Secciones
Servicios
Destacamos
Abel Verano, Héctor Ruiz, José Ignacio Arminio e Irene Bajo
Castro Urdiales | Santander | Torrelavega
Martes, 2 de febrero 2021, 07:04
Paco Conde- Empleado de una gasolinera en Laredo
Los datos que manejan en la estación de servicio Repsol ubicada en el centro de Laredo, junto a la parada de taxis y la Plaza Cachupín, revelan la incidencia que la pandemia está teniendo en servicios tan esenciales como el combustible. «De marzo a junio del año pasado perdimos todo lo que habíamos recuperado después de tocar fondo en 2013, tras la crisis económica anterior».
Ahora, el confinamiento que entró en vigor en la villa el pasado jueves, ha provocado que esas cifras se resientan aún más. «Si antes la gente repostaba cada semana, ahora lo hacen cada 15 días», apunta Paco Conde, uno de los cuatro empleados de esta gasolinera, que a sus 64 años se resigna a esperar a que «salga el sol» y se recupere la tan deseada normalidad. «Se ven bastantes menos coches y, sobre todo, este pasado fin de semana. El domingo abrimos como siempre a las 07.00 horas y los primeros clientes no llegaron hasta las 09.30 horas», ilustra.
Conde asegura que la gente apenas mueve el coche, «no hay ni tráfico». «Pasa un vehículo de cuando en cuando. Y a primera hora de la mañana ninguno».
Los lunes suele notar algo más de movimiento por la mañana, por aquello de la gente que va a trabajar y llena el depósito. Pero los fines de semana, no es a partir de las diez u once de la mañana cuando ve algo de movimiento, «de gente que va a hacer las comprar los sábados». Ahora sin hostelería, el domingo observa poca vida por la calle. «Antes del cierre perimetral se veía gente en las terrazas tomando el café, pero ahora ni eso. Incluso noto poca gente paseando tanto por el centro como por la playa».
En once años trabajando en esta gasolinera, Conde nunca había visto la villa tan apagada. «El pueblo está barrido, hasta que no avanza la mañana aquí solo estamos los taxistas, los barrenderos y yo». A pesar de la situación actual, este vecino de Laredo comenta que el pasado verano fue bastante «decente» para la empresa, aunque también apunta que gracias al turismo nacional, «porque no se han visto apenas extranjeros como otros años». «Era raro ver a algún francés, cuando otros años veías más y también ingleses, alemanes...». «Veremos qu pasa este verano, todo va a depender de los confinamientos y de si están vacunados un 70% de españoles como se prevé», concluye.
Javier Hoz - Encargado de supermercado en Sarón
El número de gente que pregunta a uno de los 15 empleados del Lupa de la plaza de la Estación en qué mostrador se encuentran determinado producto ha aumentado notablemente. «Demuestra que no conocen el supermercado porque es su primera vez aquí», explica Javier Hoz, encargado de turno del establecimiento. Esa es una circunstancia que ha repuntado desde que Santa María de Cayón fuera uno de los cuatro municipios que echaron el cierre la semana pasada por su alto índice de contagios. «Igual que echamos en falta algunos clientes porque no pueden venir por la situación actual, vemos caras nuevas que intentamos que se queden», resume Hoz.
Ayer, a las 13.00 horas, Hoz terminaba su turno. En el momento que salía del supermercado de Sarón, el ambiente en la plaza estaba reposado, con una clienta saliendo con la compra, un par de vecinos cruzando el paso de cebra y otra sentada en un banco. «La semana pasada a estas horas habría mucho más movimiento, un ambiente de ocio y no de recados como hay ahora», describe el encargado que valora que «la gente se ha concienciado de que el tema está delicado y que depende de todos salir de ello».
Es una sensación que también se traslada al interior del Lupa. «Todos están mucho más al tanto de guardar las distancias y respetar las normas», concreta. Tanto es así, que la actividad en el establecimiento está «tranquila», más de lo que preveían. «Esperábamos más boom, pero al ser sólo nosotros los confinados la gente está teniendo un hábito distinto a cuando estaban cerrados todos los municipios, en ese momento como todos teníamos las mismas restricciones no había tanto reparo en venir aquí». Una circunstancia que ha cambiado radicalmente. «Ahora en los controles mandan a los que vienen de fuera, como de Villaescusa, Penagos o Valles Pasiegos, a ir a otro lugar a hacer sus recados», apostilla Hoz.
Al menos, con lo ocurrido, los cayoneses han dado una oportunidad a los negocios locales. «Por la cercanía a Torrelavega muchos hacían sus compras ahí, pero ahora vienen aquí, y repiten». Ayer lunes sí que se apreció más movimiento que los primeros días de cierre perimetral, tal y como valoraba Hoz, porque «a los clientes se les van agotando los productos frescos que compraron la semana pasada, además ya hemos demostrado que el abastecimiento está asegurado y no hay tanta urgencia por llenar el carro de la compra».
Pilar Calvo - Quiosquera de Colindres
El confinamiento desde el pasado jueves de los municipios de Colindres, Laredo, Santa María de Cayón y Polanco por su elevado número de positivos, ha dejado en estos cuatro puntos negocios cerrados y calles vacías con el objetivo doblegar la tasa de contagios. Sin embargo, los comercios que están proporcionando servicios considerados esenciales tampoco se libran de las consecuencias del cierre. Los clientes de los municipios limítrofes no pueden entrar en estos pueblos confinados para hacer sus recados habituales lo que hace que las ventas se resientan, aquejadas, por otro lado, por el escaso movimiento que se aprecia en las calles.
En esta tesitura se encuentra Pilar Calvo, propietaria de la librería El Rincón de Pili en Colindres. Sin embargo, a pesar de los inconvenientes encuentra «necesario» el cierre porque «ahora mismo lo que premia es la salud». Calvo espera que las medidas sean efectivas y empiecen a descender los contagios en Colindres, que ayer veía mejorar sus datos con una incidencia acumulada a 14 días de 756 casos por cada 100.000 habitantes.
Este confinamiento selectivo de los pueblos que tienen una incidencia del virus disparada es la comidilla en los municipios afectados. Por lo que escucha en su quiosco, muchos colindreses piensan «que se debería haber abordado el problema antes y con medidas menos drásticas, de una forma más progresiva». Y es que en mayor o menor medida, las restricciones afectan a todos, porque Pilar reconoce que, aunque puede abrir su negocio, la facturación se ve mermada. «No lo sé exacto, pero yo ahora facturaré una cuarta parte de lo que facturaba antes», calcula Pilar. Desde que se cerró la actividad económica en Colindres asegura que las ventas han ido a menos, porque entre sus clientes se encuentran vecinos de poblaciones cercanas y también los sectores que han tenido que cerrar, como por ejemplo, los hosteleros. «Esta situación constata que la economía es una cadena en la que todos dependemos de todos», apunta.
Sin embargo, este tiempo de cierre perimetral y clima lluvioso, vacía las calles y llena las estanterías de los colindreses, que están demandado, apunta, más libros y pasatiempos.
Begoña Amparán - Farmacéutica de Polanco
Al igual que hizo durante el confinamiento domiciliario de la pasada primavera, la farmacia Amparán, la más antigua de Polanco, vuelve a prestar el servicio de entrega de las medicinas a domicilio para colaborar con el municipio, afectado por el cierre perimetral y de las actividades no esenciales desde el pasado miércoles, tras dispararse los contagios. Su titular, Begoña Amparán, dice que afrontan estas nuevas restricciones mejor preparados, especialmente en cuanto a instalaciones, dado que se encuentran entre las más amplias y modernas de la comarca después de una importante reforma.
Begoña puso en marcha su farmacia hace 35 años. Primero estaba ubicada en Requejada y en 1992 la trasladó a un bajo comercial frente al Centro de Salud, en Rinconeda, a escasos metros de la famosa 'Curva de la Botica'. Se llama Amparán porque es el apellido que une a las tres mujeres que ahora conducen el negocio: la madre, Begoña, y sus dos hijas, Carmen y Marta. Poco antes de iniciarse la crisis sanitaria, comenzaron las obras de reforma y ampliación de las instalaciones, que, tras finalizar el pasado mes de octubre, ocupan los 300 metros cuadrados que antes tenía un supermercado. Además de mucho espacio y una atención personalizada, la farmacia cuenta ahora con diversos adelantos técnicos, entre ellos un sistema de regeneración del aire muy valorado en la pandemia.
Nada que ver con los apuros del primer confinamiento. «Hicimos grupos burbuja –explica Marta– para poder seguir adelante en caso de contagio. Los primeros días fueron caóticos, había mucho desconocimiento y también desabastecimiento de lo más necesario. Me pasaba el día llamando por teléfono a laboratorios y proveedores para conseguir mascarillas, guantes, geles...». Fue entonces cuando ofrecieron por primera vez el servicio de entrega de medicamentos a domicilio, porque «algunas personas no podían venir a la farmacia».
Ahora las cosas han cambiando, aunque Begoña observa con preocupación «el cansancio de la gente y cierta relajación en el cumplimiento de las medidas de prevención». Sin embargo, eso no ocurre en su farmacia, la única del municipio hasta que el año pasado se abrió otra en Requejada: «Aquí la gente es muy prudente, siempre lleva mascarilla y espera fuera si hay cola. La situación es preocupante, pero yo espero que mejore, sobre todo ahora con la vacuna».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.