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No solo se enseña demasiada historia política, sino también demasiada historia social esquemática

Sábado, 10 de febrero 2018, 08:23

En enero de 1943, mientras nacía nuestro actual presidente autonómico, el Ejército Rojo logró liberar Leningrado del terrible cerco de Hitler. Si hubiese esperado a ... esta noticia, quizá no se habría suicidado el año anterior en Brasil el escritor austriaco Stefan Zweig, desesperado ante el imparable avance del totalitarismo. (argumento contra el suicidio: impide al individuo recibir las buenas nuevas que lo harían inconveniente). En los republicanos españoles derrotados en 1939, las victorias soviéticas en Stalingrado en 1942 y después en Leningrado, rematadas ese verano del 43 con un colosal triunfo en Kursk (ciudad donde cabrían dos tercios de la población de Cantabria), despertaron la esperanza en que los aliados forzarían la renuncia de Franco. Pero ese año ocurrió otro evento que quiero traer a colación. Se publicó en México la versión española de un libro de quien por entonces era probablemente el principal historiador de Alemania, Friedrich Meinecke. El original había surgido en 1936, fecha de su definitiva caída en desgracia ante las jerarquías nazis. Horrorizado ante la Alemania militarista, Meinecke trataba de rastrear el origen de la sensibilidad para la historia en una serie de antecedentes europeos, sobre todo el gran poeta Goethe, y así ofertar una raíz curativa para el extraviado espíritu alemán.

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