bancarios y, a semejanza de Kosovo, no tendrían ni voz ni voto en la política monetaria. Serían más dependientes que antes, y precisamente en lo principal: la pela. Así pues, sea cual sea la motivación y el porvenir, boicotear un producto catalán es una actitud sin sentido.
Hay que pensar que, si alguien está con un cuchillo cortando lazos entre los catalanes y el resto de los españoles, mal remedio será que cojamos nosotros más herramientas para cortar aún más conexiones. Nuestra estrategia es la reconexión espiritual. Cataluña nos vende cada año al resto de España 20.000 millones de euros más de lo que nos compra. Este fenómeno y sus consecuencias humanas son más importantes que todas las soflamas, banderas y sesudos razonamientos constitucionales. Ese intenso tráfico que en Cataluña se convierte en prosperidad, empleos, beneficios, inversiones y posibilidades sociales es un vínculo casi indestructible. El de unas personas que hablan con otras, discuten, negocian, viajan. Una esfera vital común, hasta para presentar una reclamación.
Precisamente parece que el separatismo ha arraigado en algunos catalanes que ilusoriamente creen no participar en ese tráfico hispano: funcionarios; entidades locales y localistas; una parte de la privilegiada élite autonómica; algunos empresarios que no ponen en política el mismo cuidado analítico que en sus propios balances; estudiantes con una visión esperpéntica de una España que evidentemente desconocen, para vergüenza de sus maestros. En suma, los que viven en una evidente burbuja ideológica y quieren transformarla en una imposible burbuja sociológica. Así pues, no es nuestra tarea, sino justamente la contraria, asumir la dialéctica del rechazo. Ni por sentimiento ni por interés hemos de hacerlo. En Cantabria, también, compre catalán si el producto le gusta. Y no deje de comprar algo por la tonta razón de que se fabricó allí. Limitemos la manada de burros a los ya irrecuperables. No tenga que venir otro Ovidio a versificar la metamorfosis de todos los españoles en asnos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.