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La imagen de Nuestra Señora de La Esperanza, a su llegada al entorno del Hospital Valdecilla de Santander. Roberto Ruiz
Fe y consuelo camino de Valdecilla

Semana Santa

Procesión de Nuestra Señora de la Esperanza
Fe y consuelo camino de Valdecilla

La lluvia da un respiro y La Esperanza pudo recorrer las calles de Santander para llevar a los pacientes del hospital un mensaje de confianza en su curación

Enrique Herrero

Martes, 15 de abril 2025, 02:00

Este Lunes Santo, la lluvia dio una tregua a Santander, que acogió en sus calles la procesión de Nuestra Señora de La Esperanza, con la Real Hermandad y Cofradía de Nazarenos de Nuestra Señora de La Esperanza y San Juan Apóstol, fundada en 1946 como filial de 'Los Dolores', con sede canónica en la parroquia de San Francisco -de donde partió esta tarde arropada por decenas de fieles- y formada en sus comienzos por agentes comerciales. Procesionó con el paso Nuestra Señora de La Esperanza, una exquisita y fenomenal talla de la época más brillante de su autor, Manuel Cacicedo, de 1958. En la cara de la Virgen se plasman aunados dos sentimientos: la grata alegría por el nacimiento de su hijo y la inmensa tristeza y sufrimiento por su muerte, mientras espera su Resurrección.

El trono sobre el que se asienta la imagen es obra del artista Domingo Mucientes García y está forjado en plata. El precioso y llamativo manto verde esperanza de la Virgen fue bordado en el monasterio de La Asunción de Lences, en la provincia de Burgos, por las Hermanas Clarisas entre los años 1971 y 1972; el manto tiene 15 metros cuadrados y presenta precisos bordados hechos en hilo de oro. Fue restaurado entre los años 1993 y 1994 por ellas mismas. El vestido blanco que lleva la Virgen, sereno y natural, también fue confeccionado por las Hermanas Clarisas.

PROGRAMA 15 DE ABRIL

  • Martes Santo Procesión de El Encuentro, de la cofradía de La Inmaculada (salida desde la iglesia Carmelitas con el paso El Señor de la Misericordia) y la Cofradía de la Pasión (salida desde la iglesia de los Pasionistas con el paso Virgen de la Amargura). Encuentro a las 20.30 horas en Juan de Herrera, al pie de la parroquia de la Anunciación.

En 1959 salió por primera vez en procesión en un trono de plata sobre ruedas, que fue sufragado por los cofrades y los agentes. En aquellos años, la Hermandad pagaba un pequeño sueldo de cinco a seis pesetas a los jóvenes que iban debajo del paso llevando la imagen. Como hace todos los años desde 1963, la Cofradía llevó en procesión a la Virgen, al calor de numerosos acompañantes, desde la iglesia de San Francisco hasta el Hospital Valdecilla, previo paso por las calles Cervantes, Jesús de Monasterio, San Luis, plaza de Numancia, San Fernando, Cuatro Caminos y la propia Avenida de Valdecilla. El fin, llevar a los enfermos allí ingresados la tranquilidad y la esperanza de su curación. Consuelo y fe.

Capuchones por la calle Cervantes, en la primera parte del recorrido.
La procesión, ya superado Cuatro Caminos, camino del hospital.

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Mi intención es tejer con hilos de devoción estas líneas que ahora escribo, llenándolas de sabor cofrade, de floridos claveles, de la cera cayendo de los velones, de penitentes de pies descalzos o con zapatillas de esparto, del sonido seco del Llamador, que rasga el silencio de la noche, de capirotes y de capuchas, de túnicas y escapularios, de cruces de guía y de estandartes, de cirios y velas, de sudor de andero y esfuerzo de costalero, de rezos y de plegarías. La Semana Santa despierta añoranzas, recuerdos, imágenes y sentimientos distintos para cada uno de nosotros. Para unos será el paso de su Hermandad por las calles de su barrio, para otros, el olor a incienso, o aquella saeta que se le canta, desgarrando el aire, o ese momento que se recuerda con aquellos que ya no están... porque ya se fueron.

Dos filas de capuchones aparecen ya al fondo de la calle. La cera se derrite ya caliente, mientras los pies rozan el asfalto de unas calles que se convierten en un inmenso templo, en donde se mezclan los suspiros con el vuelo de las palomas. La emoción recorre nuestras venas como un manantial interior imparable. Los pasos, como este de La Esperanza, van desfilando en el silencio de una noche de primavera.

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