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Un problema con el código QR impidió al pub Coppola, señalado la semana pasada por Sanidad como origen de un gran brote vinculado a las celebraciones de fin de curso y de la EBAU, facilitar a la Consejería el nombre y teléfono de cada uno ... de sus clientes en los días en que se produjeron los contagios. El sistema de reservas que emplean permitió, en cambio, enviar el listado de todas las personas que las formalizaron, a través de las cuales los rastreadores tuvieron que obtener, con algo más de esfuerzo, el contacto con el resto.
Así lo explica el responsable del negocio, Ángel Suárez, quien considera que difícilmente puede culparse a su local o a la hostelería de la situación. «Aquí el hecho excepcional no hay que buscarlo en la hostelería: se trata de un grupo muy concreto de chavales que lleva diez días celebrando el fin de curso con cenas, barbacoas, botellón, fiestas en garajes... y que también han venido aquí. Me parece injusto que Sanidad centre el tiro en un pub, cuando tenemos unas medidas que no tiene nadie: es complicado poder hacer algo más».
Para el dueño del Coppola, lo que le está sucediendo guarda cierta similitud con lo que se cuenta en un chiste que circula por los móviles de los hosteleros: se trata de un tipo que ha dado positivo al que Sanidad pregunta por sus contactos y movimientos. «Estuve trabajando ocho horas en la empresa a la que llego todos los días en metro; cuando salí fui de compras al supermercado. Más tarde fui con mis hijos y mi mujer, que venía también de trabajar, al centro comercial, para hacer unos regalos a mis padres, que acababan de llegar de viaje. Dejamos el coche en el garaje y antes de subir a casa me tomé una cerveza en el bar de abajo». «¿Me puede decir el nombre del bar? -contesta Sanidad-; habrá que cerrarlo por un foco del virus».
Suárez explica cómo funciona su negocio mientras enseña el local: son 600 metros cuadrados repartidos en dos plantas y parcelado con paneles de metacrilato, que delimitan 23 'peceras' con capacidad para seis personas (en alguna caben hasta ocho), y un sistema de ventilación preparado para un aforo de medio millar. «Aquí funciona todo con reserva previa: durante la semana, los que van a venir reservan para su grupo; si son más de los que caben, pues se reparten en dos espacios. Al entrar por la puerta capturan el código QR que hay y se registran, y esperan a que alguien del personal les ubique en el espacio correspondiente durante toda la sesión».
Una vez en el local, los clientes tienen que beber sus consumiciones dentro del reservado, y no pueden traer bebida de fuera. Solo pueden abandonarlo para ir al servicio o para salir del pub, y siempre con la mascarilla puesta.
«Como ha sido así desde el principio -el Coppola, por su licencia de pub, lleva abierto desde que se permitió la utilización del interior de los establecimientos de hostelería-, todo el mundo cumple las normas a rajatabla. Es un poco más difícil con la gente mayor, que no está acostumbrada. Además, el personal de seguridad vigila que no haya gente parada en los pasillos, algo que se controla muy bien con esta distribución».
«Aquí, en teoría, los jueves vienen los universitarios; los viernes, la gente más joven, de unos veinte años; y el sábado, los más mayores, de veinte y treinta. La semana pasada ha venido la gente de menos edad, con 18 años raspados, y hemos abierto el miércoles por ellos, por la EBAU. ¿Quién sale ahora con la pandemia? Pues los que más ganas tienen de salir, que son los que están dispuestos a estar metidos en una pecera a las siete o las ocho de la tarde. A nosotros todo esto nos ha bajado la edad de la clientela», explica Suárez.
Salud Pública informó el sábado de medio centenar de casos relacionados con el Coppola y las celebraciones de fin de curso y de la EBAU que tuvieron lugar allí los días 9, 10 y 11 de junio, cuando aún faltaba por conocer el resultado de 138 pruebas. Después, dejó de especificar los vinculados al local y ha informado del global de positivos que achaca a las fiestas estudiantiles.
A Ángel Suárez no le sale la cuenta de los contagios. «Nosotros, con la distribución que tenemos hecha, estamos trabajando al 30%, aunque podríamos hacerlo al 50% -tenemos un aforo de casi 500 personas y tal y como está caben unas 140-. Yo creo que es imposible que aquí se hayan contagiado cincuenta personas el miércoles pasado, y no solo por cómo lo tenemos organizado: eso querría decir que se ha contagiado casi la mitad de los que entraron el miércoles. Estos chavales llevan días conviviendo a tope y celebrando intensamente el fin de curso. Es la primera vez que nos llama Sanidad, y llevamos toda la pandemia trabajando, con este mismo sistema, sin problemas, y cada semana pasan por aquí mil personas. Ni nos han cerrado ni nos han impuesto sanciones».
El dueño del Coppola cree que la Consejería ha querido aprovechar la ocasión para darles un escarmiento. «Hemos sido muy críticos con Sanidad, y esto ha sido como decir que ellos tenían razón. Se había comentado que no iban a decir dónde se producen los contagios, y aquí nos han señalado con el dedo y han dado hasta la dirección. Esto no deja de ser una pequeña empresa, y el daño de imagen es irreparable. La gente que viene por aquí sabe cómo es esto, pero el que no lo conoce pensará que organizamos fiestas como antes de la pandemia, cuando lo que hemos hecho es poner unas medidas que no tiene nadie para poder compaginar la diversión de la gente con nuestro trabajo».
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