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«Vamos a terminar con esta situación. Piénsalo, voy a dejar el coche aquí, dejo abierto el habitáculo de atrás y cuando quieras, te bajas; de ahí te montas en el coche y nos vamos. Vamos al médico y vamos a ayudarte». Quizá fueron estas ... las palabras que permitieron al negociador de la Policía Nacional entablar ese vínculo personal con la persona que, encaramada en lo alto del ascensor panorámico de la calle Alta de Santander, amenazaba con tirarse al vacío para quitarse la vida. Fueron diez horas de negociación hasta que el hombre optó por desistir de su actitud, bajarse del techo del elevador y meterse en el coche de la Policía que le trasladó al hospital Valdecilla.
El negociador de la Policía Nacional es Fernando, uno de los pocos que están preparados para afrontar en España una situación como la vivida este lunes. Para ser exactos, 72 especialistas en todo el país que compaginan su trabajo diario con la función de negociador cuando se requiere. En el caso de Fernando, jefe de Brigada de la Policía Judicial, es el único a nivel territorial especializado para intervenir en este tipo de sucesos. Cuenta con un bagaje extenso: experiencia en atracos a bancos con rehenes, ayuda a personas que querían quitarse la vida, etc. Cada historia tiene detrás un conflicto humano, una razón personal, una causa, y ahí, precisamente, debe sumergirse él para encontrar la puerta que conduzca a una solución pactada
Unos pocos minutos antes de las siete de la mañana, Fernando llegó al ascensor de la calle alta tras recibir el aviso de que un varón permanecía encaramado en la parte superior del aparato con amenaza de tirarse. Él y otro compañero fueron los encargados de iniciar las labores de negociación con el hombre.
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«Nos encontramos con una persona que se mostraba violenta, muy irascible, con continuos ataques de ira, y que estaba consumiendo sustancias estupefacientes. Había arrojado todo tipo de objetos a cualquiera que se acercara por allí, y más si era un policía uniformado», explica.
El hombre solicitó a los negociadores un teléfono y una botella de agua: «Quería comunicarse con su pareja y despedirse de ella». La situación no era sencilla, pues la lluvia de insultos y objetos fue constante. «Tenía continuos cambios de humor y reacciones agresivas en cuanto al uso de la palabra, al menos, y un trato muy hostil con la policía», continúa Fernando.
La intervención sobre esa persona, dado el escenario, era muy comprometida: «No se podía actuar sobre él, puesto que una mala decisión o un error o un traspiés podría precipitar la situación y precipitar un desenlace fatal, no deseado por nadie». Entonces, lo que había que hacer era tratar de exponerle el abanico de opciones o de oportunidades o soluciones alternativas a la decisión última de quitarse la vida. «Vamos a terminar con esta situación. Piénsalo, voy a dejar el coche aquí, dejo abierto el habitáculo de atrás y cuando quieras, te bajas, de ahí te montas en el coche y nos vamos. Vamos al médico y vamos a ayudarte». Establecer ese vínculo personal es un paso clave cuando se lleva a cabo una negociación. Esa conexión con la víctima, o con el agresor, es lo que le permite usar el arma más eficaz: la palabra.
Para lograr finalizar el operativo con éxito y con un desenlace feliz, uno de los vehículos policiales se acercó hasta las puertas de los ascensores para facilitarle una salida. «Sacamos del coche cualquier objeto, utensilio o equipamiento que pudiera ser usado como arma hacia él o contra los demás. Y le dimos esa vía de salida y, bueno, yo creo que fue un poco cúmulo de todo lo que pasó. Lo único que se prolongó en el tiempo de la intervención fue el cansancio, el diálogo, todo. Al final, creo que para él fue una salida, una buena salida para terminar con la situación y darle una vuelta al incidente».
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