La líder de la oposición considera complicado hablar de futuro cuando aún quedan más de tres años para unas nuevas elecciones, pero sí piensa que ambas fuerzas han sacado una lección de lo que ha ocurrido en los últimos tiempos: «El aprendizaje es que la dispersión del voto del centro-derecha sólo beneficia a la izquierda. Si Ciudadanos hubiera aceptado el ofrecimiento del PP de España Suma, ni la situación de Cs ni la de España sería hoy la misma».
En su opinión, los naranjas, que estaban convencidos del 'sorpasso', han visto que el PP no se puede sustituir y que en momentos de incertidumbre el electorado no quiere experimentos. Buruaga está convencida de que los simpatizantes que en su momento se fueron con Albert Rivera volverán a confiar en los populares «de manera normal y natural». En cuanto a las estructuras y los dirigentes, cree que dependerá de la evolución de las estrategias de los dos partidos involucrados: «Lo que está claro es que el objetivo del PP tiene que ser reagrupar el centro-derecha, que se va a ir produciendo de forma natural».
Sólo cambia el Senado
La razón de unir las siglas es que el sistema electoral español y también el que funciona en la mayoría de las comunidades autónomas prima a la primera fuerza y a las que tienen más apoyos, y en cambio penaliza a las pequeñas. De hecho, no es anormal que la transferencia de votos dentro de formaciones ideológicamente cercanas impida a una de ellas tener un diputado más, no sirve para que la otra lo sume y, de rebote, beneficia a una tercera.
En cambio, con tal premisa, teóricamente, no habría ocurrido nada de eso en las tres últimas citas electorales celebradas en Cantabria. Si se suman los votos que obtuvieron Partido Popular y Ciudadanos, una hipotética alianza no les habría dado más actas.
En las generales del pasado noviembre, el PP fue primera fuerza con dos diputados y Cs se quedó fuera del reparto. Con la suma de las papeletas de ambos la diferencia sobre el PSOE habría sido aún mayor, pero no suficiente para llegar al tercero. Tampoco habría afectado al resto de formaciones (socialistas, regionalistas y Vox se conformarían con uno cada uno).
Y el resultado de la simulación para las autonómicas de mayo es el mismo: el PRC habría seguido siendo primero con 14 diputados y PP-Cs habrían tenido 12 (ahora son 9+3). El bipartito actual mantendría la mayoría absoluta del Parlamento y el centro-derecha no podría pactar con Vox para hacerse con el poder.
Y más de lo mismo con las elecciones generales de abril, las que tuvieron que repetirse. Aquí, la entente azul y naranja habría tenido junta los mismos diputados nacionales que lograron por separado. La única diferencia es que sí habrían desbancado a los socialista como el partido más votado. Entonces, en la Cámara Alta, el PSOE sacó tres senadores frente a uno de los populares. Esto sí que habría cambiado y en este escenario imaginario el reparto habría sido justamente el inverso. En cualquier caso, de poco les habría valido en aquella legislatura fallida que acabó con la disolución prematura de las Cortes.
Por otra parte, tampoco es seguro que ante una alianza de este tipo los votantes se comportaran igual. Quizás una parte de los que optaron por uno de los dos partidos se habría quedado en casa descontento por esta unión. O al revés, parte de los potenciales simpatizantes que se quedaron en esas citas electorales en casa se podrían haber movilizado para depositar la papeleta.
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