Secciones
Servicios
Destacamos
En la descomunal guerra sanitaria contra el coronavirus, las batallas más feroces se libran en las Unidades de Cuidados Intensivos, donde la angustia y el miedo se alían con la medicina y la esperanza para luchar contra el enemigo que ahoga con saña los pulmones de sus víctimas. En sus salas impera un silencio interrumpido de forma constante por los pitidos y alarmas del aparataje que envuelve la cama de los pacientes, en su mayoría bajo el efecto de la sedación, colocados boca abajo durante 16 horas al día (técnica del decúbito prono) y conectados a un respirador, soporte indispensable mientras el tratamiento trata de revertir las graves dificultades respiratorias provocadas por el virus. Un equipo de 25 médicos, 12 residentes, un centenar de profesionales de enfermería, más 60 auxiliares y celadores conforman el ejército anti-Covid-19 de Valdecilla en la UCI. También Sierrallana tiene su propio escuadrón, que ha tenido que redoblar esfuerzos a marchas forzadas.
Apenas se les ve en fugaces apariciones, casi irreconocibles con los trajes de protección, entre aplausos y mensajes de ánimo, en los vídeos compartidos de los primeros pacientes extubados. Escenas que muestran la «emoción y la alegría de la vuelta a la vida, una vida que perdieron durante un tiempo. Cada salida de la UCI es un triunfo individual», señala el jefe de servicio de Medicina Intensiva de Valdecilla, Juan Carlos Rodríguez Borregán. «Son momentos que nos emocionan mucho y lo vivimos como si fueran de nuestra propia familia, porque como tales les cuidamos durante su estancia», declara la enfermera Alejandra Martínez Cuesta. En Valdecilla se han podido celebrar 29 altas a planta. «Y las aplaudimos todas. Son pacientes que han luchado mucho, que se van con lágrimas en los ojos. Esos aplausos son también un desahogo para el personal, sometido a un trabajo más duro de lo habitual. Estamos habituados al manejo de situaciones críticas, pero la diferencia en esta epidemia ha sido el elevado número de casos en poco tiempo», destaca Ana Ruiz, médico intensivista. En total, llevan 65.
Las férreas medidas de aislamiento que exige el virus de Wuhan, unido a la delicada situación de sus víctimas, con la muerte tan cerca, hacen que el trabajo de estas unidades, más intenso que nunca y sin tregua ni de día ni de noche, se quede de puertas para adentro, salvo por los gestos que trascienden de los testimonios de supervivientes agradecidos: «Siempre tuve a alguien que me apretó la mano». En la UCI se cuida con mimo esa interacción con los enfermos. «El 80% está sedado y conectado a ventilación mecánica (respirador), pero cuando permanecen despiertos, hablamos mucho con ellos, siempre procuramos llamarlos por el nombre de pila que a ellos les gusta, es más cercano, más entrañable», destaca Rodríguez Borregán.
Juan C. Rodríguez | Jefe de medicina intensiva
El coronavirus, tan sumamente contagioso, obliga a protegerse de arriba abajo para prevenir la transmisión. Y aunque a los sanitarios solo se les ven los ojos, entre la escafandra y la doble máscara, «los pacientes nos llegan a identificar», añade Ana Ruiz. A medida que la epidemia crecía en Cantabria, hubo que adaptar las instalaciones, ampliando el número de puestos de UCI (Valdecilla puede llegar a 75, aunque el máximo ocupado a la vez ha sido de 39), y «nos tuvimos que adaptar a una forma de trabajar distinta, marcada por el aislamiento y unas estrictas medidas de seguridad», apunta el jefe de servicio. Al principio el equipo se encontró con que, «dentro de la sala, nos costaba incluso reconocernos entre nosotros con los trajes, ya incómodos de por sí, y eso dificultaba el trabajo», destaca la intensivista. Una pega que resolvieron colocándose los nombres en la espalda del buzo. Un remedio casero, pero eficaz.
La mañana en la UCI comienza con el cambio de guardia y la puesta al día entre el equipo médico saliente y el que comienza su jornada, con turnos de 24 horas. Para minimizar los riesgos, se organizan los pases de visita en equipo (facultativos, enfermería, auxiliares y celadores). «Nos vestimos en bloque y una vez dentro, nos repartimos la carga de trabajo equitativamente», expone la doctora Ruiz. Ajuste de respiradores y medicación, aseo, revisiones, analíticas, cambios de postura... «Las familias nos preguntan: '¿Ya le habéis dado la vuelta?'». Se refieren a la maniobra de pronación, que consiste en colocar al paciente boca abajo para recuperar mejor la oxigenación arterial. Una técnica que resulta efectiva frente a las complicaciones graves del coronavirus y que es parte central de esa rutina diaria en la UCI. En cada entrada en las salas, tres al día y dos por la noche, se invierten unas tres horas.
«La mayoría de los pacientes llegan muy malitos, les tenemos que sedar e intubar, y vienen asustados. Hay que ponerse en su lugar, se encuentran en una unidad de críticos, con cinco o seis personas alrededor a los que ni siquiera ven la cara con los equipos de protección, y saben que su vida corre peligro», cuenta Martínez, enfermera que se ofreció voluntaria para formar parte del primer equipo Covid de Valdecilla, dejando su propia casa para proteger a sus padres, que por edad son personas de riesgo. «Al principio lo afronté con bastante miedo, no sabíamos a los que nos enfrentábamos, ni cómo iba a afectar a los pacientes y a nosotros. Nos tuvimos que adaptar a una forma distinta de trabajar, expuestos a algo que nos daba respeto a todos. Pero hemos ido cogiendo la dinámica y estamos bien organizados. El trabajo en equipo es clave», subraya.
Alejandra martínez | Enfermera de la uci de valdecilla
Con la irrupción del Covid-19, que ya ha costado la vida a más de un centenar de cántabros en el último mes, se disparó la demanda de UCI. El objetivo: resucitar pulmones dañados por graves neumonías. «Cuando se decide el ingreso en Cuidados Intensivos, tanto ahora como antes, es porque hay una posibilidad real de supervivencia, eso es lo que prima, no se trata sólo de un criterio de edad», aclara el jefe de servicio. Con una media de 65 años, el perfil de pacientes es «muy variado». «Los tenemos de 40 años y de 80. El más joven ha sido un niño de veinte meses, que pasó a planta hace una semana. Pero los ha habido también de entre 20 y 40 años, y hemos dado el alta a mayores de 76 años».
Durante semanas sobreviven con ventilación mecánica. «Pero el respirador no cura la enfermedad ni combate el virus, su misión es llevar el oxígeno a la sangre hasta que los pulmones del paciente mejoran y vuelve a tener capacidad para respirar por sí mismo», aclara el médico, que recuerda que «hay mucha gente que tiene soporte respiratorio en planta y supera la infección sin llegar a la UCI». Pero también ha habido casos en los que han fracasado todos los intentos. Desde el inicio de la epidemia se han registrado ocho fallecimientos en los boxes de Cuidados Intensivos de Valdecilla. Desenlaces que también golpean al ánimo del personal sanitario. «Claro que hay veces que te llevas el berrinche para casa, sobre todo cuando se trata de pacientes que no esperabas que fueran mal», admite Rodríguez Borregán. Las fuerzas se reponen con los desenlaces favorables. «Las declaraciones de Pruden, el primer extubado, hablando de los gestos de humanidad del personal del hospital nos han hecho mucha ilusión, es un feedback que demuestra que hacemos las cosas bien», sostiene la enfermera.
Noticia Relacionada
La UCI del coronavirus es territorio totalmente blindado a visitas. Incluso para las familias que pasan las horas en vilo. «Hacemos una llamada al día para informar de la evolución, salvo que haya novedades, y procuramos que a cada familia le llame siempre la misma persona. Es un momento que nos gusta mucho, nos viene bien el contacto con ellas, nos reconforta hablar», confiesa Ana Ruiz. «Esa conversación va más allá de la información clínica, es emotiva, nos bendicen, nos dan las gracias. Los familiares, que muchas veces son también casos positivos en cuarentena en casa, nos cuentan su día a día y nosotros intentamos apoyarlos desde aquí», añade.
Conscientes de que «el aislamiento es brutal» y de que psicológicamente es un trance «muy duro», porque además las estancias en UCI son largas (mínimo diez días, aunque la media es de veinte), la enfermera recuerda que «creamos la iniciativa de habilitar un correo para que escriban las familias, envíen vídeos o dibujos, y abrir así un pequeño canal de comunicación». Y también se ha fomentado el contacto telefónico o por videoconferencia. «Estamos incorporando formas de actuar que se van a quedar cuando todo esto pase», avanza el jefe de Medicina Intensiva. «Al despertar de la sedación, les explicamos que la neumonía se complicó y les tranquilizamos. La primera pregunta que suelen hacer es si su familia está bien», comenta Alejandra Martínez. En ese momento, se dan cuenta de que han vencido al virus, han ganado su batalla más difícil.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Fallece un hombre tras caer al río con su tractor en un pueblo de Segovia
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.