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La reaparición de la enfermedad hemorrágica epizoótica (EHE) en la comunidad autónoma de Cantabria, constatada este lunes con la confirmación de los ocho primeros casos positivos, ha vuelto a poner en jaque al mundo del campo regional, que se prepara ya para enfrentar la ... segunda ola del mortal virus, y muy en particular a los ganaderos asentados en los pueblos donde el 'bicho' ya se ha manifestado y, por lo visto, extendido. «Aquí habrá ahora mismo, fácil, entre 400 y 500 animales infectados», calcula Abel Moratinos, al que como buen pasiego que es le gusta expresarse con claridad. «Mire, entre las vacas locas, la brucelosis, la lengua azul, el lobo y ahora esto, estamos hasta los cojones, qué quiere que le diga. Hay que tener buenos huevos para dedicarse a esto».
Él lo hace desde el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008. Empleado en el sector de la construcción, la honda expansiva le lanzó aquel año del gris de Santander al verde de Vega de Pas. Y lo que era un simple hobby, una afición que había estado arando de la mano de su padre, terminó siendo una profesión de la que todavía se puede vivir. «Mal, porque acabas hasta los mismísimos...», advierte el hombre, «pero, hombre, sí, de esto aún se puede vivir».
«Es que, a ver», se quiere justificar; «vas un día y ves un ternero que se lo han comido los lobos, vas otro y ves un potro que tal, ahora viene todo este 'fregao'. Me cagüen tal...», se queja Abel, que augura al sector ganadero un oscuro futuro en la Vega de Pas. «Aquí vamos tirando con la gente de mi edad para arriba», explica el vaquero, que tiene 48 años. «Pero de ahí para atrás no mire porque no viene nadie. Aquí, a la vuelta de quince o de veinte años, todo esto está 'solucionado'». A menos, claro, «que los políticos que dicen que quieren ayudar a los pueblos, al mundo rural, empiecen a hacerlo ya de una vez porque hasta ahora lo único que están haciendo es barrerlos pero bien barridos».
Los políticos. «Le voy a decir. Cuando el consejero dijo en el periódico que en Cantabria no había ningún caso de EHE a mí ya se me había muerto una vaca», asegura el ganadero pasiego, que consiguió esquivar la primera ola pero no esta segunda.
Raro sería que lo hubiera hecho. Según la Consejería de Ganadería, la enfermedad hemorrágica epizoótica ha entrado en la región a través de Selaya, Villacarriedo, San Pedro del Romeral y la Vega de Pas, su municipio, donde el impacto del mosquito está siendo muy considerable. Por lo que oye por la localidad, él calcula que ya se habrán infectado entre 400 y 500 animales, una cifra imposible de verificar si estos positivos no se notifican a la que otros ganaderos igualmente afectados dan por buena. Allí, quien no tiene un caso tiene dos o tiene tres.
Propietario de una estabulación con cincuenta 'madres' cruzadas de carne, él ha visto morir a una y enfermar a otras dos durante los últimos siete días, una semana en la que no ha hecho otra cosa que intentar evitar que se le mueran.
«¿Ve aquella que está arrimada al poste, que babea un poquitín? Pues eso es que ha empezado con los síntomas de la enfermedad», explica Abel, que tiene al grueso de su ganado en un terreno y a los animales infectados en otro alejado un par de kilómetros. Como si fuera un lazareto, vaya. «Las tengo apartadas del resto para evitar posibles contagios y para poder atenderlas mejor», indica el hombre, que ahora comprueba en persona los devastadores efectos de una enfermedad que hasta hace solo unos días solo conocía de oídas.
«Es que es tremendo, oiga. La vaca se queda destripada porque no come. Y ves a algunas que se quedan tumbadas, ahí solas. Y cuando se incorporan, las hay que tienen tal cojera que al andar parecen un viejo de 90 años. Se conoce que la enfermedad les destroza las articulaciones», cuenta con cierta angustia Abel. «Y luego está ya lo de la lengua. Hay vacas que se tiran doce o catorce días con la lengua afuera. ¿Cómo van a comer?», se pregunta el ganadero, que está aprendiendo a combatir la enfermedad con las armas que le han proporcionado las administraciones y los veterinarios.
De entrada, él ha vacunado a todas sus vacas. A las cincuenta. «En unos días les toca la revacuna», dice el hombre, que explica la infección de algunas de ellas «porque habrán incubado el virus un poco antes de que les diera la vacuna».
Abel Moratinos
Ganadero
Y también está aplicando a las vacas que ya se han infectado cuantas medidas de bioseguridad recomiendan las autoridades sanitarias a este respecto. «Aquí lo fundamental es curarles la boca porque, si no la curas, sale la bacteria y mata a la vaca». Ese trabajo requiere su tiempo. «Tienes que hacerlo dos veces diarias, por la mañana y por la tarde. Tienes que coger un trapo, ungir un spray que te dan en la farmacia, aunque también se le puede echar agua, sal y vinagre, y frotarles la boca», explica. «Cuanto más limpia esté la boca mucho mejor porque primero curan y primero empiezan a comer», añade el pasiego, que calcula que en ese trabajo de aseo «me puedo tirar tres horas por la mañana y otras tres por la tarde». Depende del número de animales a atender.
«Y luego, como algunas no comen, mételes comida boca abajo, mételes agua boca abajo, mételes suero en las venas... ¡Claro! A la vaca que se me ha muerto, la he estado metiendo suero durante una semana, por la mañana y por la tarde», recuerda Abel, que agradece de corazón la ayuda que en estas labores le prestan otros ganaderos de la zona. «Al no haber otros que nos ayuden... Porque los de arriba, los de la cúpula... Y eso que sabían que esto iba a pasar, ¿eh? Lo sabían», les reprocha Abel a los políticos, a los que invoca en su pradera por segunda vez para hacerles un único ruego.
«Yo solo les pido que un día, y digo un día porque hay más gremios que tendrán que atender, se pongan en nuestro pellejo. Que vengan aquí y que vean personalmente toda esta película, a ver qué les parece, cómo lo ven. Si ellos creen que lo tienen bien organizado, pues vale, perfecto. Pero que vengan y que lo vean. Y que ese día vivan de ello, ¿eh? Que tengan que ir a comprar la barra de pan con lo que te den estas vacas que se den cuenta de que con una vaca jodida no lo van a poder comprar». No cree Abel que los políticos estén a la altura de un momento como este, no. «No, hombre, calle, ¡por favor! Esos llevan muchísimos años sin estar a la altura».
Ocho positivos. Es la cifra anunciada el pasado lunes por la Consejería de Ganadería y la que se mantenía ayer. No hay, al menos oficialmente, constatación de más ejemplares infectados por la enfermedad hemorrágica en Cantabria. «Lo lógico en estos casos, además, es que no se continúen haciendo pruebas en las zonas que ya han registrado focos, porque allí, si hay síntomas en un animal, lo normal es que efectivamente se trate de esta enfermedad», confirman fuentes de la Consejería.
Cosa diferente es que aparezcan focos nuevos en zonas donde aún no se ha llegado la afección. Zonas, algunas de ellas, donde el pasado año la enfermedad castigó con fuerza y donde se espera que el ganado goce de cierta inmunidad natural. Por eso, también, nadie contempla por ahora establecer restricciones al movimiento de las cabezas ni a la celebración de ferias de ganado. «No es una enfermedad que se transmita de unos ejemplares a otros. La contagia el mosquito, con lo que nada nos resuelve clausurar las ferias», argumentan fuentes de la Consejería. Las mismas que recuerdan que el pasado año tampoco se cerraron las puertas de estas citas pese a que la situación era mucho peor. «Había mucha más incertidumbre».
Las esperanzas están depositadas en la llegada del frío. «Se espera que para finales de noviembre y diciembre la temporada del mosquito termine. Si a eso se suma la esperada inmunidad natural del ganado, lo lógico es que no suframos como el pasado 2023».
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